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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Cecilia Atán y Valeria Pivato estrenan «La llegada del hijo»: «Buscamos empujar los límites del estereotipo del universo femenino»

La llegada del hijo, drama de Cecilia Atán y Valeria Pivato con producción de Tarea Fina, protagonizado por Maricel Alvarez, Nahuel Mutti Spinetta y Cristina Banegas, se estrena en salas el jueves 11, después de un circuito por festivales internacionales de casi un año, a partir de su estreno mundial en Mar del Plata 2024.

Es el segundo largometraje conjunto de Cecilia Atán y Valeria Pivato, después de La novia del desierto (2017) y gira en torno de Sofía, una mujer que atraviesa un dolor y un duelo muy profundos, y también secreto en cierto sentido, que recibe en casa al hijo que llega después de unos años en prisión.

-¿Hay una continuidad simbólica entre La llegada del hijo y La novia del desierto, la película anterior realizada por ambas?

Valeria: Sí. Nosotras nos propusimos trabajar juntas sobre tres películas. Ahora estamos un poquito más adelante de la mitad del camino. Esa continuidad simbólica básicamente tiene que ver con dos directoras mujeres indagando en el universo femenino, desde lugares tal vez un poco corridos del estereotipo, tratando de empujar un poquito esos límites que nos condicionan. Esos límites de mandatos en general bastante marcados que traemos y repetimos de generación en generación y que muchas veces no analizamos sino solamente, y desde lugares a veces inconcientes, los ponemos en juego. Sobre todo en los roles que nos toca ocupar en la vida: como madres, como mujeres, como hijas. Ese fue el puntapié inicial de esta película.

-La llegada del hijo pone en cuestión ese lugar de madres, hijas, mujeres. Para ello contaron con la fantástica interpretación de Maricel Alvarez. ¿Cómo llegaron a ella?

Cecilia: El encuentro con ella fue maravilloso. Nosotras hicimos un trabajo largo de casting y escribimos varias versiones de guion sin saber quién iba a interpretar a Sofía. Sabíamos de la naturaleza compleja de ese rol; un rol que habita en el presente, en el que a la vez están anudados todos los tiempos. La película tiene un diálogo permanente entre ese presente -donde llega este hijo que sale en libertad condicional y que de alguna manera propone una convivencia obligada- y con una historia pasada de algo que ocurrió entre ambos, que se irá develando con el transcurso de la película. En el cuerpo y en el alma de Sofía, del personaje interpretado por Maricel, habitan todos esos tiempos. Era un personaje difícil: dice poco y al mismo tiempo tiene mucho para decir. No dice porque no puede, no porque no quiere. Era un trabajo desafiante. De una exposición también corporal muy grande, además, porque tiene muchas escenas eróticas.

El casting fue largo y tuvo muchas etapas con otras Sofías y además armando triángulos con posibles Alan, que es el personaje del hijo. Al final, uno elige intuitivamente, entendiendo la naturaleza del proyecto. Uno no busca siempre lo mismo en cada una de las propuestas o de los proyectos que tiene. Y Maricel, además de ser una excelente actriz, era una intuición que después se confirmó en el proceso de trabajo. Es una maravillosa artista, lo que hizo que los límites del personaje de Sofía no estuvieran cercanos. Nosotras pudimos tirar de esa cuerda con ella de sostén, casi hasta el infinito. Es una actriz de una naturaleza y de una inteligencia emocional muy grande.

-Además, con una presencia constante a lo largo de toda la película, atravesando distintas situaciones emocionales, físicas, anímicas.

Valeria: En el 95% de los planos, para ser técnicamente correcta. Para nosotras, como directoras, también fue un desafío enorme contar con ella. Porque como dice Ceci, es una artista completa. Que cuestiona, propone, reversiona. Ese personaje de Sofía fue una creación colectiva. Y también pensarla en su relación con los otros personajes, ¿no? La peli de alguna manera tiene una concepción triangular: hay algo de los vínculos de esta Sofía, que es madre, con su hijo y con su propia madre, que es Cristina Banegas.

-Otra gran actriz y otro gran trabajo.

Valeria: Y Angelo Mutti Spinetta, que tiene otra naturaleza de trabajo. Fue muy interesante lo que nos propuso el proyecto al trabajar con actores que tienen un origen de interpretación muy distinto. Y nivelar eso en relación a lo que nosotras veníamos pensando y concibiendo desde el guion. Eso también nos alinea mucho en el norte que después vamos a buscar en la puesta en escena y en el rodaje. Fue un trabajo muy desafiante y muy placentero.

-Con relación a la propuesta de correr los límites, ¿cómo decidieron que ése era el punto que querían abordar?

Valeria: Está en la naturaleza de la escritura en la que nos movemos y nos sentimos cómodas. Tiene que ver con lanzar una propuesta y no saber hasta dónde llega. Transitarla y ver qué nos va dando esa idea, esa pulsión generadora, esa hipótesis: cada uno la llama como cree. En nuestro caso, la pregunta inicial fue cuál es el límite del amor y más precisamente, cuál es el límite del amor maternal. Porque históricamente se supone que una madre debe ser el amor incondicional más puro. Que socialmente nos criaron con solo dos modelos muy opuestos: o sos la Venus o sos la Virgen María. ¿Y en el medio qué hay? Eso nos pareció muy tentador a la hora de pensar y de construir a esta Sofía, un personaje que tiene contradicciones, que las vive, que las atraviesa y que al mismo tiempo los otros personajes le devuelven otras contradicciones.

-Hay también un vínculo que se modifica entre la madre y el hijo, entre el antes y el después de la prisión. ¿Eso también lo buscaron reflejarlo?

Cecilia: Nosotras concebimos la película y el cine como una necesidad de exploración. No pretendimos hacer un manifiesto del tipo «este es el modo», sino más bien poder, dentro de los modelos históricamente representados, contar otra historia. Al mismo tiempo desde un lugar respetuoso, sensible, intentando tener benevolencia con todos los personajes. Incluso con la madre, que es un personaje bastante arquetípico, que de alguna manera encarna a esas mujeres patriarcales que aprendieron eso y así transmiten el amor que tienen. Incluso con el personaje de Cristina, uno puede -o lo que por lo menos intentamos hacer en ese tejido que construimos-, entender en algún momento dónde está el amor en esa mujer, por qué es como es. Parte de poner o de tensar a Sofía entre esta madre y este hijo es entender de dónde viene Sofía…

Este sistema de valores represivos, de una historia sin padre, con un montón de cuestiones que la determinan y que hacen que también ella sea, como madre, transmisora de alguna de esas cosas casi sin quererlo, es algo que también pasa. Pero nosotras nos interesaba la humanidad de todos los personajes. Incluso cuando la película expresa una opinión al respecto.

-Hay otro elemento que ustedes juegan de una forma muy interesante en esta indagación de los personajes: los climas que se generan en torno a ellos. Los silencios, la luz, los ambientes. ¿Se plantea en la preproducción o aparece en el rodaje?

Valeria: Somos fervientes creyentes en la creación colectiva y el trabajo. Trabajamos con nuestro director de fotografía que es Sergio Armstrong y nuestra directora de arte, Mariela Rípodas, que también fueron colaboradores en La novia del desierto. Y repetimos porque sentimos que se suman a nuestras propuestas, de la puesta en escena, y que conciben la imagen también como una manera de contar la historia.

Trabajamos mucho en la puesta en escena y en la preproducción. En este caso en particular, hubo un escenario que fue como la llave del resto de los espacios, que es el panteón del cementerio de Chacarita. Esa arquitectura nos empezó a guiar en las elecciones posteriores de los otros espacios. Allí encontramos ese universo de duelo, pero también de reencuentro en el recorrido que hace el personaje de Sofía cuando va a ver algún personaje que ya no está.

Cecilia: Al ser las que escribimos, en general nos vamos dejando pistas a nosotras mismas, para después recoger ese guante a la hora de dirigir. El guion es muy visual, muy sensorial y de alguna manera proyecta en principio esta idea de fragmentación, de fuerte subjetividad que tiene la película a la hora de pensar en la puesta en escena y en la elección de los escenarios y en la percepción que tiene Sofía del tiempo. Esta idea de estructura partida, este ida y vuelta entre los tiempos. Pero que a la vez no es fácil de determinar, porque es que hay una fecha o un corte de pelo corto o largo. En principio lo que tratábamos incluso era que esos tiempos estuvieran en un diálogo muy sutil, porque de alguna manera es la percepción del tiempo del duelo y del tiempo que vive y que habita el personaje a lo largo de la película.

-¿Qué método utilizan para el trabajo en conjunto? ¿Cómo es eso de que van dejando pistas?

Cecilia: Es a dos voces y a cuatro manos (Risas). En nuestro proceso es clave la escritura. Ahí es donde se baten las batallas más duras, en el sentido de que una va encontrando un territorio de trabajo común. Habiendo hecho la primera película, también construimos una mirada común que ya en la segunda nos permitió tener cierta soltura. En la primera película, como cualquier primera vez, está entretenido con otras cosas. La realidad es que ahora, ya consolidada una manera de trabajo y una dinámica, todo es más fluido.

Nos vamos dejando pistas porque las dos de alguna manera tenemos un bagaje común de trabajo anterior a la primera película y un interés común en el tipo de cine y el tipo de arte que nos interesa. Que tiene que ver con la síntesis, con la economía de recursos, con poder alimentar lo simbólico y lo aludido. Porque creemos en esos espectadores activos, inteligentes, que puedan estar sentados viendo una historia entretenida (porque lo es); una película que pasa en un segundo y al mismo tiempo digiriendo un relato áspero, duro. Pero es un trabajo hermoso porque el rol del director es en general solitario, un rol egocéntrico. Y el ejercicio cotidiano que tuvimos que hacer es recordar todo el tiempo que el proyecto es lo más importante. Como un hijo. Cualquier cosa tiene que estar concentrada en el proyecto porque todo lo puede dañar. Es una dinámica muy frágil.

Valeria: No somos nada ortodoxas en general. Hasta los actores, cuando terminamos de filmar, se preguntan cómo lo hicimos porque no se dieron cuenta. Nosotras lo fuimos descubriendo en el hacer. También es verdad que nos conocimos trabajando como asistentes de dirección, ayudantes (en Luna de Avellaneda, una película de Campanella) en 2003 y desde ahí trabajamos mucho juntas. Así que cuando fue el momento de empezar a dirigir y pensar nuestros proyectos se dio naturalmente esta manera de trabajar. Tenemos el mismo compromiso con el proyecto.

Si tuviera que decir cuál es el punto que nos equilibra, tiene que ver con eso. Recién hablaba del proyecto como si fuera un hijo. Como si el proyecto estuviera por delante de las dos y no es más de una o de otra. Y porque también creemos que el cine es una creación colectiva y lo defendemos.

-La llegada del hijo tuvo su premiere mundial hace un año en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. A lo largo de un recorrido de festivales y premios internacionales llega a las salas argentinas. ¿Qué nuevos significados descubieron a lo largo del año?

Valeria: Creo que la película genera una sensación de fluidez, de atravesar la historia sin darse demasiado cuenta de los diálogos entre los tiempos. Tiene la invitación a recorrer ese estado de Sofía desde un lugar que pasa muy rápido. Al principio se presenta como un thriller, pero una vez que se resuelve hay un cuestionamiento al espectador. Y lo interpela con esta pregunta sobre el límite. ¿Cuál es el límite del perdón, del amor en las relaciones más cercanas como pueden ser las maternofiliales?

Lo que percibimos fue eso, la sensación de que termina la película y hay muchas preguntas, algunas que apuntan hacia nosotras y otras que estoy segura que quedan resonando en la cabeza de los espectadores. Esa es una de las cosas más interesantes que podemos generar con nuestro cine.

Cecilia: Interesante…pero no tranquilizadora.

Julia Montesoro

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