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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Teresa Costantini, después del estreno de «Wainrot, tras bambalinas»: «Aun cuando me dedico al documental busco contar una historia»

Teresa Costantini estrenó en junio último su primera película en siete años, el documental Wainrot, tras bambalinas, tributo al eximio coreógrafo Mauricio Wainrot.

Con producción de Buenos Aires Producciones (Inés Durañona) y testimonios de Mauricio Wainrot, Julio Bocca, Paloma Herrera, Igor Yebra y Andrea Chinetti, el documental se sumerge en el universo artístico de Wainrot, buscando captar la esencia de su obra y la profundidad de su proceso creativo. A través de las entrevistas y las imágenes -de archivo y actuales-, la obra de Costantini revela cómo la vida personal y su trayectoria profesional del coreógrafo están entrelazadas.

Wainrot, tras bambalinas se presentará los sábados 9, 16 y 23 de agosto a las 16 hs. en el Centro Cultural General San Martín y el martes 26 en el Cine Gaumont.

-¿Qué te pasa orgánicamente después del estreno? ¿Quedás sin energía o surge la idea de volver al rodaje cuanto antes?

Desde ya, siempre me entusiasma volver al rodaje con otra propuesta. Pero al margen de ese «posparto» -como yo lo llamo-, en el que aparece el interrogante «¿y ahora qué?», esta vez fue diferente y nos abocamos a seguir mostrando la película. Por un lado porque Mauricio es un gran motivador nos estimula a seguir planificando nuevas proyecciones. Por otro, porque nos la están pidiendo. Entonces estamos conectados para seguir.

-Un lectura posible de esa necesidad del espectador es que el documental tiene una mirada de mucho cariño hacia Wainrot, casi como una declaración de amor.

Parecería que es lo que les pasa a quienes lo ven. Mauricio no deja de enviarme mensajes de gente que fue al estreno o que vio la película con mucho amor. Como María Riccetto, la bailarina uruguaya que aparece en el documental, que no pudo venir a Buenos Aires porque estaba en Montevideo. El público nos devuelve mucha emoción. Eso me despertó algo: la película es un homenaje y también, como decís, una declaración de amor hacia un artista increíble y único. Pero también hay muchos otros a quienes deberíamos seguir rindiendo homenaje.

-¿En qué momento decidiste que la trayectoria de Wainrot era un documental?

Fue algo que me «soplaron», como digo yo. Como cuando hablás de alguien a quien hace mucho que no ves y te lo cruzás en la calle. Fue así: yo no conocía a Mauricio personalmente, aunque sí su obra. Me invitó al reestreno de La tempestad, aunque él ya no era director de la compañía sino Andrea Chinetti, quien hacía la puesta en escena. Yo no estaba en Buenos Aires y no podía ir, pero se me ocurrió contestarle: «Me parece que hay que hacer un documental sobre tu obra.» Él dijo: «¿Cómo? Sí, ¡ya!». Me alegró mucho que aceptara. Enseguida llamé a Marga Gómez, mi productora y se lo conté. Ella quedó fascinada: las dos somos muy fanáticas de lo que había hecho Mauricio, de sus coreografías y demás. Así empezó la película.

-En tu decisión artística sobre cómo mostrarlo, dejás de lado la tentación de la biopic y ponés en un plano cercano otros detalles, como sus afectos, ¿no?

Claro: como bien sabés yo soy de ficción, cuento historias. También he tomado personajes reales como Felicitas y Tita, recreando personas a quienes no conocí. Aun cuando me dedico a un documental, lo que busco es contar una historia. Y me interesa muchísimo la vida de la gente. Leo muchas biografías por eso. Acabo de terminar la de Al Pacino, por ejemplo: es fascinante descubrir a la persona detrás del actor, de aquello que uno ve en pantalla o en entrevistas. Tuve la suerte de conocerlo personalmente, pero eso es un capítulo aparte para otra entrevista (Risas). Aunque sea un documental, necesito contar una historia con el corazón, con el alma. Uno se hace preguntas al filmar y necesita encontrar el hilo de la historia: ¿Qué parte habla de la vida y qué de la vida pone el foco en la obra? En el caso de Wainrot, fue muy generoso porque abrió muchísimo su corazón. Asi nos fue revelando cómo sus diferentes coreografías tuvieron que ver con momentos de su vida.

-¿Cómo decidiste qué partes quedaron y qué dejaste afuera?

Fue un trabajo arduo. Tardamos mucho tiempo en decidirlo. Con Laura Bua, mi editora, coincidimos en que nos favoreció mucho el tiempo que pasó -por circunstancias como la pandemia o la salud de Mauricio-, porque las idas y vueltas que tuvimos al editar nos ayudó a encontrar el hilo conductor. Por el tipo de directora que soy, necesité ese tiempo y favoreció la película. Lo bueno es que no me aproximé a Mauricio con un guion; con lo que fue revelando, lo armé en la etapa de la edición. Es mi forma de trabajar.

-¿Cómo encontraste el hilo de la narración?

A veces, cuando teníamos una edición, llamaba a gente cercana para que lo viera y nos dieran un feedback. Pero yo no quedaba conforme. «Mmm, no es por acá», decía. Y encontré el hilo conductor cuando decidí que La Tempestad claramente atravesaba la vida de Mauricio porque él se identificó con Próspero. Como es una obra que conozco, que he visto varias veces de manera shakespeariana, y que releí para interiorizarme de la visión de Mauricio, eso me dio una línea. Además, la tenemos filmada a tres cámaras, maravillosamente, en el San Martín.

-¿Encontraste puestas de Wainrot de alta calidad?

Esa sí, en particular. Fue un trabajo de Hugo Colace. Otras obras las recuperé de material de archivo y eso tornó muy dificultosa la tarea. No dejo de decirlo: acá se borra todo, no se guarda nada, no hay un deseo o una educación para preservar. Algo de eso dice Julio Bocca en el documental. Y no aplica solo para la danza: hay muy poco material de archivo.

Quizás lo del SODRE y lo último del Colón está mejor porque hay planos más cercanos, pero es un formato digital, no es HD. De Anna Frank casi no teníamos nada: si quieren conservarlo tienen que volver a hacerlo.

-Un momento muy y emotivo del documental es el regreso de Mauricio a Varsovia, al lugar donde su familia fue arrasada. ¿Esto estaba previsto o surgió de tus encuentros con él?

Fue absolutamente espontáneo, así como vino la idea de hacer el documental. Apareció la oportunidad de que Carmina Burana se hizo en Montevideo, así que viajamos para el estreno para entrevistar a la gente dentro del SODRE. Ahí nos enteramos de que Mauricio estaba invitado a Gdansk (Polonia) -el lugar donde se inició la guerra-, para poner tres obras suyas. Entre ellas, obviamente, Anna Frank. Le dije: «Mauricio, tenés que ir a Varsovia.» Él nunca había estado allí. Pero no se decidía. Estaba en un momento complejo. Le insistí tanto que se comprometió a ir un día.» Entonces decidimos mandar un equipo de filmación, a través de gente en Francia que Marga me hizo conocer. Me hubiera encantado ir, pero no podía. Ese viaje fue importantísimo para él. Le trajo cosas inesperadas. Y decidió empezar a escribir. Decía que estaba escribiendo sus memorias. Pero un día, repentinamente, me dijo: «Ya tengo una película, ¿para qué?».

-En los testeos previos, cuando el documental era un boceto, ¿participó en algún momento?

No. Nunca le mostré nada. Él tampoco lo pidió, por suerte: yo no le hubiera podido decir «No lo podés ver». Recién pudo verse cuando la película, ya terminada, se exhibió en la DAC. Hubo algunas cosas que nos dio y que pudimos cambiar.

-Ahora que descubriste el camino posible de la película y el potencial de un documental, ¿hay otros personajes de la cultura que te interese abordar?

Sí. No quiero nombrar para no generar expectativa. No hablé con ninguno todavía. Tengo un proyecto en ciernes con Pablo Terruzzi, productor que se asoció al proyecto de Mauricio. Estamos planeando tres o cuatro documentales para armar un proyecto más grande. Esa opción me atrae mucho, es un proyecto que tengo muchas ganas de abordar.

-¿En paralelo seguís apostando a la ficción?

¡Sí! Si bien el documental anda por sí solo, no puedo dejar de filmar mi próxima ficción. Estoy escribiendo con mucha dedicación, muchas horas al día, un guion que ya tiene mucho tiempo en mí. Estoy en la parte más ardua, que es cuando llegás al final y tenés que seguir pensando lo que no va.

-¿Es sobre alguna mujer importante de nuestra historia?

No, es una película. Como siempre me decía Marga: «Ahora una película chiquita.» Es una historia de total ficción, inspirada en el tiempo que viví en Uruguay para filmar entre Uruguay y Buenos Aires, entre Punta del Este y Buenos Aires. Es un tema que me interesa mucho, con pocos personajes. Es volver a un tipo de cine que ya hice, como El amor y la ciudad y Acrobacias del corazón, como mis comienzos. Es un estilo que me interesa mucho porque tiene que ver conmigo. Explora los sentimientos, los vínculos, las relaciones, las generaciones (son tres). Y por supuesto, los vínculos entre padre e hija.

-¿Lo ves factible en este momento que atraviesa el cine argentino?

Lo veo posible y factible porque en un punto soy independiente: a esta altura y con mi edad, si dependiera, no lo haría nunca más. No sé qué puede pasar con las plataformas, me estoy quedando fuera de eso. La idea es hacer la película al estilo del documental de Mauricio, que vaya donde tenga que ir, sin expectativa. Hay algo armado en Uruguay, que nos da algunos beneficios. Por otro lado, no puedo pensar en el lanzamiento: hoy, la gente no va al cine a ver este tipo de cine más intimista. Pero lo más importante me parece hacerla, volver a ese sueño que para mí es el set y el rodaje, estar con los actores y trabajar con el equipo.

Julia Montesoro

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