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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Ariel Winograd, showrunner de «Menem»: «Quise contar lo que significaron los años 90 sin juzgar ni editorializar»

Ariel Winograd es el showrunner y director de Menem, serie que aborda desde la ficción la irrupción al poder del expresidente Carlos Saúl Menem, que desde su estreno en Prime Video el 9 de Julio se convirtió en el contenido más visto de la plataforma de streaming en Argentina y Uruguay.

Menem está protagonizada por Leonardo Sbaraglia, encarnando al carismático líder político de los años 90 en una asombrosa caracterización. Junto a él, ocupan roles centrales Griselda Siciliani, Marco Antonio Caponi, Guillermo Arengo, Juan Minujín y Jorgelina Aruzzi, recreando personajes arquetípicos de los años 90.

-¿Es cierto que Menem pudo haber tenido otro director?

En algún momento momento sí. Era un proyecto que venía de cuatro años atrás y cuando me lo ofrecieron, lo primero que dije fue que no podría hacerla. Imaginé que no era un proyecto para mí, que no podría llevarlo a cabo. Por suerte, Natalie (Cabirón, su esposa, productora de Tresplanos Cine) me hizo repensarlo. Cuando lo leyó me dijo que yo estaba buscando un desafío de estas características, que era un proyecto soñado para cualquier director. Me convenció. Tenía razón.

-¿Qué elegiste vos retratar de este Menem y en dónde decidiste no meterte?

No quise hacer una serie formal ni que juzgue. Esos fueron los dos puntos que seguro elegí no hacer. Y algo no menos importante es que quería utilizar personajes reales, para poder llevarlos a un espacio de ficción donde pudiéramos tener libertad con respecto a lo que quería contar.

El planteamiento siempre fue a partir de la ficción.

Esa fue la premisa. No queríamos hacer una serie política que dé alguna punta nueva y que implique una investigación. Más que eso, quería contar la época, lo que representaron los años 90. Con Mariano Varela, que fue el creador, el productor y el que me acercó la propuesta, coincidimos en ese punto. Pero entendimos que en la historia real pasan miles de cosas en muy poco tiempo. Aunque el libro se venía trabajando antes de que me sumara, hubo que revisar qué elementos nos parecían importantes y tenían que estar, porque había historias para más de una temporada. Hubo un primer trabajo de reelaboración de los libros.

-¿Por qué decidieron no juzgarlo?

No queríamos editorializar. Decir que lo que hace este personaje está bien o está mal implicaba detener la historia. La intención es que cada espectador saque sus propias conclusiones y haga su propia serie. Nosotros acompañamos las decisiones del personaje con sus contradicciones, sus aristas, sus capas. Nos permitió armar un personaje que podía jugar entre Los Soprano, El Padrino, una telenovela, una soap opera, una sitcom, un thriller. La historia aborda distintos géneros. A partir de ahí hubo un gran juego lúdico en la construcción de la serie.

Después, obviamente, cuando tenés a Leo (Sbaraglia), a Griselda (Siciliani), a Juan (Minujín), a Mona (Mónica Antonópulos), a Marco (Antonio Caponi) y la cantidad de actores que se sumaron el juego empieza a ser mucho más interesante. Tenés el Dream Team. Me sentí como la Scaloneta, con la mejor selección para jugar conmigo. Ese es un punto muy a favor: tanto de la parte técnica como de los actores, fue una experiencia transformadora.

-Hay un casting muy importante y que le da mucha más verosimilitud a la historia, pero ¿había Menem sin Leo Sbaraglia?

No. El proyecto empezó mientras estábamos filmando El Gerente. Solo un loco como Leo me pudo haber dicho entre toma y toma, sin pensarlo, «dale». Después de haber hecho Hoy se arregla el mundo nos quedamos con ganas de más. Luego hicimos El Gerente y se afianzó la idea de poder seguir jugando. Cuando le comenté de este proyecto me dijo que sí en un segundo. No hubo ninguna duda.

Pero cuando propuse que fuese Leo me dijeron «¿qué tiene que ver Leo con Menem?». Tuve que defender mi posición: para mí, era el único que podía llegar a ese nivel de transformación. Por suerte salió bien. Lo que nos pasó en el rodaje es como la película de Miloš Forman y Jim Carrey, El mundo de Andy (Man on the Moon). No estaba Leo, era otra persona.

-Tanto Menem como Guillermo Coppola son dos personajes emblemáticos de los años 90. Tuviste la oportunidad de retratarlos. ¿Qué querías ser y qué mirada tenías sobre ellos en los 90?

¡Yo era Cara de Queso en los 90! Tenía 13 años y era ése que reflejé en mi primera película. Curiosamente, son dos proyectos que tienen distintos orígenes y están completamente vinculados. Incluso, el 80% del equipo técnico es el mismo y varios actores se fueron cruzando. En la historia hay algo de viaje de egresados, de recordarse en el pasado. Me parece interesante poder plasmar ciertas imágenes que uno tenía de chico, trasladarlas a una narración y contar esta fábula reinterpretando los 90. Nadie está diciendo que esta es la verdad: es nuestra mirada sobre esos años. Fue una década tan pop, tan kitsch, tan bizarra, en la que pasaron tantas cosas, que no parece que hubiera pasado tanto tiempo. Y pasó un montón.

-El nivel de detalle fue esencial porque recrear los 90 implicaba poner en primer plano la ostentación y el exhibicionismo.

En la etapa del trabajo de desarrollo, de investigación con el equipo de arte -con Nati Mendiburu a la cabeza-, cada vez que aparecía algún elemento o algún objeto decíamos: «Nosotros también somos esa época”. Tanto podía ser las tapas de la revista Gente como lo que se consumía o lo que se veía. Desde el punto de vista de la realización es muy interesante recrear una época tratando de ser lo más detallista posible. Que todo esté en su lugar incluso ayuda a la construcción para que los actores puedan lucirse y brillar. Por ejemplo, la tacita de café en el lugar donde recreamos el despacho de la Casa Rosada, era la misma donde se tomaba café.

Hay gente que me comenta que la vio dos veces para encontrar los detalles. Me mandan capturas y me dicen lo que encontraron. Un objeto que está muy fijado en la memoria es el Menemóvil. Nosotros fuimos a buscarlo y encontramos que es un micro que está en Rosario y ya no anda más. Tuvimos que buscar un modelo igual. Esas recreaciones implicaban un riesgo altísimo. Pero estaba buenísimo tomarlo como desafío y no quedarse en la zona de confort. Con la experiencia previa de la serie de Coppola, hacer Menem inmediatamente después fue como duplicar el desafío, como decir «sigamos a ver hasta dónde podemos empujar los límites de la imaginación».

-Cara de Queso, que fue tu primera película, también está enmarcada en los 90.

Absolutamente. Es la décad donde transcurre mi adolescencia, de los 13 a 15 años, del grupo de amigos. Eso queda como una marca. Pero también creo que los proyectos lo eligen a uno y no al revés. Por estas casualidades surgió que Pol y Cabe Bossi, de Pampa Producciones me dijeron: «Tenemos un proyecto que queremos hacer con vos» y me propusieron hacer la serie de Coppola. Y en paralelo, Mariano Varela me dijo: «Quiero hacer Menem con vos». Entonces pude plasmar lo que ocurrió en esa década, tan rica desde el arte, desde lo visual y lo cultural, desde lo pop y lo kitsch… Los jopos, los peinados, los vestuarios…recrearlos fue como una fiesta.

-Esa fiesta de la pizza con champagne.

Sí. Hoy en las redes sociales están todos exponiendo todo. Hay algo del «ver» y del «parecer» a partir de cómo se muestra. Los 90 fue la etapa anterior pero sin redes: había una idea de jet set pero también de la farandulización, de exhibir lo exclusivo, lo VIP, de cierta frivolidad de esa vida.

-¿Qué fuentes te abrieron el camino hacia ese registro casi documental de la frivolización del jet set?

En el curso del rodaje nos pasó algo increíble. Conocimos al fotógrafo presidencial, Víctor Bugge y nos dio unas fotografías para que narrativamente nos funcionaran como inspiración para la historia. Eran dos tomos de un libro de fotoperiodismo. Encontramos imágenes impresionantes: Menem con la Ferrari, con Los Rolling Stones, arriba de un avión, bailando. Me impresionó una foto espectacular de Menem en un avión y vestido de piloto. Era el álbum de figuritas que mejor representaba la época a partir de los vestuarios. Esa época tenía algo muy estético y visual y en un punto decidimos que debía ser nuestra estética. Junto con la música y las locaciones terminó de construir esta atmósfera que queríamos transmitir: que sea un viaje inmersivo. Menem es como poder viajar a los 90, que es lo que siento cuando filmo.

-Tanto en Menem como en Coppola aflora la vertiente de la comedia. ¿Estaba en la idea original o forma parte de tu marca de fábrica?

La comedia es el género superior a todos, en el que más me siento cómodo. Me encanta hacer reír, es una manera agradable de contar historias y de lograr que la gente pueda emocionarse. Es un género muy noble, sano y muy sanador. También habla de nuestra identidad: nosotros somos bravos con la comedia, no es tan fácil hacernos reír. Tenemos algo de cinismo, somos un público difícil. Pero me siento muy feliz haciéndolo.

-De todos los comentarios que recibiste sobre Menem, ¿cuál es el que más te impactó?

Más que impactarme, me encantó que muchos me dijeran: «Vi muy pocas veces a Leo Sbaraglia mientras estaba viendo la serie«. Pasó lo mismo con Griselda y con Juan, pero principalmente con Leo. El público entró en el personaje. Tanto como lo que me pasó en el rodaje. Muchas veces, mientras filmaba a Leo, no estaba filmándolo a él. Suena como una locura, medio místico; pero por el contrario, era el resultado de trabajar mucho y de mucha concentración: pensá que durante las diez semanas de rodaje, venía al rodaje transformado después de dos horas y media de maquillaje. Cuando empecé a recibir esos comentarios sentí que el trabajo estaba hecho.

Ya se anunció la segunda temporada de Coppola, ¿va a haber una segunda temporada de Menem?

Por ahora no. No me estoy haciendo el misterioso: nadie dijo «Estuvimos un año y ya tenemos la segunda temporada escrita». No tenemos el afiche de “Menem 2 – Coming soon”. Hay ganas de seguir con la historia, claro. Obviamente, los buenos resultados ayudan un montón. Ojalá que sí, porque también hay mucho para seguir jugando ahí.

-Siguiendo esta línea de personajes emblemáticos, ¿qué otros protagonistas fantaseás con hacer?

La vida de Gerardo Sofovich me parece superinteresante. Como la de Alberto Olmedo. Me entusiasma esa época del teatro de revista, de la construcción de esa nueva comedia. ¡Me hubiera encantado hacer la de Chespirito! Y me encantaría la de Don Ramón. No estoy en la búsqueda desesperada de seguir haciendo biopics, porque en un momento también se agota. Pero es un género hermoso para explorar, que explotó con las plataformas.

-¿No más vuelta a las salas?

¡Sí, cómo no! ¡Obviamente! Tiene que ver con los proyectos y con un buen guion, que uno tenga muchas ganas de hacerlo. El cine es el cine: en diciembre del año pasado estrené una película en México en salas y le fue muy bien (Una pequeña confusión). Pero las series son hermosas también: yo no demonizo. El mercado argentino a nivel cine sigue sin poder recuperarse: ese es el tema real. También siento que hay un hábito que se perdió a partir de un cambio de consumo. Pero si el público argentino conecta con una película, va a volver al cine: hay varios ejemplos de películas argentinas que les ha ido muy bien. No con los números que había antes porque ya no va a suceder, algo que no solo sucede en Argentina sino en el mundo.

Menem no estuvo en el cine, pero sé que a la serie le fue muy bien por lo que recibimos. En cierta manera es la sensación de que pasó por las salas. Uno desde más chico viene haciendo películas y siempre se añora el cine. Pero lo que te hace feliz es que los contenidos se vean. El deseo de todo director o de los productores es que lo que hacemos con tanta pasión encuentre su público. Sea en una pantalla de cine o sea en una tele. Para eso contamos historias: para poder conectar y que la gente pueda disfrutarlas.

Julia Montesoro

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