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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Diana Frey, productora de «Esperando la carroza»: «No hay nada más divertido que verla en salas porque la risa es contagiosa»

Diana Frey fue productora de Esperando la carroza, grotesco criollo constituido en un clásico del cine argentino y que celebra los 40 años de su estreno volviendo a presentarse en salas a partir del jueves 8.

Con dirección de Alejandro Doria, se estrenó comercialmente el 6 de mayo de 1985. Protagonizada por Luis Brandoni, China Zorrilla, Antonio Gasalla, Julio De Grazia y Betiana Blum, junto a Mónica Villa, Juan Manuel Tenuta, Andrea Tenuta, Lidia Catalano, Cecilia Rosetto, Enrique Pinti y Darío Grandinetti, está basada en la obra de teatro homónima del uruguayo Jacobo Langsner, estrenada por la Comedia Nacional de Uruguay en 1962 y dirigida por Sergio Otermin.

El tributo a su esteno comenzará el martes 6 a las 19 hs. en el Hall Alfredo Alcón del Teatro San Martín, con un encuentro abierto al público que contará con la participación de Luis Brandoni, Mónica Villa, Betiana Blum —parte del elenco original— y Diana Frey. A las 21 h, en la Sala Manuel Antin del Centro Cultural San Martín, se proyectará la película, con entrada libre, que podrá retirarse el mismo día desde las 19 h en el hall del Teatro San Martín, por orden de llegada.

Esperando la carroza generó un culto inusitado que se transmite de generación en generación. Cuarenta años atrás, ¿qué te hacía pensar que tenías entre manos un proyecto destinado a convertirse en un clásico?

Yo tenía una confianza absoluta en el guion. Era muy divertido. Estaba segura de que iba a gustar, porque si a mí me gustaba, la iba a ver gente como yo. Pero estaba aterrorizada porque no encontrábamos a la vieja. Fuimos a ver a Niní Marshall y nos dijo que no porque había empezado a hacer café concert con Lino Patalano. Aparte, aunque se había estrenado en teatro, no tenía idea de qué era Esperando la carroza. Ella tenía razón, frente a la posibilidad de hacer sola su espectáculo sin depender de nada. Tenía un talento extraordinario y debía hacer un revival para mostrar su talento.

Yo estaba desesperada por hacerla. Pero Dios me tocó con la varita mágica y un día le dije a Alejandro (Doria): “No te enojes, pero te voy a tirar una idea, ¿y si la hacemos con Antonio Gasalla?”. Él me dijo que sí. Entonces llamamos inmediatamente a Jacobo Langsner, el autor de la obra teatral en la cual está basada la película. Lo único que dijo, que fue muy gracioso, fue: «la China (Zorrilla) me va a matar porque ella es la protagonista excluyente de la obra». Él lo sabía más que nadie: ella llevaba toda la acción. Y ya sabía que la presencia de Gasalla iba a ser muy impactante. Pero Jacobo y la China eran muy amigos. Y no se enojó.

-Se puede aceptar que el éxito no tiene fórmulas. Pero cuando un producto es un éxito se buscan explicaciones. ¿Qué explicación le encontrás a Esperando la carroza”?

Siempre es misterioso. A mí me gustaba mucho y le tenía fe, pero de eso a lo que ocurrió después no hay parámetro. En la historia del cine argentino no hay una cosa igual, habiendo existiendo películas muy valiosas y extraordinarias. Pero pasó que tocó algo muy fuerte con relación a la familia. Porque gusta mucho el texto, los actores, la dirección, la puesta en escena ¡todo! La película tiene méritos que disfruta la gente.

Por otro lado, estaba calificada como apta para mayores de 13 años. ¡Una locura! Pero justo fue el momento que empezaba a crecer el video cassette y la película pasó a las casas. Ahí la empezaron a ver los chicos. Ellos se morían de risa porque se burlaban de todos: los tíos, los abuelos, los parientes. Después, a través de los años se fue extendiendo de padres a hijos, de hijos a nietos. Es un misterio, yo no puedo dar una explicación. Lo que cuenta en el núcleo familiar es lo que ha pegado en la gente.

Esperando la carroza tendrá su reestreno en salas. ¿Era más arriesgado el estreno en 1985 o ahora?

Cuando nosotros estrenamos, la televisión era una gran competencia: había grandes programas con obras interesantes. Las mismas telenovelas eran buenas. La competencia con ese entretenimiento era grande.

Estrenar ahora es un riesgo porque la película tiene 40 años. Actualmente, la gente tiene a disposición muchos medios audiovisuales. Pero tiramos una moneda al aire porque confiamos en la vigencia de la película. Además creció con los años: la gente repite diálogos de la película aun sin haberla visto. Hace unos días me contaba un amigo que en México había gente que repetía los diálogos literalmente. Una cosa rarísima, ¡porque no la estrené en México! Está sacada de Internet evidentemente. Esto ocurre porque hay una identificación muy fuerte. Una vez entré a una playa un estacionamiento, estacioné y cuando estaba cerrando y escuché que unos muchachos que cuidaban el lugar, hablaban sobre qué comer y uno de ellos dijo: “Tres empanadas”, imitando el acento de Luis Brandoni.

Es inevitable pensar en el rol consagratorio de Antonio Gasalla, fallecido el 18 de marzo pasado. Más allá del elenco formidable (con Luis Brandoni, China Zorrilla, Betiana Blum o Julio de Grazia, entre otros), ¿había película si Gasalla decía que no?

¿Cómo saberlo? La película vale por sí misma. Es muy importante aclarar que en la obra de teatro el personaje de Mamá Cora llega hasta los flancitos, cuando hace ese lío en la cocina. El personaje de Mónica Villa sale gritando pidiendo socorro cuando la vieja se tira un pedo. Hay un corte y se ve a Mónica entrando a la casa a reclamarle a los otros que se comprometan. Cuando vuelven a la casa ya no está la vieja. No saben qué pasó. La escena vuelve a la casa con los parientes, que informan que la vieja no está. En todo ese período de la obra original, la gente cree que se perdió o la agarró un tren. Tanto es así que la obra termina cuando ella entra a su velorio en el final.

Al haber puesto a Antonio Gasalla, Alejandro Doria (muy brillante e inteligentemente), hace cómplice al público de que ella está viva. Sabe eso y que los demás son unos tipos despreciables. Con Gasalla, Alejandro dijo: «voy a hacer que el público sepa». Obviamente lo sabe porque la mostramos en escena, mientras la familia no sabe nada. Son tan hipócritas que la velan y hacen esa payasada ahí en la casa.

Nadie puede negar el talento de Antonio. En la película tiene una participación pequeña: está unos 12 minutos, en pequeñas escenas donde muestra los disparates que hace. Por ahí no se nos ocurría la idea y dejábamos todo como la obra original. Que el público no sea cómplice de la situación. Y cambiaba la mirada sobre él.

-En todo caso, además del papel de Antonio Gasalla, gran parte de su lucimiento tiene que ver con Alejandro Doria

Tenía un sentido del timing que jamás volví a ver. Llegaba a la filmación y te decía dónde iba la cámara y qué lente necesitaba. Nada de hacer todas las tonterías que hacen de filmar 4.800 veces una escena, porque ahora se graba y es más barato. Tenía un ojo entrenado por tantos años de director de televisión. Imaginate que filmábamos de 9 a 17 y en 5 semanas. ¡Eso no existe más! ¡Hoy la gente se está muriendo esperando que termine el rodaje!

Era un profesional extraordinario en muchos sentidos. Tenía un gran respeto por el púiblico. El era verdadero, no era un hipócrita. Como he visto de algunos que se quieren hacer los populares y en verdad desprecian profundamente a la gente. Entonces cuando hacen una cosa popular es falsa. Él era así, no necesitaba un gancho para atrapar al público. Y el olfato del público lo detectaba.

Además tenía un gran sentido del humor, nadie lo sabía porque lo veían grandote.

-La película retoma además su formato original: después de cuatro décadas, vuelve a exhibirse en pantalla grande.

No hay cosa más divertida que ver esta película en una sala con gente, porque la risa se contagia.

Julia Montesoro

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