El actor, realizador y docente Daniel Elías, popularizado por su rol protagónico de Los delincuentes, de Rodrigo Moreno, tuvo a su cargo junto a Daniela Seggiaro el Taller de Actuación y Dirección de Escenas, organizado por la Secretaría de Cultura de Salta y la Universidad Provincial de la Administración, Tecnología y Oficios (UPATECO), a través del Programa de Formación Audiovisual «ESTUDIO 387», que concluye el último jueves de noviembre.
El programa tiene como finalidad ofrecer conocimientos avanzados sobre herramientas y técnicas específicas para la producción audiovisual. Está dirigido a estudiantes avanzados de carreras relacionadas y a profesionales del sector, con el propósito de ampliar y perfeccionar sus habilidades para crear, desarrollar y producir contenidos de alta calidad.
-Ocupás un espacio trascendente en Salta a través de tus facetas como actor, realizador y rol docente. ¿Cómo evaluás el estado de la producción audiovisual en la región?
Hay avances concretos y se van incorporando nuevas asociaciones. El fondo implementado por el Plan de Fomento incentiva y nos permite una realización de estándares de audiencia media, en relación a lo que se produce -o se producía- a través del INCAA. Son fondos que permiten el desarrollo y el comienzo de los proyectos. A esto hay que sumarle el programa cash rebate para lo que se filme localmente.
–Actualmente tenés en desarrollo Los niños mienten, tu primer largometraje. ¿Qué implica ser director en una provincia como Salta?
-Es un desafío. No creo que exista un regionalismo en el cual haya un modo de producción diferente: seguimos dependiendo de políticas nacionales y de premios, financiamientos o subsidios a nivel nacional. Por suerte tuve la posibilidad de poder participar en proyectos de Buenos Aires, de Tucumán y de otras regiones y eso me resulta clave en mi carrera, por lo menos para poder trabajar con realizadores de distintos lugares.
-¿En qué etapa se encuentra Los niños mienten?
Está en desarrollo. Ahora mismo, un poco en stand by por las políticas actuales. El proyecto comenzó en pandemia y quedó detenido porque me metí de lleno en mi rol de actor. Especialmente después protagonizar Los delincuentes, de Rodrigo Moreno, que tuvo una gran aceptación y recorrido, pero que antes tuvo varios años de rodaje y realización.
Para el desarrollo del proyecto partícipé de un concurso Raymundo Gleyzer, donde tuve una tutoría en guión, producción y dirección. Obtuve un fondo ciudadano, que no fue mucho dinero, pero que me permitió hacer una versión con Rodrigo Moreno. Y continúo en el trabajo de escritura: pasé por varias versiones del guion, que se va a seguir trabajando, inclusive hasta el montaje.
-¿Qué historia querés contar?
Gira en torno a anécdotas propias. Tienen que ver con idas a pescar con padres, familia y amigos médicos, que van de excursiones al Chaco salteño a atender a indios wichis-chorotes, desde un punto de vista asistencialista. Nosotros éramos un grupo de niños que íbamos a acompañar. Nos llevaban a pescar, a campear -como le dicen ahí-. Eso lo viví muchas veces. Siendo adolescente, llevé a vivir a mi casa a un chico de la calle, aunque mi familia no estaba de acuerdo.
Son vivencias propias, vinculadas a la idea de convivencia entre el indio y el blanco, que viene del Siglo XIX y que siguió hasta después de la Conquista del Desierto.
En la historia, se genera una relación de amistad entre un niño preadolescente criollo con otro niño del chaco salteño. Me parece muy interesante la relación entre los criollos y los indios. Es una historia de descubrimientos y de buscar una cierta identidad o convivencia. Me interesa encontrar allí mi lugar de conciencia social. Como si me quedara cierto remordimiento al haber hecho este acto rebelde de adolescente de llevar a este chico a mi casa y no haber podido lograr mucho. No se trata de bajar una cierta idea, sino de pensarlo en términos más poéticos.
Julia Montesoro