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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

El mexicano Gal S. Castellanos estrenó «Mi pecho está lleno de centellas» en el Doc Buenos Aires: «Fue un salvavidas necesario para vivir»

El realizador mexicano Gal S. Castellanos fue uno de los invitados especiales de la 24º Muestra Internacional de Cine de Buenos Aires – Doc Buenos Aires, que se llevó a cabo entre el martes 20 y el domingo 25. Allí presentó su documental en primera persona Mi pecho está lleno de centellas, en el que reflexiona sobre su identidad trans, el peso del patriarcado y su vínculo afectivo -pero también conceptual- con su madre.  

“La película fue un salvavidas que se convirtió en algo necesario para vivir. Con el tiempo, tomó un lugar en mi vida de manera más física, como algo que se cuida y que se hace crecer y, por lo tanto, también desde lugares mucho más apegados a la performatividad y los artilugios escénicos o narrativos que nos ayudaban a articular las cosas que nos interesaba narrar”, según detalló su realizador, quien estuvo en Buenos Aires acompañando el estreno argentino.

El documental narra la vida íntima de Castellanos: luego de la muerte de su padre, su madre decide escaparse a Turquía para conocer a su amante secreto de Facebook. Ante esa situación, le propone a su madre comunicarse con videocartas. Ella, quien había dejado su oficio de cantante para vivir su maternidad, encuentra la libertad por primera vez lejos de casa. Los videos-correspondencia revelan los intentos por mirarse a través de un viaje emocional tembloroso. En medio de la grabación de la película, Castellanos quiere transicionar de género y cambiar su nombre.

-¿Cómo surgió la idea del documental?

Apareció como un impulso para romper con mi realidad, como una herramienta para mirar el duelo que arrojaba la muerte de mi padre y la decisión de autonomía que mi madre tomaba a sus 50 años. Había una preocupación latente porque los espacios creativos que la película abarcaba pudieran vivirse siempre con todas las herramientas necesarias para registrar emociones o sensaciones que le ayudarían a la película a encontrar esa forma.

Al mismo tiempo, al ser un proyecto tan personal, la idea de construirlo en un espacio seguro era totalmente necesario, así que también nos ocupamos de generar una ruta de trabajo y creativa que pudiera contestar a nuestras necesidades y no al revés. Esto nos daba libertades que entonces nos dejaban buscar profundo, encontrar y equivocarnos para retomar después. A mí me interesaba mucho eso, que la película pudiera sentirse en el cuerpo antes que ser película.

-El documental transita en la idea querer cambiar el rumbo de la vida, ¿lo pensaste inicialmente así?

Más bien fue fortuita la vida. Fue la transformación propia de la vida la que permitió que, dentro de la película, sucedan cosas. Al mismo tiempo, tenía un equipo que me acompaña y estaba dispuesto a vivir la maleabilidad dentro del espacio de trabajo fílmico a medida que la vida de todos y mía avanza.

Una de las cosas claras -aunque me costó mucho expresar-, era que yo quería un archivo vivo, una especie de mosaico que nos permitiera jugar con muchas cosas a la vez. Buscaba deshilvanar los nudos emocionales de los personajes a medida que avanzábamos en la historia.

La película se ha hecho a lo largo de seis años, a través de una búsqueda ardua y prolongada: horas de trabajo, de experiencias, de compañía, de vivencias y de dudas. En algún punto entendimos que estaba hecha también de esos miedos y errores que surgen durante la transformación. No es perfecta, pero eso la deja latir a mi parecer, y deja que otros se conecten con esto que es más bien como un zumbido imperfecto pero lleno de emociones y de gestos.

Al final, la película está totalmente construida para decir las cosas que nos interesan, aunque el proceso haya sido doloroso y caótico y se convierta en una traducción que de alguna forma nos hacía sentido.

-Muchos directores de cine sostienen que terminan de escribir el guion en la sala de edición ¿para vos fue así?

Totalmente. La película fue, sin duda, un trabajo de acumulación de material. Durante los dos últimos años de la realización que llegó el equipo de montaje. La película se fue haciendo, desde que se inició, con procesos muy colectivos con las Muchachxs Salvajes (productores) y con el fotógrafo Bruno Santamaría. Hay un poco de todos en medio de la peli. Pero la película fue tomando forma cuando comenzamos a montar de manera formal con Andrea Rabasa y Daniela Silva, quienes estuvieron en el equipo creativo de montaje y escritura acompañándome. Definitivamente comenzamos a entender lo que abarcaba cuando nos sentamos a descubrir qué arrojaba el material grabado que. Todo toma también perspectiva cuando pasa el tiempo y creo que es una película que necesitaba esperar eso, el paso de todo, para después volver a interpretarlo.

-¿Cuáles fueron las principales dificultades que te encontraste a la hora de realizar el documental?

Hacer cine en México es muy difícil; sobre todo en este tiempo, que nos ha tocado combatir desde lugares de autofinanciamiento. Muchos de los procesos se hicieron con los recursos que teníamos a la mano y con mucha determinación. Después, cuando logramos construir algo, recibimos apoyos importantes del IMCINE (Instituto Mexicano de Cinematografía). Mis colegas y yo no venimos de lugares privilegiados económicamente y, en medio de hacer cine, siempre hay que encontrar cómo subsistir, lo cual es muy triste también. Sin embargo, creo que los apoyos que existen para el cine nacional en México pueden ser cada vez más sólidos si se les da continuidad, y eso me llena de ilusión y esperanza en el cine mexicano. Creo que es importante lo que hacemos los artistas: trabajamos con el descubrimiento y eso es algo que nos alimenta como humanos. Es algo serio y necesario.

-¿Qué planes tenés para el documental? ¿Sigue su camino por festivales?

Estamos muy contentos con la recepción en Buenos Aires: fue muy bello exhibir en un festival como el Doc Buenos Aires. Es notable su entrega a las películas y la forma de vivirlas. Aparte, me he enterado durante los días que la Sala Leopoldo Lugones es de las más importantes acá, así que me parece un honor que la película haya sido proyectada allí. Conocer a Carmen Guarini y Roger Koza ha sido realmente un regalo. Regreso a México con el corazón lleno de aprendizaje para compartir con mi familia cinematográfica. Y sí, la película comienza a generar sus propios vínculos, es como un hijo. Estamos buscando exhibirla en más festivales, pero también en caminos de exhibición más públicos y que no se limiten a un nicho. Por otro lado, tengo la idea en la cabeza desde hace unos meses de generar una especie de gira itinerante en las azoteas de las casas de México que nos permita estar y compartir desde otros lugares.

Claudio Marazzita

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