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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Julia Solomonoff regresó a la Argentina para desarrollar «Sed», con Rafael Ferro: «Hacer cine independiente es una manera de resistir»

Julia Solomonoff estuvo en la Argentina para continuar el desarrollo de Sed, un proyecto experimental cocreado y protagonizado por Rafael Ferro. Desde 2021 la directora académica de la maestría en cine de la Universidad de New York, la escuela de cine más importante de los Estados Unidos. Pero tiene en sus planes dejar el cargo para privilegiar su rol de realizadora. Entre otras cosas, para poder concluir otro de sus proyectos de largo aliento: el documental La Ilusion de un verano sin fin, con la fotógrafa Alessandra Sanguinetti.

-Hace dos años nos contaste que el proyecto Sed tiene dos ejes esenciales: el redescubrimiento del país por la puerta de atrás y la relación entre la naturaleza y el hombre. Dos años más tarde, ¿cómo fue evolucionando el proyecto?

¡Guau, es una pregunta grande! En esta etapa me centré un poco menos en la relación con la naturaleza, porque de hecho he podido viajar menos por Argentina, por cuestiones logísticas y económicas. Entonces, como es un largo experimental, con una flexibilidad que la narrativa convencional no tiene, en esta parte de la investigación nos metimos más con la historia.

Particularmente, con los distintos relatos de cautivas de la literatura argentina y americana. Es como una especie de cautiva al revés: Rafa ahora va a ser un soldado de la Campaña del Desierto, que –según su propia concepción- salva a una niña de los pueblos originarios. Pero en realidad es un secuestro: es la historia de una cautividad y de un secuestro de una niña que no deseaba ser tomada ni llevada a un monasterio.

Es una parte muy breve de la película y cuando lo cuento parece enorme, pero es casi como una visita al pasado porque el argumento tiene mucho que ver con distintos roles masculinos que atraviesan la historia argentina.

Hay un tema que tiene que ver, de una manera un poco metafórica, con desapariciones y cautividades. Decidimos hacer un salto al pasado y nos estamos encontrando con cosas nuevas que conectan. Porque también es el comienzo más fuerte del extractivismo en Argentina. Está muy profundamente conectado con lo que yo quería estudiar: qué es el campo hoy, qué es la naturaleza hoy. Y esta vez lo hago con una pequeña veta histórica.

-¿Cómo es el vínculo con Rafa Ferro, a quien habías dirigido en tu última película, Nadie nos mira?

Nos conocimos en Nadie nos mira, pero nuestra relación es de una gran complicidad creativa. Él es un cocreador. Yo no creo que sea “el actor” de la película. No es alguien que hace su papel, tipo “vos vas para allá y para acá” y yo le digo las directivas. No digo que la gente se dirija así a los actores (Risas): siempre hay una colaboración mucho más profunda. Pero en este caso la colaboración pasa por la preescritura -ni siquiera la escritura-, las cosas que nos interesan, las que estamos leyendo, las que nos provocan y nos inspiran.

La complicidad creativa con Rafa va más allá del resultado de una película: es una amistad. Nos gusta intercambiar películas, libros, impresiones, ideas. Así también estamos haciendo esta película.

Y también compartimos una amistad muy linda con alguien que fue para los dos un mentor: Carlos Cozarinsky. Entonces, yo llegué un mes después de que él se fuera y la verdad es que estuve esa sensación de que me había perdido un reencuentro. Había estado muy en contacto con el en el último mes.

-¿Sed sigue manteniendo el espíritu independiente y experimental?

¡Más independiente que nunca! Nunca tan independientes. Creo que más que los cortos que hice hace 30 años.

Es una manera de resistir. Seguir haciendo sin esperar que se solucionen cosas que desgraciadamente solo estamos viendo que empeoran. Al mismo tiempo saber que podemos contar más y hacer ese ejercicio totalmente poético de cuán poco hace falta para contar. Ni siquiera hablo de una historia, sino de ciertas imágenes y ciertos pensamientos puestos en un espacio que se pueda compartir. En un cine o en una sala de un museo, no lo sé. Pero nos quisimos regalar la libertad de poder jugar, ya que no estamos haciendo dinero.

 -¿En qué instancia está el proyecto?

El cine industrial tiene etapas muy marcadas: desarrollo, escritura, preproducción, producción, posproducción. Pero el más independiente y experimental se puede dar el lujo de tener las etapas mezcladas. Como decía Jean-Luc Godard: pueden tener principio, medio y fin, pero no necesariamente en ese orden. Estamos en una etapa de experimentación, investigación, con algunos elementos de pruebas de rodaje. Pruebas en fílmico de 16 mm. en blanco y negro, algo que yo hacía hace 30 años. Como somos un grupo muy pequeño, podemos hacerlo con lo que tenemos a la mano.

-Tu estada en la Argentina responde a terminar una parte de Sed. Pero tu vida laboral se desarrolla en Estados Unidos. ¿Cuál es tu presente y tus proyectos?

En los últimos tres años estuve totalmente tomada con mi posición en la Universidad de Nueva York. Este año fue aún más intenso, con mucha responsabilidad. Académica, administrativa y también humana. El 50% de los estudiantes son internacionales. Tuvimos dos guerras en los últimos dos años dividieron a estudiantes y profesores y ha generado una intervención prácticamente policíaca dentro de la Universidad. Me han puesto a mí también situaciones en las que yo no quiero estar. Decidí que no voy a continuar.

Tengo este año para hacer la transición y voy a seguir como profesora de dirección, que me encanta.

Los alumnos son súper talentosos: tenemos una selección de experiencias y miradas muy estimulante. Hay gente de todos los lugares de Estados Unidos y de todas las clases sociales: hay gente becada, gente que viene de mucho privilegio y otras con mucha dificultad. También de otros lugares del mundo, como Africa. Y por supuesto, de Latinoamérica. Y de Argentina: hay una estudiante cordobesa. Aprenden a colaborar y a contar historias juntos. Apuesto mucho, creo mucho en el valor de ese tipo de diálogo. Creo que el mundo sería mejor si hubiera más de esas instancias. Pero me ha tomado prácticamente toda mi energía en los últimos casi cuatro años. Entonces quiero salir prolijamente de ese lugar.

-Por otra parte querés volver al cine.

¡Quiero volver a crear! Tengo que elegir y hacer lo que amo con la gente que quiero y respeto. Por suerte me dan lugar, me esperan y me hacen espacio, como este equipo argentino de Sed. Quiero poder dar más espacio a eso.

Como un documental divino que estamos haciendo con Alexandra Sanguinetti, desde hace varios años. Ella es una fotógrafa consagrada. Sus fotos están en las colecciones del Museo de Arte Moderno (MoMa). Es una fotógrafa muy consagrada, pero lo que nadie sabe es que ella mientras hacía las fotos de la serie de Guillermina y Belinda (NR. Dos primas que viven en el campo, a 300 km. de Buenos Aires), también las estaba grabando en video. Tiene 24 años de ese material.

En enero de este año, la Fundación Cartier Bresson de París hizo una retrospectiva de Guillermina y Belinda. ¡Fuimos todas! Guillermina, Belinda, María O’Donnell -que es amiga de Alexandra- y yo. Fue la primera vez que estas dos primas del campo argentino, que siempre tuvieron noción de la importancia de esas fotos, por primera vez suben a un avión y van a un museo que les dedica el espacio a esa obra.

Siento que la película va a ser una obra poética. Parecía que iba a ser un documental sobre dos primas jugando en el campo argentino. Pero fue adquiriendo otra relevancia: habla del paso del tiempo, de lo que significa ser mujer en el campo, de la convivencia y del respeto a los animales y a la naturaleza.

Julia Montesoro

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