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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Pablo Conde dejó de ser el director artístico del Festival de Mar del Plata: «El cine nacional y quienes lo hacen no son prioridad para el INCAA actual»

El director artístico del Festival de Mar del Plata, Pablo Conde, anunció a través de las redes sociales su desvinculación del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.

“Tuve el privilegio absoluto de ser parte del Festival de Cine de Mar del Plata desde 2009. Muchas veces me pregunté cuáles serían los motivos de mi partida, cuándo y cómo llegaría ese momento. Hoy, es una de las respuestas: ese momento llegó. Aquí, unas palabras al respecto”, prologó Conde en su cuenta de twitter @generacionvhs.

La partida de Conde, nombrado director artístico en 2022, acentúa la crisis del festival –el único de América Latina catalogado como Clase A por la FIAPF-, ya que el pasado 18 de julio también se había desvinculado su presidente, Fernando Juan Lima.

Conde argumentó en el texto compartido las razones de su partida: “Equipo de trabajo, industria y público. Profesionalismo y comunidad. De eso se trata el Festival de Mar del Plata. Esos tres ejes son el secreto de su éxito. No puedo ser parte de una edición que no los honre”, describió en su despedida.

Conde también estaba a cargo de la programación de Hora Cero, el ciclo de cine de género de la muestra marplatense que tenía su correlato en el cine Gaumont. Su última proyección fue el martes 30 de julio: se preestrenó Fumar provoca tos, de Quentin Dupieux.

El texto de Pablo Conde es el siguiente:

“Tuve el privilegio de ser parte del equipo de programación del Festival de Cine de Mar del Plata desde 2009, cumpliendo el rol de director artístico de sus dos últimas ediciones. Muchas veces me pregunté cuáles serían los motivos de mi partida del festival, cuándo y cómo llegaría ese momento. Hoy, es una de las respuestas: ese momento llegó, concluyendo una parte fundamental de mi historia con el festival, la cual deseo fervientemente que continúe de otras formas -probablemente, como espectador-, por lo que el dolor -que existe y es grande- se ve mitigado por ese deseo.

Hoy, sin más, también dejo de trabajar para el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, ese INCAA que a lo largo de los años creció -desparejo, perfectible- hasta ser un organismo que además de fomentar el cine argentino pasó a ser su principal difusor: con un canal de televisión, una plataforma online, programas para la creación, el pensamiento, el desarrollo, ayuda a festivales, un Gaumont y varias salas coordinadas federalmente; un crecimiento con explicación, aunque hoy -de manera conveniente para justificar su feroz reducción- no se detalle. Un INCAA sobredimensionado y al que sin dudas se le deberían haber hecho varios ajustes quirúrgicos, entendiendo sus potenciales aristas, que hoy también es víctima de no haber sabido explicar sus reales beneficios -ni a la industria ni al público-, que muchas veces fue tristemente usado como excusa partidaria e ideológica, tanto en el pasado como en el presente.

En su mínima expresión en años, consecuencia de una reducción atolondrada, poco estratégica y antojadiza, el INCAA actual se topa con una imposibilidad de gestión real sobre sus propias intenciones, entre ellas la de concretar la inminente edición de su festival insignia. Los inconvenientes abundan, como que haya llevado un semestre reemplazar en su página web un logo que decía «38» por su actualizado «39», que no haya tenido un proceso de inscripción apropiadamente bilingüe, o que al  cerrar el mes de julio no tenga un mínimo equipo de programación propiamente contratado y esté acéfalo en los papeles, carente de autoridades designadas salvo las administrativas, porque el triunfo de lo kafkiano es absoluto, Gregorio Samsa incluido.

Creo desde siempre que los ejes fundamentales que se articulan en la construcción de un festival de cine son tres: el equipo de trabajo, quienes participan con sus películas -es decir, cineastas, elencos y profesionales, entre otros- y el público. Durante años, con buena parte de quienes colaboramos en la construcción del gran festival en el que se transformó Mar del Plata cuidamos esos ejes con especial ahínco, sabiendo que allí radica su centro gravitacional. Hoy veo con tristeza que esos ejes no sólo no son prioridades, sino que hasta son molestia. Con dolor, de allí me voy, con la conciencia tranquila de haber llegado un poco más allá de hasta donde me fue posible.

Con el devenir de las ediciones, el festival logró un equipo profesionalizado de primera línea, el primero de esos ejes, aplaudido por visitantes de relevancia, ya fueran artistas o gente de la industria. Un equipo reducido -en especial si se lo compara con el de cualquier otro festival importante- al que hay que aplaudir de pie, una y otra vez, por lo que logró en los últimos años, pese a condiciones poco deseables. Por estas latitudes, un festival de cine sólo se puede hacer con gente que da más de lo que puede para sortear los no pocos obstáculos que surgen -económicos, institucionales, burocráticos, políticos-, gente que se identifica con los objetivos, que resuelve, que brilla en la oscuridad. Un equipo que, salvo contadas excepciones, no fue convocado para la próxima edición.

Otro de los ejes del festival está conformado por quienes hacen las películas que se exhiben, hoy víctimas de un desinterés que quedó demostrado en las últimas semanas, entre anuncios y publicaciones oficiales. El cine nacional y quienes lo hacen no son prioridad para el INCAA actual. Parece una máxima tonta, pero un festival no es tal sin las películas, por eso el de Mar del Plata siempre cuidó profundamente su programación, su comunicación y el acompañamiento de sus invitados. Nada de eso debería cambiar.

El tercer eje es el fundamental: el festival necesita primordialmente a su público. Y no hay mejor que el de Mar del Plata y su profundo vínculo identitario. No lo digo de manera exitista: quienes hayan participado del festival en estos últimos años saben que es verdad. Lo dicen quienes vienen de otros países, maravillados con el nivel cultural e intelectual de la audiencia. Con su pasión a la hora de poblar esas salas a tope, a la hora de debatir, preguntar, pensar, aplaudir a rabiar. Si el Festival de Cine de Mar del Plata es uno de los principales eventos culturales de nuestro país, es por eso: por su público, el que exige amablemente que los otros dos ejes den todo para brindar una experiencia única, que hasta ahora sólo podía ser superada por la siguiente edición. En los últimos años, además, el festival le dio la bienvenida a un fuerte caudal de público joven, fervientemente activista en su cinefilia, que multiplicó salas llenas, con funciones agotadas previo a la apertura, proyectando películas nacionales y extranjeras que ganaron premios alrededor del mundo, recibiendo un importante caudal de talentos, siempre en busca de más.

Por privilegiar esos tres ejes, y pese a sus presupuestos exiguos, en los últimos años el festival brilló con la fuerza de mil soles. ¿Exagero? Para nada. Quien lo cuestione es porque no estuvo allí.

No, armar un festival de cine no es fácil. Y sí, sé que en un momento en el que “no hay plata”, lo que se debe hacer es una edición medida, pequeña, de acuerdo a las posibilidades. Pero también sé que, por eso mismo, es necesario escuchar a quienes tienen experiencia, sumarlos para ser inteligentes a la hora de optimizar, ahorrar, concretar logros reales. No hacer todo lo contrario.

Equipo de trabajo, industria y público. Profesionalismo y comunidad. De eso se trata el Festival de Mar del Plata. Esos tres ejes son el secreto de su éxito. No puedo ser parte de una edición que no los honre.

Algunas aclaraciones: ¿Creo que es una mala idea que el festival se haga con aportes de privados? No, de hecho desde hace años vengo insistiendo -en vano- en la necesidad de la búsqueda de sponsors para evitar los achiques continuos que viene sufriendo la programación, los cuales vienen vulnerando la efectividad de aquellos ejes enumerados. ¿Mi partida es consecuencia de los espantosos comunicados que el INCAA publicó en las últimas semanas? No, ya que comencé el proceso administrativo de desvinculación antes de que eso sucediera. Desde la Hora Cero, si se quiere (y no desde el Kilómetro Cero). Esas comunicaciones confirmaron fuertemente mi decisión.

Desearía que mi texto no se viera arrastrado por el millón de grietas que pululan por ahí. Son demasiadas. Es agotador vivir así, supongo que quien haya llegado hasta esta parte coincide al menos en eso. Pero quiero dejarlo en claro: no adhiero ni partidaria ni ideológicamente a ninguno de los cuadros políticos del 2009 –el año de mi ingreso al festival- hasta hoy. Si me identifiqué siempre con algo es con el Festival de Cine de Mar del Plata: mi única afiliación. Y creo que todo lo que hice en estos años fue para lograr el mejor festival posible, a la par de mucha de la gente que pobló el equipo en estos años, los cuales fueron rocosos, aunque nunca como este.

Como cierre, crecen los rumores -ojalá sean solo eso, no sería extraño dada la confusión reinante- de que se evalúa pasar el festival a marzo, lo cual sería un error por mil motivos, comenzando porque ya se hizo y no funcionó. Pero parece que tropezarse con la misma piedra es hoy el deporte de moda. Tras la innumerable cantidad de veces en que quienes veníamos trabajando en el festival insistimos en la necesidad de acelerar procesos y contar con el equipo necesario para hacer una edición a la altura de su talla, pasarlo a marzo sería elevar lo que ya es la concreta mala praxis de esta gestión al suicidio. Ojalá no suceda. Porque el Festival de Cine de Mar del Plata es mucho más grande que una u otra gestión. En especial, la actual.

Me preguntaba al principio cuáles serían los motivos de mi partida. Acá están todas las respuestas. Ojalá se entiendan desde el lugar del que nacen: el amor absoluto, sincero y desinteresado por el mejor evento cultural que para mí tiene nuestra querida Argentina, el Festival de Cine de Mar del Plata. Estas palabras sólo buscan apoyarlo.

Gracias totales a quienes me han brindado su afecto y acompañamiento durante todos estos años: son conmovedores».

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