spot_img
spot_img

Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Pablo Gorlero, periodista y director teatral: «Trabajo mucho con la verdad del actor; no me gustan los que actúan el personaje»

Además de ser un reconocido periodista, crítico e investigador teatral, Pablo Gorlero viene desarrollando la tarea de director teatral y puestista desde hace 14 años. Al cabo del primer semestre del año, registró una marca poco habitual: montó siete obras en la cartelera porteña.

Permanecen en cartel Alma Mahler, de Víctor Hugo Morales, con la actuación de Raquel Ameri, en el Centro Cultural de la Cooperación; Gayola en París, de Pamela Jordan, con actuación de Patricio Coutoune, en Patio de Actores; Al bárbaro le doy paz, sobre el universo dialéctico de María Elena Walsh para adultos, en el CCK; La minoica, un absurdo musical mitológico, comedia musical de su autoría, que lleva música de Martín Bianchedi, con diez artistas en escena, en el teatro Picadilly y El zorro, el labrador y el buen hombre, en el Teatro del Pueblo.

Además, presentó Ya lo sabía (de Jordi Cadellans) y Tin Pan Alley, creación propia, que ya no están en cartelera.

-¿Dejar la actividad cotidiana del periodismo te liberó para poner el eje en el teatro?

Sí, exactamente: esa era la finalidad. Yo quería dar un volantazo. Me decía a mí mismo que quería hacer un gran cambio. Si bien venía dirigiendo desde hace más de diez años, la intención era poder dedicarme a full. Tenía muchos proyectos acumulados y ganas de hacer un montón de cosas, pero cumpliendo una jornada laboral de 6 a 8 horas diarias no lo iba a poder hacer. El cambio me permitió tener todo el tiempo, todas las ganas, la voluntad y el deseo.

-Aunque ya pasó más de una década, ¿cómo fue el desdoblamiento en el tránsito del periodismo hacia el teatro como autor y director?

Se dio naturalmente y a la vez fue difícil. Difícil porque ejercía la tarea de crítico también en La Nación, lugar donde trabajé durante los últimos 24 años. Es demasiado tiempo para cualquiera en un lugar de trabajo: no hay que estar tanto tiempo en un mismo lugar. Me costaba al principio, pero por un prejuicio propio, de pensar que me iban a juzgar demasiado o a criticar. ¡De hecho lo hacían! Pero también la gente me decía que tenía que surfear esa ola y dejar que vean que lo que hacés está bien, que no estaba robando, entre comillas.

La tarea de dirección se fue dando naturalmente: de pronto me encontré dirigiendo una obertura de Premios Hugo. Ricky Pashkus me propuso dirigir con él esos megashows que hacíamos en el Gran Rex, como Primeras Damas o Señoras y señores.

Hasta que empecé a armar mi propio proyecto. No soy un director al que suelan convocar, sino que yo mismo género mis proyectos.

-¿Hay un método específico para dirigir o cada obra (y cada elenco) requiere una mirada diferente?

Creo que cada director tiene su método, su forma y mirada. También tiene que ver con el tipo de espectáculo que uno hace: dirigí un musical con 30 personas como Hair y también unipersonales, como los que estoy haciendo actualmente. Cada espectáculo tiene su particularidad. Y supongo que cada director lo elegirá de acuerdo a qué fantasía, qué cuadro se le ocurre en su cabeza para llevar adelante ese ese espectáculo.

No tengo un manualcito. Lo que sí trabajo mucho es la verdad del actor. Es decir, no me gusta el actor que actúa, el que me miente un personaje.

Me gusta aquel que ni me doy cuenta que está trabajando, ver una criatura viva arriba del escenario.

-¿Hay algún género en particular que todavía no abordaste y que te entusiasme como desafío?

Tenía muchas ganas, por ejemplo, de trabajar con títeres y me saqué el gusto este año. En cuanto a géneros teatrales, no: nunca dirigí un clásico teatral de texto, pero tampoco me interesa, no me mueve nada.

Para dar un ejemplo: me dicen de dirigir El conventillo de la Paloma o La casa de Bernarda Alba y yo respondo que llamen a Santiago Doria, que sabe muchísimo más que yo de esto.

-No, no me atrae y creo que hay gente que lo sabe hacer muchísimo mejor.

-¿Cómo llegás en estos momentos a estos cinco espectáculos? ¿Cómo hacés? ¿Estás en todos los teatros?

Es también el arte de administrar los tiempos. Sobre todo los tiempos de ensayos. Ahora ya me resulta fácil porque todos están estrenados, pero en su momento, cuando estaba ensayando, lo que hice fue iniciar los ensayos de dos espectáculos en enero. Entonces, tuve mucho tiempo de anticipación con esas obras. Los otros los empecé de manera más tardía. Me organizo de ese modo, sobre todo teniendo una tarea fija al estar en una redacción o una oficina. Soy un director presente y estoy prácticamente casi todas las funciones.

-¿Te queda tiempo para ver teatro como espectador?

Un poco, sí. Lo tenía más relegado cuando trabajaba en La Nación porque nunca sabía a qué hora me iba. Terminaba el cierre de la edición y me iba corriendo un ensayo. Ahora tengo más tiempo. Solo no puedo ir a ver los espectáculos que están el mismo día que yo tengo los míos.

-De las obras que dirigís, ¿cuál nos recomendás?

Recomiendo todos, empezando por el último que estrené: El zorro, el Labrador y el buen hombre. Es una obra con actores, titiriteros, títeres a tamaño real y un cantante. Habla de la empatía en la relación entre un hombre, su perro Labrador y un zorrito pequeño que se encuentran en el camino. Tiene pocas palabras y se comunican a través una partitura musical.

Julia Montesoro

Related Articles

GPS Audiovisual Radio

NOVEDADES