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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Martín Riwnyj estrenó el drama psicológico «Vladimir»: «La película mantiene el suspenso de principio a fin»

Martín Riwnyj es el director de Vladimir, el inquietante thriller psicológico protagonizado por Daniel Aráoz, Carlos Belloso y Marcelo Melingo que se estrenó el jueves 11 en más de 30 salas de todo el país.

Vladimir sigue la historia de un grupo de artistas plásticos que disfrutan de la vida y la diversión en el atelier del artista Vladimir. hasta que una tragedia los lleve a sumergirse en un oscuro viaje de redescubrimiento. Con tintes de thriller psicológico, se destaca por su fusión con otros géneros como la comedia negra, explorando temas profundos como la vida después de la muerte.

 -¿Cómo llegaste a Vladimir, que parte de tu propia historia y de tu experiencia como artista plástico resonaba en tu cabeza?

Justamente el punto de partida fue ese. Desde mi muy temprana edad me dediqué a las artes plásticas. Tuve un recorrido que se inició en talleres barriales, pasó por un bachillerato en Avellaneda e incluyó un paso por Bellas Artes, en la escuela Prilidiano Pueyrredón, que ya no existe más y que fue reemplazada por la Universidad Nacional de las Artes. En ese trayecto tuve la oportunidad de conocer mucha gente como Marta Minujin, Pérez Celis e infinidad de personas dedicadas a la pintura, a la escultura y a las artes en general.

Empecé a escribir Vladimir hace más de seis años a partir de esas vivencias: anécdotas, recuerdos, experiencias propias y de otros, quienes me las contaron. Lo interesante fue la búsqueda personal para cruzar e involucrar esa experiencia personal con un género: en este caso, el thriller psicológico y la comedia negra. Es la cuarta película de Superurban y siempre recurrimos al género. Por eso nos planteamos de qué forma podíamos mezclar estos dos universos. El resultado es una película muy extraña porque se refiere al mundo del arte, pero al mismo tiempo tiene una estructura de thriller psicológico y de comedia negra.

-¿Cuánto tiempo requirió llegar al estreno? ¿Cómo empezó el proyecto y cómo se fue modificando en el camino?

De esos 6 ó 7 años hasta hoy el devenir de la política y de decisiones de cada gobierno que fue entrando, en referencia al INCAA, nos atrasó mucho. Hasta que un día nos confirmaron el apoyo. Y tener el apoyo de INCAA gravita en un 90% de posibilidades de hacerla o no. Entonces nos juntamos las productoras para decidir si lo hacíamos, porque trabajamos con un presupuesto bajísimo y era un riesgo que había que asumir.

La rodamos apenas terminó la pandemia y nos tomamos un año de posproducción en 2023. Vladimir es el resultado de un sueño realizado, porque a pesar del tiempo que pasó, las vicisitudes y dificultades que atravesamos quedó una película de la cual podemos sentirnos muy orgullosos.

-¿Cómo fue el proceso de búsqueda del elenco? ¿De qué forma surgió la decisión de asignarle a Daniel Aráoz el rol central?

El principio fue muy caótico porque la película tenía un presupuesto muy bajo. Pero al mismo tiempo teníamos mucha confianza en la historia. Sin saber aun bien hacia dónde iba, pensamos en un elenco que además fuese armonioso, por tratarse de una historia coral. La intención era encontrar el atributo de cada de cada personaje con un actor que se correspondiera con eso. De repente surgió el nombre de Daniel: lo llamé por teléfono, le mandé el guion, le gustó, se copó y terminó de construir la historia.

-¿Tus guiones son de hierro o te permitís modificarlos sobre la marcha?

Los aportes de Daniel fueron fundamentales: yo había pensado en otro perfil para el personaje, pero él le encontró otras características. Yo habría sido un necio si me hubiera atado al guion: entiendo que es móvil y variable y en un rodaje hasta el último día hay reformas y modificaciones y se va ajustando a través de los personajes, que son desarrollados por seres humanos. El guion no es solo una letra negra sobre un papel blanco.

Vladimir tiene momentos metafísicos, con muertes misteriosas y apariciones del más allá. ¿Cómo fue el proceso o la decisión de ese cruce de géneros?

Si hago una hermenéutica de mí mismo, no lo voy a conseguir. Pero puedo decir como cinéfilo que veo diez películas por semana y no me conforman. Soy un gran consumidor del cine y ahora tenemos la posibilidad de las plataformas, pero anteriormente iba al cine tres veces por semana a ver algo, no importaba qué y me quedaba corto con la programación. Solo quería entrar a una sala y ver una película.

Creo que hay una acumulación de información que va quedando en el inconciente, que luego de escribir la ejecutás y dirigís. Y también pesan experiencias que tienen que ver con admirar mucho a un actor -como  puede ser Marlon Brando- o directores como Christopher Nolan, Federico Fellini o Emir Kusturica.

Cuando te sentás a escribir y después mirás el resultado, aunque no están directamente citados son fantasmas que andan por ahí en tu inconciente.

-¿Cómo es tu método de dirección?

No me gusta la palabra dirigir: con los actores conversamos. A los actores los amo y los quiero: son hermanos míos en el proceso creativo y en el camino vamos llegando juntos a una conclusión. A Daniel le daba una opción y él me contestaba con otra. Me interesa tener esa simbiosis con el actor, a quien no considero como “mi” actor porque no es una propiedad. Lo mismo con el equipo técnico y de producción, quienes son hermanos en una quijotada. ¡Somos quijotes rompiendo el viento! Por eso no me gusta la palabra dirigir…dirigir, se dirige el tránsito (Risas).

-Con el sueño de Vladimir ya cumplido, ¿qué película ves allí, con qué se va a encontrar el público?

Me gusta ver que mantiene el suspenso de principio a fin. Y que hay un desafío actoral para Daniel Aráoz: aunque por momentos hay pasos de comedia éste no es el Aráoz que hace reír. Su gran mérito es que lleva su trabajo a un plano descomunal.

Es una película que te atrapa y que al mismo, al entrecruzar varios géneros, te desacomoda. Genera muchos signos de pregunta que se van resolviendo hacia el final. No es para estar sentadito plácidamente en la butaca.

Julia Montesoro

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