Adolfo Aristarain cuestionó el primer mes de gobierno del presidente Javier Milei a través de una columna de opinión publicada en Página/12, titulada Ganar la calle hasta que caiga el Gobierno.
Lejos de pasar inadvertida –desde el enunciado se advierte la dureza de sus expresiones-, la palabra del cineasta desde ese momento recibió adhesiones -especialmente del sector audiovisual- y también rechazos. Entre ellos, el del fiscal Carlos Stornelli, quien impulsó una denuncia penal contra Aristarain por “incitar a la violencia colectiva contra las instituciones”.
-Cualquiera diría que a los 80 podrías disfrutar de tu vida sin sobresaltos. ¿Qué te impulsó a hacer público tu diagnóstico sobre el cine, la cultura y la sociedad en general?
Más que sobre el cine era sobre todo lo que está pasando políticamente en el país. Del cine prácticamente no hablé. Del cine hago referencia al final. Lo único que dije fue decir lo que pensaba –lo cual creo que no es delito-, en base a lo que observaba.
Yo observé que pasaba esto: la gente que maneja esta historia económica del país, lo que está haciendo es preparar todo para poder venderlo. Y como no son personas que se guarden todo lo que venden -porque no se pueden hacer dueños de YPF, el litio o Vaca Muerta-, lo están haciendo para otro tipo; para terceros, para el círculo rojo, para empresas extranjeras. Todo lo que se van a llevar es la comisión. Como se llevan la comisión, hacen lo mismo que hacían los corsarios…
Tengo la esperanza que cuando embolsen el porcentaje que les corresponda, que se lo depositen en sus cuentas afueras, en las offshore, ¡se vayan! Porque no tiene ni la menor intención de cambiar las instituciones del país. Lo que quieren es eliminarlas para poder hacer lo que quieren. Pero no tienen un proyecto político a largo plazo para modificar las estructuras institucionales del país. ¡Eso es una mentira!
-¿Te sorprendió la denuncia?
-No, no, no. Me sorprendió la repercusión. Les pegó muy duro. No el pedido de huelga por tiempo indeterminado: es lo de menos, porque siempre se propone y nunca se consigue hacer. Creo que lo que les sorprendió y les dolió es hablar de que son corsarios y no que son piratas. Esa es la clave de todo. Es lo que más ha pegado en la gente, por lo que veo en las comunicaciones que me llegan.
-Es muy grande la reacción que generaron tus declaraciones. ¿Vos creés que atentan contra las instituciones?
¡No, m’hija, para nada! Yo no hablo de las instituciones, sino de gente que se está salteando o quiere saltearse a las instituciones. No se pueden saltear las instituciones, el Congreso y los mecanismos legales. Todo lo que se quiera modificar hay que ponerlo a disposición del Congreso para que se discuta, no a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia. Eso es una locura, un delirio.
-Dirigiste La parte del león, Tiempo de revancha y Últimos días de la víctima durante la dictadura. ¿Cómo fue la experiencia de rodar películas de contenido social y de protesta contra el régimen?
Normales. Tuve unas charlas en La parte del león con (Miguel Paulino) Tato, que estaba a cargo de la censura. Me pidió que los chorros no fueran demasiado simpáticos y que no hubiera drogas ni sexo. Creo que hubo bastante inteligencia en la manera de armar los guiones -sobre todo en Tiempo de revancha-, como para que nadie dijera nada.
-Había también una gimnasia de parte de cineastas y productores para sortear la censura, aunque tu cine no omite el conflicto social e ideológico. ¿Lo reconocés como un cine político? ¿Buscás construir pensamiento?
No creo que sea un cine político, pero indudablemente está en mis historias. Suceden en un país que es real. Yo lo único que hago es reflejar lo que les pasa a los personajes de acuerdo con la situación social que viven.
-Tus películas son cuestionamientos al capitalismo. Frente a este panorama, ¿lo observás como una batalla perdida? ¿O creés que el debate de estos días en el Congreso puede modificar algo?
No creo que para nada está perdida la batalla. No sé si el debate en el Congreso puede modificar algo, si se puede bloquear los Decretos de Necesidad y Urgencia. Si empiezan a transar, a aprobar y a decir cuál artículo sí y cuál no, perdimos. Creo que no hay más camino que rechazar los DNU.
-¿En su totalidad?
¡Totalmente! Claro, no se puede ni hablar de eso. Específicamente del cine y de la financiación del sector, ¿de qué hablan? El cine se autofinancia, se cobra a sí mismo un 10% de las entradas y un porcentaje de los canales de televisión, videos, plataformas, etcétera. No es un dinero que le saca al Estado. Eliminar eso significa sacarle ese dinero al productor.
-Forma parte del Fondo de Fomento Cinematográfico, por otra parte, creado por Ley.
Exacto. Es absurdo que intenten bloquear eso, porque el Instituto es autárquico. No molesta a nadie ni le saca dinero a nadie. Además, el fomento es una realidad mundial.
Hace unos meses leí que el Parlamento de Suiza aprobó poner un porcentaje de impuestos a las televisoras, a los canales, para apoyar al cine suizo, porque era necesario para conservar la identidad de su pueblo.
En todos los países del mundo que quieren tener cine hay una decisión política de apoyar financieramente porque los mercados son muy reducidos. Los únicos mercados grandes son los de habla inglesa, pero si no tenés acceso allí, perdiste. Por eso absolutamente todos los países apoyan financieramente al cine, si quieren tenerlo. ¡Si no, no existiría! Es absurdo que se tiren contra los impuestos del cine.
-Pensaba que incluso en los Estados Unidos hay también se protege a la industria audiovisual.
¡Sí! Hay muchos Estados que establecen distintas maneras de apoyar al cine, con apoyos en la desgravación de impuestos. Alguno dirá que no les hace falta. Pero sí, les hace falta para arrancar, hacer y producir.
-¿Qué se gana con este desfinanciamiento del cine? ¿Terminar con el cine, con las historias que puedan reflejarnos?
No, no creo. Para mí no hay intención política sino de manotear toda la guita que se pueda, de donde venga. No han ido tan profundo. Porque además no hay una tendencia única para todas las películas. Todas son distintas.
-Hace 25 años, en pleno menemismo, Federico Luppi en Martín (Hache) dijo (y nos interpeló a todos): “Argentina es un país sin futuro, saqueado, depredado y no va a cambiar. Argentina no es un país, es una trampa. La trampa es creer que puede cambiar.” ¿Qué te genera saber que ese monólogo es aplicable a hoy, sin tocarle ni una letra?
Realmente lamento mucho haberlo dicho y haberme anticipado a algo que todavía sigue. También decía que los fachos son muy inteligentes. Los que tienen el poder lo siguen teniendo. Esa es la triste realidad. De ahí que seguimos dependiendo del Fondo Monetario Internacional, o que nos hicieron bolsa la Ley de Radiodifusión.
-¿Hacia dónde apunta esta denuncia? ¿Cuál es su objetivo?
Mis declaraciones son simplemente reflejar una verdad. Las denuncias tienen el efecto de todas las denuncias: que me calle. O que los que vengan atrás piensen dos veces lo que van a decir.
Julia Montesoro