Luciano Leyrado estrenó el septiembre último su ópera prima Oliva, una comedia con producción de Bourke Films y producción ejecutiva de Rodolfo Lamboglia, Juan Lamboglia y Patricio Di Salvio, que en muy poco tiempo se convirtió en una un éxito de salas y desde noviembre está disponible en la plataforma Star+.
Con guion de Luciano Leyrado y Agustín Rolandelli, Oliva está protagonizada por Juan Leyrado como el dueño de una plantación de olivos, quien después de haber sido engañado por su mujer sufre un colapso y comienza a creer que es un capo de la mafia. Junto a él está Andrea Frigerio.
–Oliva originalmente era un texto escrito por tu papá –Juan Leyrado- para ser recreado en teatro y luego toma forma de largometraje. ¿Cómo se dio este proceso de vos? ¿Participaste en la escritura del guion?
Sí: originalmente es una obra de teatro de mi padre junto a Lisandro Fick. Habían hecho Un enemigo del pueblo, con la adaptación de Lisandro y escriben y presentan Extra Virgen. Me invitan al estreno y cuando veo la obra me quedo bastante alucinado con la idea original, en la que este hombre, ante un hecho traumático, se cree otra persona. Yo andaba escribiendo y junto con Agustín Rolandelli, mi socio de aventuras, empezamos a hacer una adaptación. Terminamos con el guion y Oliva empezó a tener una vida propia: se fue despegando un poco de la dramaturgia del teatro para convertirse en un lenguaje más cinematográfico. Hasta que se tomó la decisión de filmar. Y éste es el resultado.
-¿Cómo fue la experiencia de ver tu obra en pantalla grande?
¡Alucinante! Me modificó en muchísimos aspectos. Me hizo repreguntarme cosas, aceptar y confiar. Fue muy impactante. Además, porque la película hizo un camino muy extraño. Iba a ir directo a plataforma, porque fue adquirido por Star+, y nos pidieron un tráiler de venta para un mercado. Gustó y decidieron ir a salas. Ya eso fue una noticia alucinante… porque yo quería verla en pantalla grande. Fue muy bien recibida: hizo un muy buen recorrido antes de entrar en plataforma.
-¿Qué viste en pantalla grande que quizás no habías percibido durante el rodaje?
Lo que me ocurrió es que después de terminar la película entendí que aprendí a hacer Oliva. Hubiera querido hacerla de vuelta, con otra experiencia. Seguramente esa experiencia me hubiese permitido tener otro aprendizaje. Pasé por distintos procesos y ciclotimias. Nos nos llevamos muy bien al comienzo, después nos peleamos un poco y al final nos amamos. Desde unos meses antes del estreno ya estábamos totalmente enamorados. Es la película que quería hacer, pude tomarme los caprichos que tenía ganas para hacer mi ópera prima. También cometí los errores de operaprimista. Pero eso me permitió aprender y valorar la aventura que lleva hacer una película.
-Y, además, una película de estas dimensiones, con un gran elenco y producción.
Indudablemente. Fui a un lugar que conozco bastante -te diría que es lo que más estudié en mi vida-, que es teatro. Es una película escénica, o sea, de actores. Más allá de todo lo que pude plasmar desde la imagen. Yo venía dirigiendo publicidad y también pude plasmar un poco de eso. Pero quería jugar con lo teatral por las posibilidades que brindaba el guion. Además los actores y actrices fueron muy generosos y generosas. Eso me nutría cada día que iba al rodaje.
-¿Y cómo fue el trabajo con la productora Bourke Films? ¿Qué líneas de acción decidieron seguir?
Desde el primer momento en que confíaron en mí como operaprimista fue buenísimo. ¡Tengo un agradecimiento eterno! Laburamos muy bien. Se filmó íntegramente en Uruguay. Junto con Bourke fuimos trabajando codo a codo. Fueron muy compañeros ¡Hay veces que hasta dudaba de su confianza! (Risas). Me dejaron hacer de todo. Acompañaron y me permitieron jugar. También fueron partícipes del juego: fue una película súper colectiva y a mí me gusta mucho laburar colectivamente.
-¿Qué esquema de trabajo proponés en lo colectivo?
Generalmente, en las reuniones de prerrodaje trato de transmitir que no soy vestuarista, ni director de fotografía ni sonidista. Esto es un equipo. Yo puedo tener en claro cuál es la película que tengo ganas de hacer. Los que saben y tienen las herramientas fundamentales son ellos.
Entonces, como capitán de barco, marco la dirección. Pero descanso en el equipo. Me apoyo y escucho mucho. También doy la seguridad de que el que decide y toma las responsabilidades soy yo.
-Tuviste un gran equipo tanto en lo artístico como en lo técnico. Ahora que tuviste esta primera experiencia ¿qué diferencia encontrás entre filmar para una plataforma y hacerlo para sala de cine? Porque vos empezaste el camino al revés.
En casi todo lo que hago lo empiezo al revés. Es un problema que hablo en terapia (Risas).
-No vamos a abordarlo aquí porque tenemos poco tiempo…
(Risas)… Lo que pasa hoy sucede con las plataformas lo mismo que en los 40 con los estudios. Hay un tipo de cine que sale de las plataformas y que es, de alguna manera, importante para que se siga haciendo cine. Si no fuese así, habría muchos filmes que no podríamos ver. Hoy las plataformas nos permiten tener un canal en el que podemos transitar desde que tenemos un guion. En mi caso, sé que hay proyectos que puedo trabajarlos y presentarlos para plataformas. Así como hay proyectos e ideas que son quizás un poco más delicados para ese lugar. Entonces, los elijo para ese camino más clásico, aunque tal vez lleve cuatro o cinco años.
-Es uno de los grandes dilemas del momento: trabajar para plataformas y defender el cine.
Soy de los que defiende las plataformas porque muchos estamos trabajando por ellas, pero hay que ir al cine. Las películas se ven en el cine. Vivo a dos cuadras de una cadena de cine, en este momento mi hija está en el cine. Es una casa que se alimenta del cine: no solo porque trabajamos relación al cine, sino porque nos nutrimos viendo películas.
Julia Montesoro