A cuarenta días de su estreno, Puan, la comedia dirigida a cuatro manos por Benjamín Naishtat y María Alché, superó la barrera de los cien mil espectadores. Una cifra inusual en una época de vacas flacas y polarizada por las fricciones políticas.
Según los datos del INCAA actualizados al 14 de noviembre, la película protagonizada por Marcelo Subiotto, Leonardo Sbaraglia, Julieta Zylberberg, Alejandra Flechner, Cristina Banegas, Andrea Frigerio y Mara Bestelli, acumuló 106.072 espectadores desde el día de su estreno, el jueves 5 de octubre.
Antes que eso, Puan ostentaba un recorrido virtuoso por festivales internacionales, coronados por el doble galardón en San Sebastián: recibió el premio al mejor guion y al mejor actor, para Marcelo Subiotto.
El recorrido no se detiene: el jueves 9 inauguró simultáneamente el 37º Festival Cineuropa de Santiago de Compostela y el Festival Internacional de Cine de Montevideo, el Monfic.
-Para quienes viven en Buenos Aires, Puan es un nombre perfectamente identificable, reconocible. ¿Cómo llegaron a este a este título?
María: Quizás ahí te voy a contradecir. No sé si todo el mundo conoce a Puan en Buenos Aires. Tal vez ahora contándole la película a algunas personas, pero no todo el mundo lo sabe.
Benjamín: El título se ocurrió a María. Y para mí fue una idea bastante genial porque es la síntesis irreductible de lo que habla la película, que es un edificio, que está en la calle Puan. Después hay mil sentidos para esa palabra porque es una identidad, una historia, tradición, un presente, una forma de ser, de mirar el mundo… Puan es un gran concepto indefinible, un poco como las palabras que a veces inventan los filósofos.
-¿Cómo abordaron el desafío de tomar la filosofía como trasfondo, si se quiere, de la historia y al mismo tiempo darle un toque de humor?
Benjamín: La filosofía puede parecer algo difícil, ajeno, y que no entendemos porque hay que leer gran cantidad de libros, pero la película propone pensarla desde otro lugar. Como dice el propio personaje, ¡como una actitud de vida! Hacerse preguntas, cuestionar. Preguntarse por el sentido de lo que hacemos, evitar la inercia, repetir y repetir algo porque ya lo venimos haciendo, yendo hacia no se sabe dónde, sin plantearnos un horizonte más luminoso.
-El personaje de Marcelo Subiotto vive en ese estado de inercia. Él tiene un terreno ganado como catedrático, con sus saberes, En un momento de la película, él dice que el único lugar donde soy alguien es en Puan. Justamente, este señor que trabaja con saberes no parece preguntarse algunas cosas.
Benjamín: ¡Has dado en el clavo! Como dice el dicho, en casa de herrero cuchillo de palo. Él habla de la inercia y de no repetir lo preestablecido, pero él precisamente está en una especie de repetición y de no cuestionarse las bases fundamentales de su vida y quizá en el arco de la película mucho de eso se da vuelta.
-Hay un punto de la película que es la financiación. Tienen muchos productores, de distintos lugares. ¿En algún momento sintieron que se les complicaba?
María: En el cine argentino nunca nada se hace de entrada. La escribimos en un contexto muy particular que fue la pandemia, en 2020. De hecho, la primera reunión que tuvimos con Pasto Cine y Pucará Cine fue por Zoom. En medio de esa distancia que nos proponía la pandemia, empezamos a proponer qué esquema íbamos a hacer para la película. Hubo un año muy complicado, con mucha inflación, donde todo parecía muy difícil. Ahí hicimos como plan A, plan B y plan Z. Estábamos todo el tiempo con reuniones para ver cómo íbamos a financiar la película. Lo cierto es que a veces las coproducciones están, pero el dinero entra después. Sin embargo, en este caso había que hacer presupuestos para dentro de una semana. Hubo un trabajo muy grande de los productores argentinos, Barbara Sarasola Day Federico Eibuszyc y Bárbara Francisco Mendivil, encontrándoles la vuelta. Alguien decía que existe la categoría de los productores en general y otra categoría que son los productores argentinos, que buscan la forma de hacer las cosas. Finalmente filmamos en cinco semanas, apretamos un montón, corrimos para poder hacer todo, pero estamos contentos con lo que pudimos hacer y cómo lo pudimos finalizar.
-¿Ustedes pensaron de entrada en Marcelo Subiotto y escribieron el personaje en función de él?
María: Sí, cada uno escribía y pensaba en Marcelo Subiotto interpretando al profesor de filosofía Marcelo.
-¿Él les había dado el OK?
María: No, nos había dado ningún okey pero confiábamos en que iba a decir que sí. Recién cuando estuvo el guion terminado le dijimos que teníamos esto para él. Con distancia y con una sensación de fragilidad muy grande y sin saber si iba a volver a filmar ni cómo (por la pandemia).
-¿En qué momento se dieron cuenta que tenían la película? Tuvieron que atravesar todas estas dificultades ¿cuándo sintieron que Puan es esto?
Benjamín: Fue un caso raro, por lo menos para mí. Con la primera versión de guion sabíamos que teníamos algo sólido, algo que nunca me había pasado. Al contrario, siempre se siente frustración y certeza de mucha escritura por delante. ¡En Puan algo fluyó y la película estaba viva! Las devoluciones lo confirmaban.
María: Más allá de que trabajamos muchas versiones, había un corazón de la película. El espíritu del filme estaba.
– A medida que se fueron incorporando, que Subiotto dijo que sí, consiguiendo otras fuentes de financiación, ¿la película fue tomando más cuerpo?
María: Sí, pero con fragilidad. Porque cuando filmamos todo el rodaje en Argentina ni siquiera sabíamos cuándo íbamos a estar en Bolivia. Nuestras charlas eran “Bueno, hagamos esto como podamos y saquemos adelante el rodaje. Después vemos cómo se acomodan los melones”. El esquema fue “Hagamos esto. ¿Podemos?” Y dábamos el siguiente paso.
-A partir de las experiencias de cada uno de ustedes como cineastas, ¿cambió mucho la forma de trabajar a partir de todas estas circunstancias y de las formas, la manera que tienen de concebir un rodaje?
María: Hacés una pregunta que roza lo personal porque para los dos es la primera vez que encaramos un rodaje siendo madres y padres. Para mí hay un antes y un después. En el sentido que mi primera película la hice con todo el tiempo disponible del mundo, con todas las horas para pensar. Y esta película la hicimos a cuatro manos, con crianza y otras cosas. Entonces tuvo esa característica puntual de la urgencia, todo el tiempo.
Benjamín: Tuvimos que sacar las escenas nocturnas porque no podíamos dejar a nuestros niños. La película también está moldeada por nuestra vida personal. El hacer a cuatro manos creo que cambia mucho cómo uno se planta frente a las escenas. Aprendí mucho de María y su mirada.
María: Todos aprendimos. Fue un aprendizaje para nosotros porque cada uno tiene cosas que le salen más fácil y otras que no haría. Hace muchos años que doy clases de dirección de actores y voy por una línea por un lugar determinado. Y me encanta cómo Benjamín dirige actores porque va por otra forma completamente distinta. Me divierte mucho ver cómo él encuentra la manera de dirigirlos. También los productores tuvieron que armar una sociedad con sus distintas maneras. Toda esta experiencia fue particular, en lo personal, porque fue un engranaje de personas que no habían trabajado juntos.
-La película se volvió ciertamente profética al hablar de lo que está ocurriendo en la ficción del largometraje con la educación pública y lo que puede pasar en Argentina. ¿Imaginaron que podía darse este debate?
Benjamín: Algo debemos haber canalizado porque estuvimos trabajando en el guion hace cuatro años, cuando ni siquiera existía la fuerza política de extrema derecha. Pero quizás también hay una historia de un país que vive enfrascado en el endeudamiento y proyecta todo su destino en función de cumplir con un acreedor. Eso lo viví en los años 90 y en el 2001 en la calle: cuando Ricardo López Murphy quiso recortarle el presupuesto a la UBA salimos con el secundario a tomar la calle para protestar y al tiempo tuvo que renunciar. Crecemos en este paradigma donde todas las conquistas tenemos que defenderlas milímetro por milímetro todos los días, porque lamentablemente en Argentina ninguna discusión está saldada. No se puede pensar en la educación pública y memoria histórica como una cuestión de Estado. Todo parece ser faccioso, parcial y hay que estar defendiendo cada milímetro de civilidad y de Estado de las aves de rapiña que quieren poner una bandera de otro país ahí. Pero cada vez que quieran cerrar y entregar todo, ahí estaremos.
Julia Montesoro