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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Poli Martínez Kaplun estrena mundialmente «Las dos Mariette» en Mar del Plata: «El trauma del Holocausto reverbera de generación en generación»

La productora, directora y guionista Poli Martínez Kaplun estrenará mundialmente su tercer documental Las dos Mariette en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Se trata de la historia de una mujer, Mariette Diamant, quien llegó a la Argentina escapando del nazismo y cambió por completo su identidad, guardándolo en secreto durante siete décadas.

El documental, que se exhibirá el martes 7 y jueves 9 a las 20.30 hs. y el viernes 10 a las 14.30 hs. en el Paseo Aldrey (Sala 6), es la última parte de una trilogía que comenzó con Lea y Mira dejan su huella (2016) y La casa de Wannsee (2019).

-¿Cómo llegaste a Mariette Diamant y a su historia?

Mi anterior documental, La casa de Wannsee, es una historia de sobrevivientes del Holocausto que es la de mi propia familia -o la búsqueda que hice a través de la película de mi historia familiar-: algo no conocía bien y quería salir a conocerlo. En la presentación se me acercó alguien que formaba parte de un grupo de sobrevivientes de la Shoá, con quienes yo venía hablando, y me dijo, tal vez inspirado en lo que había visto: “¡vos tenés que conocer a Mariette! ¡Tenés que conocer su historia!”.

Me recomendaron un libro con una recopilación de historias de sobrevivientes del Holocausto en Argentina. Cuando leí el capítulo de Mariette me interpeló mucho su historia. Entonces decidí contactarla. Cuando nos reunimos, le propuse hacer la película.

-¿Qué es lo que determina a una directora a decidir que esa, y no otra, es una historia para hacer una película?

Me di cuenta haciendo La casa de Wannsee que había un tema que me estaba interpelando. Una se mete en un documental -un trabajo arduo de investigación, filmación y después de montaje que puede llevar dos o tres años de trabajo constante- porque está motorizada por algo que quiere entender.

Este era un tema -y ahora me doy cuenta-, que me interpelaba mucho: el dolor y el trauma que pudo ocasionar un hecho muy específico, como la historia relativamente reciente que es el Holocausto. Es un episodio que influyó en millones de personas y particularmente en mi familia -también en muchas otras que después emigraron a la Argentina-, como cuento en La casa de Wannsee. Ese trauma siguió reverberando de generación en generación.

La casa de Wannsee es mi reverberación de lo que me pasó: una historia de silencio donde ese trauma se encapsuló, no se transmitió. Por eso era bastante ignorante de la historia de mis antepasados y salí a buscarlo. Aquí la historia de Mariette es la historia de un silencio, de un drama y un trauma; el que vivió esta familia por haber sido perseguida y por haber sobrevivido gracias a que pudo emigrar a la Argentina. Pero el costo es que de eso no se habló nunca más. Mariette jamás habló de su historia pasada. Ni con sus hijos. Está borrado y silenciado en la historia familiar. La película devela un poco por qué hace este recorrido del silencio y del dolor y también de la transmisión en la siguiente generación.

-También del autoocultamiento, ¿no? Porque durante décadas no dijo una palabra y nadie supo cuál era su real identidad.

Al principio era como un designio de su propia madre, quien no quiso que ella supiera de dónde venían y por qué arribaban en esas circunstancias. Eran judíos franceses y cuando llegaron a la Argentina de inmediato la mandaron a un colegio muy católico y borraron su pasado. Cuando ella se entera casualmente, también lo oculta. Y no se lo dice a sus hijos ni a su entorno ni a sus amigos. Sigue como una señora católica argentina.

Las dos Mariette va en busca de esos conflictos.

La película plantea todos esos dilemas. ¿Qué se hace con el secreto? ¿Se puede abrir? ¿Hace bien abrirlo? Y si algunos se oponen, ¿por qué lo hacen? También se entrecruza el tema del judaísmo: ¿qué es ser judío en la Argentina? ¿Qué es ser judío para ella? ¿Qué fantasmas le aparecen? ¿Qué es lo que reverbera de esa historia trágica del judaísmo en la Segunda Guerra aún hoy? Todo eso está todo está tratado en el documental. Pero no porque yo lo trate, sino porque aparece en la historia. Una vez que fui a filmar la historia, surgieron esos temas.

-¿Cómo fue el proceso de convencerla a Mariette de que se abriera para una película?

No fue fácil. Ella ya había empezado a hablar en el libro que resume historias de sobrevivientes. El autor la tomó a ella como una de ellas, si bien ella no se consideraba en absoluto. Prácticamente no conocía palabras como persecución, judaísmo y Shoá. En un primer libro accedió a contar su historia con un seudónimo y después lo hizo con su propio nombre. Cuando lo hizo, su familia no se sintió nada contenta. Eso me interesó: ¿Por qué hay oposición a conocer una historia de los antepasados? Una historia trágica que hace a nuestras raíces. ¿De dónde venimos? ¿Qué han sufrido nuestros padres y/o abuelos? ¿Por qué esa oposición?

Me interesó querer saber por qué había cierta negación del propio recorrido y por qué no podían aprender de ese recorrido. Ella tenía dudas, pero también lo tomó como un desafío, probablemente con cierta vanidad. Tiene 90 años y finalmente reconoció que no quería morir sin hablar de su verdad. Tampoco podía sostener esa mentira o secreto mucho más. La película era la posibilidad de que la familia se enterara. No solo eso: también se puso en discusión dentro del marco familiar.

-¿Qué encontró Mariette al ver la película terminada y en pantalla grande?

Fue una sorpresa, tanto para ella como para mí, porque todos terminaron participando. Aunque al principio se oponían. Me refiero a los hijos y los amigos, su entorno más cercano. ¡Eso es un gran logro! Quizás sea uno de los méritos que tuve como productora y directora: conseguir que ellos se prestaran, quisieran intervenir y dar su opinión. En ese sentido, la película es muy honesta porque todas las perspectivas están puestas ahí.

Otra sorpresa es que a ella, como a su familia y sus amigos les gustó la película. Me daba miedo que pensaran que se sintieron manipulados.

Las dos Mariette es la tercera parte, o el tercer episodio/trilogía, sobre las huellas del Holocausto en la Argentina. ¿Qué te permitió descubrir esta saga?

Cuando hice la primera película, Lea y Mira dejan su huella (en 2016), no tenía muy claro que mis abuelos maternos eran sobrevivientes. No de Auschwitz, pero sí del Holocausto. Ellos eran alemanes y vivieron en ese país hasta 1936. Pero la persecución empezó en 1933. Ellos lograron sobrevivir a la persecución y al exterminio. Yo conocí la historia familiar como una cosa muy exótica. Mi mamá nació en Egipto y mis abuelos emigraron unas cinco veces. Estuvieron en Suiza, Alejandría y después vinieron a Argentina, pero se volvieron a ir.

Haciendo Lea y Mira… empecé a preguntarme, ¿de qué manera mis abuelos habían logrado sobrevivir? Tiempo después mi mamá, con sus hermanas, consiguieron la restitución de la casa en Berlín. Entonces viajé a Alemania. Ahí aprendí lo que fue la secularización de los judíos en Alemania… y mi bisabuelo era filósofo. ¡Aprendí un montón de cosas sobre la historia de mi familia! Pero también me fui preguntando sobre estos dramas humanos. ¿Por qué no sabía? ¿Por qué el silencio en mi familia? Y entendí que tenía que ver con la posibilidad de sobrevivir. Sobrevivir no solo era emigrar de un lado para otro, sino también seguir adelante y dejar el dolor atrás. El dolor y el silencio encapsulan el trauma y eso también genera el efecto de la no transmisión, además de que cierta identidad que se va perdiendo. Por ejemplo, mis rastros judíos son muy pocos, porque tuve una educación completamente laica. No tenía muy claro si mis abuelos eran judíos o qué clase de judíos. También esta película atraviesa la temática del judaísmo. ¿Qué es ser judío? ¿Qué es el antisemitismo? Terminó siendo como una gran pregunta y un montón de reflexiones que atraviesan las películas. Y terminó en una trilogía.

-Este camino de descubrimiento propio también es útil muchas otras personas. ¿Sentís que la película contribuye al reconocimiento de las raíces?

Sí. Creo que ese es el poder del cine o del arte: de qué forma las historias que uno cuenta se inscriben en quien las ve y cómo estas cosas nos interpelan. La gente se ve reflejada en sus propios temas. Ese es el gran valor de la expresión artística. En este caso son tópicos bastante universales porque son dramas humanos, en los que la gente encontrará su manera de reflejarse y de reflexionar. También insisto en la singularidad que tienen las historias con la Argentina: son historias de inmigrantes de la Segunda Guerra, del Holocausto y del judaísmo en la Argentina. En el canon de la cinematografía argentina no sé si hay algo similar.

-De hecho, el tema del nazismo en Argentina es muy ocasionalmente abordado.

O lo que puede ser cierto rasgo antisemita, vigente aún hoy en ciertas clases sociales o en ciertos círculos. También hay un tema mundial que es el de las identidades. Cómo habiendo vivido semejante catástrofe humanitaria como fue la Segunda Guerra Mundial -donde murieron 50 millones de personas, entre ellas el aniquilamiento de seis millones de judíos- hoy estamos reproduciendo de nuevo estas estigmatizaciones. Cuestionar estas cosas es muy vigente.

Julia Montesoro

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