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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Paula Hernández presentó «El viento que arrasa» en San Sebastián: «Me interesa el mundo de las endogamias familiares y de las relaciones padres-hijos»

Paula Hernández presentó El viento que arrasa en el Festival de San Sebastián, inaugurando Horizontes Latinos. Basada en la novela homónima de Selva Almada y con guion de Paula Hernández y Leonel D’Agostino, trata sobre los vínculos familiares y al mismo tiempo, abre puertas a otros mundos como el ámbito rural y el religioso.

La road movie cuenta la historia de Leni (Almudena González), que acompaña a su padre, el Reverendo Pearson (Alfredo Castro), en su misión evangélica. Cuando su coche se avería se detienen en el taller de Gringo (Sergi López), un mecánico de la zona que vive con su hijo (Joaquín Acebo). Mientras éste encarga la pieza que arreglará el coche, se ven obligados a quedarse con ellos, en su hogar, a esperar. Es entonces cuando la vida de ambas familias, padre e hija y padre e hijo, empiezan a tambalearse.

-Tras el estreno mundial de El viento que arrasa en el Festival de Toronto, inauguró la sección Horizontes Latinos de San Sebastián. ¿Qué vio el público ahí? ¿Qué percibiste?

Toronto es un festival que tiene mucha relación con la audiencia. Le da un espacio grande al público. Fueron dos proyecciones en buenos horarios durante el fin de semana, con sala llena y buen intercambio con el público. ¡Tuvimos una muy buena recepción! En San Sebastián la percepción fue la misma. ¡Estamos muy contentos!

-¿Qué encontraste en la novela de Selva Almada? ¿Cuál fue el motivo determinante para llevarla a la pantalla grande?

Es un proyecto que me acercó Hernán Musaluppi. Tenía los derechos de la novela desde varios años atrás y no había encontrado cómo encauzar la novela. Me dijo que había visto Los sonámbulos y Las siamesas y que había algo de este material que me podía interesar. Me dio bastante libertad. ¡Fue un lujo que me haya llamado!

Por otro lado, Selva es una es una autora que me gusta mucho. Cuando leí esta novela, entendí que había algo de los vínculos que me interesa, como las endogamias familiares o las relaciones de padres e hijos. También había otros temas más lejanos, como la religión y el mundo rural, que me implicaban explorar otros universos. Tuve varias lecturas de la novela hasta pensar cómo adaptarla. A partir de ahí tuvimos un nuevo encuentro con Hernán. Le di mi impresión de lo que tenía ganas de hacer y lo que no me interesaba. Nos pusimos de acuerdo bastante rápidamente. Fue como un buen casamiento de una obra por encargo: en el proceso de adaptación que hicimos terminé apropiándome de la película.

-Sin spoilear, si tuvieras que explicarlo, ¿de qué trata El viento que arrasa?

Cuenta el viaje de un reverendo evangélico junto a su hija. Son dos personajes nómades que no tienen casa. No hay demasiados puntos de referencia más que un auto. En el coche andan por caminos periféricos, cercano a una frontera –se puede entender que tiene que ver con el noreste de nuestro país- en el aparecen otros idiomas. Hay brasileños, uruguayos, paraguayos…

Durante el viaje tienen un pequeño accidente con el auto por el cual tienen que detenerse por un día -muy extenso- en el taller del Gringo, quien vive con su hijo, el Chango. En esa convivencia forzada a partir de este accidente, empiezan a aparecer temáticas que tienen que ver con distintas visiones sobre el mundo, la existencia y las relaciones con los hijos.

Hay una puja entre alguien que tiene una mirada religiosa y ciega en relación a esas creencias y otra persona que tiene otra trascendencia, que piensa la vida de forma más terrenal. En medio de estas antípodas hay dos hijos –un varón y una mujer- padeciendo y viviendo al ritmo de esos padres.

-Se puede establecer un paralelismo entre tu película anterior, Las siamesas con El viento que arrasa. Las dos son roadmovies y exploran las relaciones padres e hijos. ¿Te interesa particularmente trabajar sobre sobre estos tópicos?

Sobre lo familiar, ¡seguro! La idea del viaje es coincidente en las dos películas porque las propuestas, además, son dos adaptaciones: una sobre el cuento de Guillermo Saccomanno y esta sobre la novela de Selva Almada. Son dos viajes contados de forma distinta pero que reflejan el viaje interior. La película se plantea desde el punto de vista de la hija, que es la única mujer protagonista de la historia.

Hay algo similar que es cómo crecen esos hijos e hijas ante estos padres -madres, en el caso de Las siamesas-, tan avasallantes. Que a veces intervienen casi psíquicamente en la vida de esos hijos. Es un universo que me atrae. En El viento las madres están ausentes: es una manera de contarlo y vincularlo desde el mundo masculino. Se puede ver cómo esos dos padres crían -con sus hallazgos y sus limitaciones- a esos hijos. Hay una marca que tiene que ver con dos madres que no están y cómo impactó en esos hijos. En esa línea incluyo a Los sonámbulos: si bien no hay un viaje en ese sentido, hay un traslado hacia el lugar fuera de la ciudad y surge la exploración sobre esos universos familiares.

-¿Cómo llegaste a los dos protagonistas masculinos? Llamativamente son dos extranjeros que no pertenecen a esa frontera: el chileno Alfredo Castro y el español Sergi López.

Así como tuve libertad desde el punto de vista de la adaptación, Hernán quiso que la película tuviera actores de un corte más internacional. Fue un desafío también, porque los protagonistas son personajes muy anclados a esos territorios. El personaje del Gringo es alguien establecido, que no se mueve. Es como esos autos abandonados que lo rodean, anclado a un lugar hace mucho tiempo. A él no le importan tanto las palabras sino las acciones y lo físico. En el caso del reverendo, él no podía alejarse mucho de estos territorios. No podía ser un español transitando esas zonas. Muy rápidamente pensé en Alfredo por cómo aborda las situaciones emocionales. También tiene un dominio de la palabra muy interesante. Me parecía que eso le podía dar un plus a este reverendo–.

-Los dos jóvenes no tenían experiencia en cine, por lo menos como protagonistas.

No. Joaquín (Acebo) no había trabajado nunca en cine ni en nada: era estudiante de teatro. Almudena (González) había hecho una participación secundaria en Argentina 1985, como una de las fiscales jóvenes de la película. Acá tiene la película sobre su espalda: es quien observa este mundo.

-El viento que arrasa coincide con una coyuntura sociopolítica que se expresa en los últimos tiempos en la región y más puntualmente en la Argentina, con relación al liderazgo de los pastores mesiánicos. ¿Qué lectura o interpretación hace la película sobre las sectas o estos personajes?

No me gusta que el tema esté en primer plano sino que se desprenda de la historia que se cuenta. Así como en Los sonámbulos se habla de situaciones que tienen que ver con el abuso y el patriarcado, en esta película aparecen estas nuevas creencias. En este caso, a partir de cómo una hija mira a un padre; su forma de creer, de actuar en función de su creencia, aunque sin intervenir.

Estos pastores evangélicos tienen una llegada mucho más directa con el fiel. Es muy inteligente en la forma en la que entran. En este caso llega a lugares medio recónditos, donde no llega a nadie. Allí hace su trabajo social y teológico. Y detrás de ese trabajo hay una ideología. Funciona igual en la religión como en el poder. Es un fenómeno en el que vuelven a revolver sobre cuestiones que tienen que ver con derechos adquiridos después de mucho tiempo. En la película no se desarrolla esa idea, pero se ve un sistema que tiene valores viejos: cuestiones patriarcales, de qué forma se arman esas familias, cuáles son esas creencias, cuál es el lugar de las mujeres dentro de esos universos. La película no baja línea: cada uno hace su propia lectura.

-¿Conocías ese universo antes de abordar el tema o lo investigaste a partir del proyecto?  

Nunca tuve ningún tipo de conexión con la vida religiosa: soy atea. En muchos casos, percibo que estos movimientos tienden hacia la derecha. Eso me genera muchas preguntas complicadas en relación a la humanidad. Al mismo tiempo, visité templos y hablé con pastores y me sorprendió encontrarme con quienes hablaban de cuestiones muy cercanas, quitando el aspecto religioso. Mucho más cercanas que con un cura.

Ver cómo van penetrando es un fenómeno enorme e interesante. En nuestros países, en sociedades tan rotas, tienen su lugar de ser. Por algo crecen como lo hacen.

Julia Montresoro / Desde San Sebastián

Foto principal: Ulises Gutiérrez

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