Luciano Cáceres protagoniza Frágiles, miniserie dirigida por Diego Palacio con un elenco que completa Carla Quevedo, Ludovico Di Santo, Malena Sánchez y Andrés Gil, compuesta por 8 episodios que se podrá ver desde el jueves 31 en la plataforma de streaming Flow.
-La primera información sobre Frágiles es inquietante: narra la investigación de un asesinato cometido por el líder de una secta en los años noventa.
Exactamente. La serie transcurre en dos tiempos. Hay un pasado que sucede en 1999, con dos hermanos a quienes el padre manda al sur a cuidar unas tierras. Ahí montan un lugar sustentable ideal. Pero uno de ellos, Camilo (el personaje de Ludovico Di Santo) empieza a tener una serie de delirios místicos. Tiene un desdoblamiento de su personalidad y aquello que podía ser un lugar ideal se transforma en un espacio para una secta. Hay un plan macabro que se traza a partir del cambio de milenio, en 1999, cuando se dice que se va a acabar el mundo. Pra desarmar ese plan hay que adelantarse a los hechos y enterrarlos en el pasado.
En otro tiempo, veinte años más tarde, estoy al frente de este lugar, convertido en una villa sustentable de rehabilitación, de orden, de calma, de paz, muy luminoso. Pero alguien que pudo escaparse de aquel pasado (interpretado por el personaje de Carla Quevedo) vuelve a desenterrar todo eso que yo tapé y empieza a salir toda la basura fuera.
-El concepto de mesianismo es muy propio de esta coyuntura.
Sí: estos locos delirantes aparecen en el tiempo. Eso es lo que expresa el carácter de la serie. Desde el mismo título expresa qué frágiles somos: de qué menra somos fáciles de manipular y estar a las órdenes de planes de otros.
-¿En qué registro está narrado, cuál es tu rol?
Es un thriller muy intenso, muy de género, donde cada pieza va armando el rompecabezas. Mi personaje es una especie de encantador de serpientes. Por un lado tiene muy buenos modos, pero a la vez esconde un secreto muy fuerte y tiene un plan. Con el correr de los capítulos se va a ir descubriendo su verdadera personalidad.
-¿Cómo se trabajas un rol tan distinto a tu personalidad real?
Por el divertimento de asumir el género. Me gusta mucho defender una idea que va más allá del personaje. Más que el rol, lo rico está en las acciones que uno tiene que ejecutar para que las piezas se muevan. Uno tiene que estar atento para saber cuándo se van generando trampas, cuándo la atención va para uno u otro lado. Una trama así se logra cuando está muy bien escrita y cuando hay un buen elenco.
-¿Los ocho capítulos que componen la serie abren la posibilidad de que haya una nueva temporada?
Me encantaría. La posibilidad está delineada. Pero va a depender de que la gente nos acompañe.
-A tus 20 años vos tenías como una posición antiindustria, antisistema, algo que por ahí también es habitual a esa edad, ¿no?
Tenía que ver con mi formación. Estudiaba con Alejandra Boero, que representaba un teatro muy social, muy político, muy de mensaje. En ese momento todo lo que tenía que ver con lo industrial, lo comercial, no estaba bien visto. Pero me vino a ver al primer trabajo comercial que hice, que fue una obra en el Paseo la Plaza y me dijo: “estoy muy contenta de que actores que se formaron conmigo empiecen a ocupar otros espacios”. ¡Mi gran maestra me había dado la derecha! Entendí que desde allí se puede defender el oficio. La industria es algo maravilloso que hay que defender, es donde nosotros podemos desarrollar, aprender y al mismo tiempo vivir de nuestro oficio. Claramente, con la actividad independiente es muy complejo y casi utópico lograrlo.
-¿Hoy, a la distancia, cómo te ves inserto en esa industria y en una producción como Frágiles?
Estoy contento de ser convocado. También sé que es un privilegio tener tanta continuidad en momentos en que no se produce tanto. Pero al mismo tiempo puedo desarrollar la autogestión: bien sabés que el trabajo que no tengo me lo invento: salimos con los hermanos Pinto (N.R.: Eduardo y Pablo, con quienes tiene la productora Eusebia en la higuera) o con cualquier otro director a rodar.
Con el teatro me pasa lo mismo. Los espacios independientes son lugares que me permiten arriesgar otra cosa. Además me gusta el teatro porque si bien siempre es un arte colectivo, se vive de otra manera. En la defensa de todos los rubros siento como que tengo la camiseta más puesta. Si bien cada uno está a cargo de un rol, todos somos parte de todo cuando estamos en la industria independiente.
-Esa permanente búsqueda entre lo independiente y lo más industrial es tu característica. ¿Qué diferencias importantes observás?
Básicamente, la económica. También las comodidades que te da una producción con recursos. Pero el laburo del actor es siempre el mismo. Uno tiene que prepararse a partir de tres cosas esenciales: debe saber la letra, ser buen compañero y estar siempre disponible. Porque a la larga, cuando comienza un rodaje, en el momento en que está dispuesto el “acción”, te encendés igual que una lámpara, que la cámara: no hay más tiempo. Tenés que estar con las cosas bien claras.
-Entre todas las cosas que sos y hacés, entre películas, teatro, series, hay un casillero que todavía no llenaste: el de director de cine. ¿En qué instancia se encuentra?
Está dentro de lo que me falta y tengo ganas de explorar. Espero esa posibilidad de dirigir un producto audiovisual, ya sea una película o un capítulo de una serie. Por ahí viene el próximo paso. Me tienta la idea, pero me falta animarme y prepararme. En mis puestas teatrales hay mucho tratamiento audiovisual. Ahí está el norte: ya va a llegar.
Julia Montesoro