Alejandra Perdomo estrena el jueves 8 su nuevo documental, Laberintos personales, que indaga en las víctimas del tráfico de personas: los hijas e hijos sustraídos de sus familias de origen y las madres a quienes les arrebataron sus bebés. La directora recupera la temática abordada diez años atrás en otra de sus producciones, Nacidos vivos. Se verá desde el jueves 8 diariamente a las 19 hs. en el cine Gaumont y en la señal Cine.ar TV a las 20 hs. por una semana en forma gratuita. A partir del viernes 9 se exhibirá en El Cultural San Martín.
-Laberintos personales tuvo su preestreno en el Festival de Cine Político. ¿Qué encontraste allí, en tu primer encuentro con el público?
Fue literalmente la primera proyección con público: no hicimos privadas más que para el área técnica con los y las protagonistas. Por eso fue conmovedor tener la sala llena; no solamente de gente que conoce la temática de buscadoras y buscadores sino de público en general.
Por un lado, quienes pusieron sus relatos y contaron sus historias. Salieron conmovidos, porque cada uno de esos relatos nos sobrepasan. Pero también pude ver la respuesta del público que quizás no tiene ningún acercamiento al tema de las sustracciones: también noté mucha emoción.
Durante la semana posterior recibí mensajitos muy cariñosos, a través de las redes sociales. A priori, siento que la película va a cumplir el objetivo de ser un disparador para hablar de esta temática que está muy silenciada. O más que eso, naturalizada: siempre decimos que en todas las familias o en todos los lugares, todo el mundo conoce a alguien, a un hijo o una hija que ha pasado por esta situación. Escucharlo de esa manera, en primera persona, hace que el público preste atención y deje de naturalizar y entienda a fondo cuál es la problemática.
-¿Hacia dónde van los comentarios, las reflexiones que disparan Laberintos personales?
Muchas y muchos de nosotros cargamos con el estigma de que te digan “pero si a vos te adoptaron, sos un mal agradecido, una mala agradecida por querer saber la verdad”. Al escuchar los relatos, entender y profundizar un poco más, esa perspectiva cambia.
Cada cual procesa el sufrimiento o las dudas a su manera: cada uno con esto hace lo que puede. No es lo mismo enterarse de que uno no pertenece a una familia siendo muy chiquito que a los 50 o 60 años, como mucha gente. Hay personas que a esa edad se enteran ahora de que su origen no es el que le hicieron creer toda la vida.
-Es un tema que antecede a la dictadura, aunque se suele asociar.
¡Claro! A veces cuento que estoy buscando mi identidad de origen. Cuando digo que tengo 59 me miran con curiosidad. La publicidad institucional decía “si vos dudas de tu identidad, naciste en tal periodo, acercate a Abuelas”. Está muy bien. Pero si no estás dentro de ese rango, ¿a dónde vas? No existe una hoja de ruta. Yo tengo el privilegio de estar en Buenos Aires, donde los organismos y los archivos generales están a disposición. Quien está en una provincia, en un pueblito del interior, ¿cómo hace para pedir documentación?
-¿El documental es una forma de concientización para la búsqueda de la identidad?
Sí. Está tan naturalizado el tema que ni se lo considera como la violación de un derecho humano. Se trata de tráfico de personas y apropiación indebida. Pero si lo hablás te contestan “no digas de esa manera, si a vos te criaron bien”. Una tiene que explicar todo el tiempo que es un derecho que fue vulnerado y que toda persona tiene derecho al conocimiento de la verdad.
Hay que recuperar ese derecho y contar con las herramientas. Fue el objetivo de la película, que empezó en 2010 con la temática de Nacidos vivos, que surgió cuando vi que no tenía respuestas con mi búsqueda. En ese momento pensé que era un caso aislado. Después me encontré con que hay muchísima gente y grupos y buscadores a nivel mundial.
-¿Qué encontraste en Nacidos vivos que trasladaste a Laberintos personales?
Cuento hasta el asombro de encontrarme con algo que desconocía. Entonces me dije: “Si yo, que estoy atravesada por la temática, desconozco todo, el resto sabe menos que yo”. Pasaron más de diez años y por haber hecho Nacidos vivos, se comunicaron del resto del mundo preguntándome cómo pueden hacer para empezar a buscar. Me encontré dando respuestas yo como afectada y por el hecho de haber dirigido la película, de escuchar y de conocer historias. Por otro lado, fui a todas las oficinas a los cuales una como buscadora puede remitir: registro civil central; Defensoría del Pueblo; ESMA -donde en la gestión anterior funcionaba la Secretaría de Derechos Humanos-. Hice todos los deberes siempre. Y todavía no tengo respuesta.
Pero más allá de lo personal, de la historia de cada uno, la pandemia nos llevó a unirnos y a pensar en hacer algo colectivo, como la presentación ante la justicia federal. Ese es el camino que narra el documental.
-¿Te toman como referente en la búsqueda de víctimas de tráfico? ¿Te piden que te involucres en búsquedas o campañas?
Sí, todo el tiempo. A mí la palabra referente me da dolor de cabeza. No me considero referente de nada. Cuando entre los buscadores me dicen “la directora”, contesto que antes soy buscadora. Cuento con esta herramienta que es la del cine, puedo narrar desde el audiovisual.
-¿Laberintos personales busca abrir nuevos caminos? ¿Notás que a partir de Nacidos vivos hay gente interesada en conocer sus raíces o en investigar?
Sí, sí. Muchísimo, muchísimo. La gente se va sumando permanentemente a la búsqueda. Se contactan directamente conmigo, me dicen que vieron mi película, que trazo diferentes recorridos de los que uno puede hacer yendo a una u otra oficina. La película da respuestas que muchas veces el Estado no da. No soy la única: muchísimos buscadoras y buscadores se tienen que autogestionar, sin saber con qué se va a encontrar, sin contención profesional: ni desde la psicología, la antropologia, el derecho o la justicia. No hay profesionales que trabajen con perspectiva de género o de derechos humanos.
-La película se plantea como un camino que se recorre en paralelo al de la búsqueda por la recuperación de la identidad. ¿En qué parte del camino te encontrás?
Una de las líneas de la película es la presentación de un amparo colectivo. Tuvimos tres audiencias. La última fue en diciembre y se postergó a marzo. ¡Yo pensaba que iba a terminar la película con la resolución del caso! Comúnmente la problemática nace con una mujer, en el momento del parto. Muchas veces arrebatan al bebé. A muchas en la maternidad le dicen que su bebé nació muerto. No le dan el cuerpo ni un certificado. Hay vulneraciones de todo tipo. Después, a esa niñez no se le dice la verdad. Como es un delito viciado por todos lados (con partidas que dicen otra cosa, certificadas en otras provincias), se convierte en una construcción de mentira sobre mentira. Por eso tuve la idea del laberinto como definición: porque cada una lo recorre como puede.
Julia Montesoro