Florencia Wehbe dirige Paula, drama de ficción basado en sus propias experiencias de vida, que describe el tránsito de una adolescente de solo 14 años (debut de Lucía Castro) en la búsqueda de la aceptación propia, en una sociedad en la que los estereotipos de belleza femeninos resultan inalcanzables.
-¿Cuándo comprendiste que tu propia historia podía convertirse en una película?
El primer motivo por el cual empecé a escribir Paula fue personal: me parecía que era un tema a exponer, a debatir. Cuando empecé a compartir el guion con colegas y compañeras de trabajo confirmé que esta cuestión del ideal de belleza y del daño que le hacemos a nuestros cuerpos para intentar alcanzar un ideal que es ficticio -y que solo sirve para que consumamos diferentes productos-, es un problema que aqueja a prácticamente todas las mujeres.
Fue el momento en que terminé de entender que no era una necesidad personal sino de todos. Para poder poner el tema sobre la mesa, hablarlo con un poco más de naturalidad y que el dolor no sea transitado de manera solitaria. Porque no estamos solas y somos muchas más de las que pensamos que somos, que pasamos situaciones como la de Paula.
-¿Cómo convertiste en un guion esas vivencias y esas situaciones, entre tu historia personal y las referencias de otras mujeres?
Comencé como una secuencia de un montón de experiencias propias, a las cuales fui dándole un hilo conductor. Pero hubo un momento en que la realidad superó la ficción, por cosas que había vivido y sufrido y que escritas parecían inverosímiles.
Después llegó el momento de separarme de Flor y empezar a pensar como Paula, una adolescente del 2020/2021, no una del 2000 como yo. A esa historia hubo que agregar tecnologías, celulares. Fue la parte más difícil: yo no fui adolescente con celular. Desconozco la conducta de una adolescente en redes hoy: soy de la generación del blog, el fotolog, los primeros pasos de las redes. Más allá de que me metí mucho en nuevas plataformas y pude actualizarme, me ayudaron las actrices. Reflexioné con ellas qué significa tener 15, 16 años y sentirte monitoreadas todo el dia, con la urgencia de comunicarse.
–Paula aborda los márgenes de la anorexia y la bulimia. Más allá de que es un hecho infrecuente en el cine argentino, ¿qué límites te impusiste a la hora de contar y de mostrar?
No quise caer en el show de la enfermedad. Nunca quise mostrar a una adolescente enferma en términos de salud física, con extremos como el morbo de verla internada. Es un gran mito social pensar en la bulimia y la anorexia como eso, que el anoréxico se ve de una determinada forma. Los trastornos alimenticios van mucho más allá de una menstruación cortada o intermitente, o estar deshidratado y desnutrido en un hospital. Esos son casos superextremos que trascienden lo psicológico.
Nuestro propósito era mostrar una cuestión más fina, indetectable, que suele ser la más común, y que además nos acompañan el resto de nuestras vidas, que es el malestar constante con nuestro cuerpo. Como desde muy jóvenes -y cada vez desde más jóvenes- nos enseñan tácitamente a odiar nuestro cuerpo porque no es suficiente. De qué manera superdañina nos condicionan a llegar a un cuerpo ideal que es mentira. Pasamos el resto de nuestras vidas ocupando demasiado tiempo y gastando demasiada plata, intentando llegar a un ideal que no existe, y aun si llegamos no nos va a hacer felices porque la felicidad pasa por otro lado.
-La historia gana en intensidad gracias a la caracterización de Lucía Castro. ¿Cómo se integró al proyecto y cómo entendiste que la protagonista era ella?
Hicimos un casting muy grande en Córdoba. Vinieron muchas postulantes sin experiencia. De allí sacamos tres grupos posibles de amigas, de diferentes rangos etarios. Ella fue la que más nos impactó: es muy común, pero cuando le pones la cámara enfrente se transforma. Tiene un ángel especial. Al ver eso, armamos el grupo de amigas en torno a ella.
Pero lo más importante es que Paula pasó a ser de ella. Yo tenía miedo de que el guion fuera autorreferencial. Pero Lucía le puso su impronta: cambió casi todas las palabras de los textos, incorporó sus propios gestos. Me dio un gran alivio.
-Paula parece mostrar también sus transformaciones. ¿Cómo trabajaste el personaje con ella, los cambios corporales?
Ella no modificó su cuerpo para la película: siempre fue ella misma y no cambio de peso. Muchas veces me preguntan cómo hicimos para que al final de la película se vea más delgada. Y en realidad, es el efecto de lo que estamos contando.
-¿Por qué creés que Lucía se apropió del personaje y lo tomó como propio?
Hablamos muchísimo. Me abrí, le conté un montón de cosas personales que había vivido. De las charlas sacamos en claro que nuestro horizonte era hacer una película para las chicas que estuvieron o van a estar alguna vez en el lugar de Paula. Y llegamos a la conclusión de que era muy importante lo que estábamos haciendo. Fue nuestra bandera. Como reivindicar la potencia que tiene el cine.
-¿Creés en el cine como una herramienta de transformación social?
Sí, claro. La responsabilidad de quienes tenemos el privilegio de hacer cine es utilizarlo como una herramienta de transformación y de reflexión.
-¿Estrenar Paula te transformó? ¿Sos otra después del estreno?
Me emociona la cantidad de mujeres que se me acerca a la salida de las salas. Pero también me pone triste. Se me acercaron hasta mujeres de 90 a contarme que en tal escena les pasó lo mismo. “En mi época nos hacían usar un corsé”, me comentan. Eso me hizo tomar conciencia de lo difícil que va a ser cambiar. ¡Tantas generaciones malaprendimos a odiar nuestros cuerpos, a hacernos daño! Pienso en lo difícil que es darles herramientas para guiar a las que vienen. ¿Cómo ayudo a mi nieta, a mi hija, a mi sobrina, si yo tampoco supe cómo manejarlo? Pero por lo menos la película cumple la misión de instalar el tema.
Julia Montesoro