Luis Puenzo asumió como presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales el 17 de diciembre de 2019. A casi 500 días del inicio de su gestión, otorgó una entrevista exclusiva a GPS Audiovisual.
-En el curso de los casi 500 días desde tu asunción cambió la historia de la Humanidad. Pasamos de lo necesario a lo urgente. ¿Qué es lo urgente, hoy, en la actividad audiovisual?
Apenas arrancó la pandemia y se declaró la cuarentena pensamos que serviría como acelerador de la nueva realidad del cine. De otra forma hubiera llevado más tiempo: tal vez cuatro o cinco años. La situación nos confirma que apenas salgamos de la cuarentena y entremos en una nueva normalidad habrá una etapa muy distinta de la producción del cine. En la Argentina y en todo el mundo. Estamos aprendiendo cómo serán estas nuevas formas, tratando de estar preparados para lo que venga.
-Mientras tanto, el jueves 11 de marzo -trece meses después de su cierre-, reabrió el Complejo Gaumont.
Es uno de los mejores cines del país. La Sala 1 (rebautizada Leonardo Favio), de 600 butacas, es espléndida desde todo punto de vista: desde su tecnología hasta su confort. Por el momento tiene un aforo de 180 localidades. Las salas 2 y 3 (las del piso superior) tienen la misma tecnología. Cuando asumimos estaban en obra, compartidas con el público. Era engorroso y hasta peligroso. Cerramos con la intención de abrirlo en Semana Santa de 2020. Tras la pandemia, retomamos este año a toda marcha para abrir el día del natalicio de Piazzolla.
-De cara a la expansión de las plataformas, ¿qué utilidad tiene abrir un cine?
El Gaumont es una de las salas que tienen el promedio más alto de asistencia y tiene que ver con un fenómeno que se viene al que estamos muy atentos. En todo el mundo había una puja entre el cine de gran espectáculo –básicamente el nortamericano- y las cinematografías locales, de menor presupuesto y más de autor. Al reducirse los aforos de las salas de todo el mundo (entre el 30% y el 50% en el mejor de los casos), esa puja se va a volver mucho más brutal. El lugar que le va a quedar al cine argentino va a ser mucho más exigido y peleado de lo que era antes de la pandemia. Nosotros, desde el INCAA, estamos trabajando mucho mucho por eso. Queremos tener un circuito: los espacios INCAA y el Gaumont (la nave insignia de ese circuito) y trabajar en conjunto con las dos pantallas de televisión que tenemos, Cine.ar TV y Cine.ar Play, que es una pantalla de streaming. Estamos haciendo la experiencia de programar juntas todas las pantallas de para darle otra salida al cine argentino. Porque se le va a hacer muy difícil en los circuitos comerciales.
-El Gaumont ya había conformado un circuito de público propio. Incorporarle tecnología y sumar las pantallas digitales es una medida necesaria para la industria audiovisual, ya que en el contexto de aceleración de las grandes producciones y de las alianzas entre pantallas, productoras, distribuidoras y exhibidores, las cinematografías locales corren el riesgo de quedarse cada vez con menos pantallas.
Es lo que se está viendo en todo el mundo. Hay dos fenómenos importantísimos y estamos trabajando seriamente en ambos: el streaming y el crecimiento de películas que se ven en plataformas. Afortunadamente el cine argentino tiene su propia plataforma. Por otro lado un circuito de salas propias. Nosotros aspiramos a tener más salas y venimos hablándolo con el ministro de Cultura. Buscamos aumentar el circuito autoral del cine argentino. En este momento, de 80 espacios están abiertos unos 25. Muchos no pudieron abrir por las condiciones particulares de estos lugares.
-En algún momento se pensaba en una programación unificada para que los estrenos lleguen en forma simultánea. Dado que la circulación de los contenidos digitales lo permite, ¿lo creés posible?
Es relativo: no es lo mismo programar en un pueblo pequeño que en una ciudad. En muchos casos hay mucha oferta de televisión; en otros, ni siquiera llegan las plataformas. Las programaciones tienen que dar respuestas diferentes a cada lugar. Tampoco son iguales las películas: algunas son más apropiadas en ciertos lugares que en otros, y a sus productores les interesa más. Y también debemos tener en cuenta las regiones: no es lo mismo la Patagonia que el Noroeste. Nosotros podemos programar desde la calle Lima, pero tenemos que atender a lo que quiere y sabe programar el encargado de cada lugar. Lo único cierto y común es que el cine argentino necesita ese circuito. Y probablemente, después de la cuarentena va a ser una gran parte de la posibilidad del acceso en salas con espectadores.
Pero hay que tener en cuenta el otro acceso a las películas, que sí programamos desde Buenos Aires, que es Cine.ar Play. Durante la cuarentena creció exponencialmente: se multiplicó por cuatro. Entre Cine.ar TV y Cine.ar Play llegamos a más de dos millones de espectadores todas las semanas. El programa Jueves estreno permitió el contacto con el público de más de cien películas argentinas.
-¿En qué estado se encuentra la actualización del Plan de Fomento vigente desde 2017?
Estamos por presentar nuestra idea del nuevo Plan de Fomento ahora, en abril. Para discutirlo con las entidades, las autoridades provinciales y las productoras federales. Este Plan de Fomento tiene que contemplar todos los tamaños de películas, las envergaduras y presupuestos. Y particularmente observar lo que está pasando en cuanto a la transformación de las nuevas formas de producción.
-Mientras tanto, ¿qué apoyo recibe la producción?
Estamos avanzando al mismo tiempo en planes de coyuntura. Implementamos un plan con fondos para las películas que lanzarán su preproducción o su rodaje en el primer semestre del año, con una expectativa de llegar a cincuenta hasta junio. Y ya adhirieron más de 35.
También hicimos un fondo de dinero -que nos prohibimos tocar para nada que no sea fomentar a las películas- de hasta 10 millones de pesos por producción como adelanto para que estas películas puedan comenzar.
Aparte de esto, hay dinero a fondo perdido destinado a pagar los protocolos (que son muy caros), para quitarlo del presupuesto de la película, para que no vaya en desmedro de otras cosas que deben costearse. El INCAA paga hasta dos millones de pesos por producción en protocolos.
También hay otras ayudas a películas que se estaban rodando y fueron obligadas a parar y a otras que estaban en posproducción y durante la pandemia se fueron terminando.
Son diferentes programas y planes para atender las diferentes etapas de producción, medidas de fomento para que la rueda empiece a girar.
-En los últimos días del año pasado, un grupo de entidades se manifestaron críticamente hacia la gestión a través de un documento. ¿Qué conclusiones sacaste de ese texto?
Seguimos haciendo lo que creemos que tenemos que hacer, en circunstancias extremadamente difíciles. Obviamente, como en cualquier otra actividad, hay dificultades reales que sortear. La situación económica de las productoras -sobre todas las más pequeñas, que son las que tienen menos espalda financiera y son la mayoría-, tiene problemas reales para sostenerse. En ese contexto, el INCAA no tiene más posibilidades de ayuda que lo que se hizo: se ayudó a los sindicatos y a las obras sociales. Que estaban quebradas o a punto de quebrar (de hecho, la obra social de los actores esta en convocatoria), lo que implica en un momento de pandemia perder la obra social para técnicos, actores, extras, músicos, que dependen total o parcialmente del cine. El INCAA trabajó junto al Ministerio de Cultura y acompañó los planes de ayudas directas del gobierno.
Lo que pasó durante fin de año fue un fogoneo muy fuerte de gente que no nos quiere en el INCAA, que encontró unas circunstancias muy favorables para tirar un fosforo y que prenda. Y no nos quieren en el INCAA por una razón muy clara: es gente que ha lucrado con el cine a lo largo de los años, y algunos no de maneras honestas.
-En julio último hubo un allanamiento al INCAA y tu respuesta inmediata es que cuando uno se mete con la corrupción le pisa los callos a mucha gente.
…Un allanamiento que fue el resultado de una operación mediática. Con algunos protagonistas que fueron los mismos que echaron a (Alejandro) Cacetta, y una metodología parecida. Algunos de los que hicieron esta operación son los mismos. Esto dio como resultado una causa penal. Tengo varias causas en este momento. Pero es parte del oficio. Yo lo sabía de afuera, pero no me había tocado en el lugar de funcionario aunque sabía que era parte de las posibilidades. Nosotros también hicimos causas penales contra otras gestiones.
-¿En qué estado se encuentra esa causa, a cargo del juez Sebastián Casanello?
Todavía está en estado de denuncia. El juez determinará si abre la causa o si hay un sobreseimiento. En realidad no hay ningún motivo para que haya una causa. Pero eso lo tiene que decidir la justicia.
-Si hay gente que no te quiere en el INCAA es porque observaste o encontraste situaciones poco claras.
Sin duda. Es un organismo que tiene fondos propios –es autárquico- que son un botín codiciable. Tiene más fondos que algunos ministerios. Hay pocos lugares donde se puede lucrar de la manera que se ha lucrado en el INCAA. Y me refiero a muchísima gente de la llamada industria.
-De cara a lo que viene, ¿qué nuevos objetivos te proponés?
Queremos recuperar el cine que nos merecemos. Que la ley vigente (la de 1994, vos recordarás lo que peleamos por esa ley) se cumpla a rajatablas. Más allá de la pandemia, los fondos que se obtuvieron para el cine después de la ley pasaron de ser de 3 millones a 50 millones de dólares. Esta diferencia tan grande permitió el acceso al cine de una nueva generación de directores, lo que en el camino se llamó el cine independiente. Tenemos muchos más directores que en los años 90. No hay país que tenga nuestra cantidad de óperas primas.
Pero al mismo tiempo, el cine se multiplicó por diez en cuanto a la cantidad de gente, de técnicos, de películas. Pasamos de 30 a 300 películas desde 1994 hasta hoy. Y esa misma proyección se puede hacer con las personas. En cambio los fondos siguen siendo más o menos los mismos: 50 millones de dólares anuales. Esto provoca una crisis y la hubiera provocado aunque no hubiera pandemia. Venimos a atender esto: un cine que se multiplicó por diez con la misma plata. Este es el problema grande a resolver.
-¿Extrañás tu rol de cineasta?
Mucho. Espero que la vida me dé tiempo para volver a dirigir cuando me vaya del INCAA. Yo empecé de adolescente y me tocó hacer todos los oficios: fui técnico, escribí, monté, produje. A lo largo de más de 55 años de relación con el cine me faltaba el de funcionario. Pero también esto es nada más que una etapa.
-Junto con el anuncio del cierre de las tiendas Falabella se exhumó un aviso de 1976 de las tiendas La Favorita de Rosario, ubicada en el mismo espacio donde funcionaba un local de Falabella. ¿Recordás aquella publicidad?
¡Sí! Era una especie de policial que servía como excusa para mostrar toda la tienda, con Adriana Aguirre y Daniel Ripari, un doble que después trabajó conmigo. Me acuerdo mucho de mis comerciales. Filmé cientos. Empecé allí como adolescente. En esa época muchos directores veníamos de la publicidad y tuvimos esa escuela: Sorín, Pino Solanas (quien también era jinglero), Jusid, Eliseo. Dos o tres veces por semana estábamos en un rodaje con la cámara en una mano y el mate en la otra. Filmábamos mucho.
-El Instituto, ¿está mejor o peor que hace 500 días?
Creo que está mejor. Tiene mucha gente y muchos frentes abiertos, con vicios enquistados y malas prácticas. Pero también hay muchísima gente que lo adora. Nosotros –los que venimos de afuera- nos encontramos con una gran sorpresa: esa gente que quiere mucho al INCAA como organismo, que sabe mucho más que nosotros y que nos dicen cómo llevar a la práctica las ideas. Aun en este año difícil, cuarentenados y trabajando desde las casas, pudimos armar una estructura humana excelente.
Yo empecé a trabajar a los 16 años y a los 20 ya tenía mi pequeña empresa. Sé lo que es la gestión empresaria. Uno dice “vamos a hacer tal cosa” y al día siguiente la está haciendo. En la gestión pública es muy difícil entender la lógica. En cincuenta y tantos años de gestión personal tuve que aprender todo de nuevo. Es una hermosa aventura.
-¿Por qué decidiste ser presidente?
Varias veces me lo habían ofrecido y me decía “alguna vez, cuando sea viejo”. Y esta vez dije que sí. Porque ya soy viejo (risas) y creo que me tocó. Y por otro lado porque creo mucho en este gobierno. Y me pareció que era ahora o nunca: y lo que hay que hacer, es ahora.
Julia Montesoro