El jueves 11 de marzo se estrena en Argentina la coproducción hispano-argentina Akelarre, de Pablo Agüero, que relata por primera vez la caza de brujas desde una perspectiva completamente femenina y muestra que en la caza de brujas no había brujas.
Protagonizada por Amaia Aberasturi (Ana); Alex Brendemühl (Rostegui); Daniel Fanego (Consejero); Yune Nogueiras (María); Garazi Urkola (Katalin); Irati Saez de Urabain (Olaia); Jone Laspiur (Maider); Lorea Ibarra (Oneka); Asier Oruesagasti (Padre Cristóbal); Elena Uriz (Sra. Lara); Daniel Chamorro (Cirujano); Iñigo de la Iglesia (Sargento) y Jeanne Insausti (Abuela), Akelarre tuvo su premiere internacional en la Competencia Oficial de la 68° edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Akelarre es una de las dos producciones que se presentará en el reabierto Cine Gaumont, simultáneamente con Cine.ar TV (se presenta a las 22 hs. con una repetición el sábado 13 a la misma hora), Netflix y Cine.ar Play el viernes 12, durante siete días, en forma gratuita.
En 1609, el juez Pierre Rosteguy de Lancre recorrió el País Vasco francés interrogando a centenares de personas y condenando a decenas de mujeres a la hoguera por supuestos actos de brujería. Luego relató su experiencia en el libro “Tratado de la inconstancia de los malos ángeles y demonios”. En esos textos barrocos y alucinados, Pierre Rosteguy de Lancre dio forma al mito del «sabbat de las brujas» (en lengua vasca: «akelarre») que influyó a jueces y luego a artistas durante siglos.
País Vasco, 1609. Los hombres de la región se han ido a la mar. Ana participa en una fiesta en el bosque con otras chicas de la aldea. El juez Rostegui, encomendado por el Rey para purificar la región, las arresta y acusa de brujería. Decide hacer lo necesario para que confiesen lo que saben sobre el akelarre, ceremonia mágica durante la cual supuestamente el Diablo inicia a sus servidoras y se aparea con ellas.
“Este proyecto nace de un sentimiento de injusticia –explicó el director, Pablo Agüero-. La casitotalidad de las obras de ficción que tratan el tema de la caza de brujas perpetúan los clichés misóginos impuestos por la inquisición, sugiriendo que en el origen de los juicios y condenas habría verdaderos actos de brujería. En 2008, al leer “La Bruja” de Jules Michelet, descubrí un camino posible para reivindicar a esas mujeres libres e independientes que el sistema represivo de la monarquía clerical condenó injustamente a la hoguera y al olvido. De inmediato supe que la temática sería la construcción del mito del Akelarre. Mostrar cómo un juez como Pierre De Lancre inducía a sus prisioneras a encarnar sus propios fantasmas de hombre.
Durante el largo proceso de desarrollo del proyecto, me encontré con mucha gente que no comprendía qué resonancia podría tener en el siglo XXI esta historia de 1609. Con el tiempo, los movimientos feministas vinieron a refrescar la memoria y poco a poco esta denuncia de la estigmatización de la mujer se volvió vital. En la preparación de la película, me interesó especialmente el conflicto entre un actor carismático y una adolescente desconocida. También el contraste entre la amenaza de la tortura y la hoguera, por un lado, y la alegría de vivir por el otro. Buscaba que una película tan lóbrega fuera sin embargo luminosa. Y no ha hecho falta recurrir a lo sobrenatural. Considerado en todo su esplendor, el mundo natural es de por sí suficientemente inquietante y mágico.
La identidad local es otro aspecto que me motivó desde el comienzo, tanto políticamente como estéticamente. Hubo en la caza de brujas una voluntad clara de uniformizar el mundo, aplastando a las minorías y eliminando toda posible diferencia de religión, de cultura y de costumbres. Los bretones, los cátaros y otros muchos pueblos europeos sufrieron invasiones y prohibiciones. También el País Vasco, y es justamente en esta tierra donde Pierre De Lancre, el más barroco y literario de los inquisidores, desarrolló su akelarre fantasmático, llegando a hacer cantar y danzar a supuestas brujas que lo perturbaban por su juventud, libertad y belleza.
Por eso, a pesar de que agregaba una dificultad suplementaria al financiamiento y la difusión, decidí que esta película debía ser rodada en Euskadi, con actrices locales que hablan en euskera, y utilizando incluso algunas localizaciones donde realmente sucedieron ciertos episodios de la historia real.
Uno de mis principales propósitos fue evitar la rigidez típica de las películas de época. Yo mismo crecí en una cabaña sin electricidad ni agua corriente, exactamente como en el siglo XVII, pero en la Patagonia. Entonces, conjurábamos el frío, la miseria y el miedo en esas explosiones de alegría. Mi identificación es total. Para mí, estas chicas todavía están vivas. Eso es lo que me interesa captar en ellas: la vida, ese trance febril y a la vez pletórico”.
Pablo Agüero creció en un pueblo de la Patagonia, sin cine ni televisión, donde vivió solo con su madre en condiciones de subsistencia muy precarias. Desde sus primeros cortometrajes, el compromiso social y el interés por la condición femenina son ejes centrales de su obra. Autor y dibujante de cómics durante su adolescencia, dirigió a los 15 años su primer cortometraje, “Más allá de las puertas”, homenaje delirante a Aldous Huxley y The Doors, ganador de la Bienal de Arte Joven.
Salamandra (2008) ofreció al músico galés John Cale (The Velvet Underground) su primer rol en el cine. Con el documental feminista Madres de los dioses, donde Géraldine Chaplin encarna nada menos que a Dios en persona, Agüero obtiene el Premio Ecuménico y cierra su ciclo de la Patagonia. Sigue 77 Doronship, primera y única película rodada durante el noveno mes de embarazo de su protagonista, seleccionada en el Festival de San Sebastián, ganadora del premio del Mejor Guion en el Tarapacá Film Festival y el de Mejor Director en la edición 2009 de BAFICI.
Su siguiente proyecto, Eva no duerme (2015), basado en la historia real del cuerpo embalsamado de Eva Perón, obtuvo el Grand Prix Sopadin al Mejor Guion en Francia. Su último largometraje antes de Akelarre fue un documental de encargo: Son of Man (2018). La película, íntegramente rodada con drones en el Amazonas, fue seleccionada por la Academia de Ecuador como candidata a los premios Oscar y obtuvo el Grand Premio al Mejor Largometraje en el Rhode Island Film Festival.
EQUIPO TÉCNICO
Dirección: Pablo Agüero
Guion: Pablo Agüero, Katell Guillou
Casas productoras: Kowalski Film, Lamia, Gariza Films, Tita Productions, La Fidele, Campo Cine
Producida por: Koldo Zuazua, Iker Ganuza, Fred Prémel
Coproducida por: Nicolás Avruj, Diego Lerman, Jokin Etcheverria, Garazi Elorza
Producción ejecutiva: Koldo Zuazua, Iker Ganuza
Dirección de producción Guadalupe Balaguer
Director de fotografía: Javier Agirre
Montaje: Teresa Font
Banda sonora: Maite Arroitajauregi (Mursego), Aranzazu Calleja
Dirección de arte: Mikel Serrano
Sonido: Urko Garai
Montador de sonido: Josefina Rodríguez
Vestuario: Nerea Torrijos
Peluquería: Ricardo Molina
Maquillaje: Beatushka Wojtowicz
Duración: 91 minutos