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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Ezequiel Radusky estrena «Planta permanente»: «Es un documento de advertencia a la clase trabajadora»

Ezequiel Radusky conoce de cerca los recovecos del empleo público por su propia experiencia laboral. A partir de sus observaciones constituyó Planta permanente, un relato impiadoso sobre las relaciones de poder y la lucha por la supervivencia en ese ámbito, simbolizado en las dos mujeres protagonistas: las sobresalientes Liliana Juárez y Rosario Bléfari, en su rol póstumo.

Planta Permanente se puede ver en Cine.ar TV el jueves 29 y el sábado 31 a las 22 hs. y en Cine.ar Play a partir del viernes 30, durante siete días en forma exclusiva y gratuita.

Planta permanente aborda las pequeñas miserias cotidianas de la clase trabajadora en los organismos del Estado, descripta a partir del vínculo de dos mujeres. ¿Qué te interesaba de ese ámbito, por qué te atraía?

Mi interés por retratar de algún modo el funcionamiento de la administración pública tiene que ver una cuestión artística: me gusta tratar de generar películas u obras de teatro ancladas en situaciones que yo pueda conocer bien. Trabajo en la administración pública desde 2006, y ese lugar me permitió hacer estudios visuales y relacionales entre la gente. Es un ámbito muy especial para retratar: en Tucumán, y en las provincias en general, la gran mayoría de sus habitantes trabaja en el estado.

En mi repartición había unas chicas que limpiaban bastante queridas por la gente de la oficina, pero al mismo tiempo había gente que las miraba como a “las siervas”. Con la idea de identificar un público más amplio, me pareció que era indicado que la historia ocurriera entre gente de ese estrato y no en el mundo de los jefes.

-¿Había algún modelo (algún personaje arquetípico) que te sirvió como punto de partida para el proyecto?

Estuve en el Instituto de Acción Cooperativa y Mutual de la provincia,  luego en Cultura y actualmente estoy trabajando en la Casa de Tucumán en Buenos Aires. Tengo un conocimiento exhaustivo del mundo de la administración pública. Mientras trabajaba, la cantidad de horas que pasé en la oficina y las relaciones que generé entre los compañeros y compañeras hizo que ese grupo de trabajo pase a ser como especie de familia. En ese punto, vos podés ver las personalidades de cada una de las personas que integran tu oficina, y cuando vas a comer un asado a la casa de esas personas ves su mundo, y ves cómo se relacionan con su mundo, y al volver a la oficina te das cuenta por qué son como son.

Si uno quiere, puede encontrar arquetipos en el mundo de la administración pública. Pero también puede hacerlo dentro de cualquier trabajo: en una empresa privada seguramente encontraremos también determinadas formas de comportamiento que se repiten. No tengo arquetipos exactamente definidos. Sin embargo, en toda oficina siempre hay uno que se queja de todo, está la linda, está el que se duerme…En todas las oficinas siempre hay un personaje que responde a esas características. Como en la sociedad: también en los grupos de amigos está el que más no sé qué, el que más no sé qué otro….

-¿Cómo fue modificándose y fortaleciéndose la narración desde la primera escritura hasta el resultado final?

Se fortaleció mucho el producto final gracias al apoyo y el trabajo con el resto del equipo. Cuando ingresó Diego (Lerman, el productor) fue clave para el fortalecimiento de la estructura dramática. Yo quería una tragedia claramente definida por sus actos y él aportó muchísimo. Gonzalo Delgado -nuestro script doctor para las versiones finales-, también aportó ideas claves. Como que las chicas sean amigas en vez de ser simplemente compañeras de trabajo.

Y se fue fortaleciendo mucho también por el contexto político del momento. Yo escribí la historia temiendo que el macrismo fuera gobierno y finalmente pasó. Eso introdujo otros elementos, como los despidos, o cómo las plantas se fueron transformando en otra cosa. Eso no estaba en los guiones originales. Fue estupendo que el guion fuera absorbiendo el contexto de la época, porque la película quedó como un documento de advertencia a la clase trabajadora.

-Un aspecto vital de la película es el vínculo entre ambas actrices, que trascienden lo meramente ficcional. ¿Cómo las elegiste y cómo advertiste que podían lograr una relación tan estrecha?

La relación de Rosario y Liliana viene de Los dueños. Tenían muy buena onda. Creo que el hecho de haberlas dirigido yo y ser amigo de cada una de ellas por separado, generó una transpolación de esa amistad, que se fue intensificando hasta que se hicieron íntimas. Pasaron mucho tiempo juntas ensayando y también se mensajeaban.

Me gusta trabajar con la memoria emotiva: la técnica de Stanislavsky me parece increíble. Trabajo mucho para que los actores puedan transpolar características de amigos o amigas que ellos tengan muy presente o que recuerden. De hecho Liliana, cuando arma los personajes, abre un cuaderno y hace un diario. Así fuimos inventando su prehistoria, le armamos un universo a los dos personajes y después ellas los conversaron y lograron atar los cabos. Armaron un gran cuento en donde lo que vimos en la pantalla es un fragmento nada más.

-¿Cómo trabajaste con ellas y qué te aportaron o te agregaron que fortaleció el proyecto?

Un lujo que pude darme (como en Los dueños) fue escribir el guión para las protagonistas. A lo largo del proceso las fui consultando. De hecho, Rosario me pidió hacer a Marcela. El personaje no estaba escrito para ella, pero cuando lo leyó –le pedí una devolución como amiga- me propuso hacerlo. “Escribilo mejor, hacela que juegue desde el principio”, me dijo y me dio una serie de indicaciones. Ese mismo día escribí la segunda versión del guion.

Ellas aportaron mucho con sus historias y me rescribían el guion en medio de la escena. En una de ellas, Liliana dice que la madre “les cocinaba a los judíos en Tucumán”. Eso es verdad: mi tía le compraba de a cien humitas y cien tamales a la madre de la Lili. Me gustó que metieran esas vivencias: aportaron muchísimo.

-En la relación entre las dos mujeres no hay víctima y victimaria: ambas atraviesa momentos de solidaridad y también de envidia. Se necesitan y al mismo tiempo se desprecian. ¿Dejaste el final abierto para que cada espectador complete la evolución de ese vínculo? ¿Tenías pensado otro final?

En el final original ellas no eran amigas. Había una cosa mucho más descarnada, en donde Lila de algún modo enloquecía. Perdía la licitación y el trabajo y se quedaba sola en su casa con el marido. Pero un día volvía a la oficina y se atrincheraba en la cantina, hasta que venía la policía. Era muy feo, y advertí que coincidía con un momento en el que yo estaba muy enojado con situaciones que habían pasado en mi trabajo. De algún modo quería romper todo, y eso es lo que le trasladé a Lila. Cambié el eje y descubrí que cuando se vuelven amigas, la relación es mucho más interesante.

El final fue un debate muy interesante, porque estaba la licitación de por medio con sus variables: si se cerraba o no; si ganaba una, la otra o perdían las dos; si se presentaban juntas o por separado.

Mucho de lo que decidimos tuvo que ver con que, en medio de la noche macrista, surgió la ola verde. Fue reveladora, porque pude ver ahí una verdadera capacidad de unión. Hasta cuando había fisuras dentro del mismo grupo se paraba la pelota, se hablaba, se acordaba y siempre se llegaba a buenos acuerdos. Y cuando había que callarse en algunas cosas y cinturear y hacer política, también se hacía.

Cuando vi la ola verde me dije “es por acá”. Y era por allí: nosotros los chabones no nos íbamos a dar cuenta nunca. Tenían que venir ellas para que nos diéramos cuenta.

Con Rosario queríamos que el final fuese duro, que no te dieran la palmadita en la espalda y te digan “bueno… al final se van a arreglar y va a estar todo bien”. El final es abierto: para mí, al menos como me lo imagino, es que vuelven a ser amigas. Van a seguir juntas porque fue todo como una especie de pesadilla, un malentendido.

-La película ya tuvo proyecciones en diversos marcos. ¿Qué devolución te hicieron los empleados del Estado que la vieron? ¿Qué vieron de ellos mismos allí?

Pude ver la reacción de los trabajadores del Estado en Mar del Plata en el estreno. Hubo gente que se acercó llorando a Liliana para agradecerle por haberlos representado y darles voz. También hubo gente que flasheó y se vio ahí en la cuestión de los despidos, las presiones, los cambios de jefe.

Yo intenté mostrar que entre nosotros también somos bastante descuidados. Eso también lo vieron y lo entendieron. La película no es condescendiente con los empleados públicos. Está bien claro quién es el sector de la sociedad que para mí tiene la culpa de todo en este país -la oligarquía y sus representantes, pero así todo vieron la fisura entre nosotros. Tenía miedo de que ofendiera, pero pasó todo lo contrario.

A unos productores alemanes les pareció que describía muy bien cómo el sistema rompe las relaciones humanas más profundas. Y lo más interesante es que observaron el nivel de detalle en la relación de estas dos mujeres y del universo femenino. Fue maravilloso que me lo hayan dicho, porque trabajamos con un “ejército de minas” para evitar que se me escape la liebre, no tropezar con errores estúpidos y poder tener una película defendible ideológicamente por nuestro sector.

Norberto Chab

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