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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Daiana Rosenfeld estrena «Mujer medicina»: «El cine nos sana»

El jueves 7 de noviembre se estrena Mujer Medicina, cuarto documental dirigido y escrito por Daiana Rosenfeld, filmado en distintas locaciones de zonas remotas del Amazonas peruano. Cuenta la historia de Fedra Abrahan, quien trabaja como mujer medicina con plantas en Argentina, y viaja todos los años al corazón de selva para conectarse con la sabiduría ancestral de los pueblos de la región y seguir aprendiendo y sanando.

Más allá de revelar ceremonias secretas de profunda espiritualidad, la realizadora recorre, sin necesidad de palabras, el imponente marco que rodea esas prácticas ancestrales. Aparece en toda su magnificencia el misterio de la montaña a través de sus cuatro elementos esenciales; la vida animal recobrando su trascendencia en el plano detalle del mundo de los insectos; los cambios climáticos expresados en las formas cambiantes de las nubes; los senderos que trazan los árboles y que guían al caminante; la armonía y paz que emana del silencio; la luz natural para realzar la belleza de los paisajes.

Daiana Rosenfeld dialogó con GPS audiovisual para revivir el viaje que propone Mujer medicina.

-¿Cuál fue el disparador de la película? ¿La historia de la protagonista, Fedra Abrahan? ¿O el misterio de la medicina ancestral?

Estaba muy interesada, por un proceso personal, en ahondar en las prácticas chamánicas y los procesos de sanación espiritual. Por una motivación interiror, me acerqué a este mundo que opera en el orden de los misterioso y de allí surgió el deseo y la necesidad de hacer esta película. 

-¿Conocías a Fedra antes del rodaje?

Si, claro. A Fedra la conocí en este camino, en estas prácticas de apertura de conciencia. Y la conexión que sentí por ella fue instantánea. 

-¿Qué te entusiasmó para llevar adelante el proyecto? 

Me interesaba ahondar en por qué los occidentales nos acercamos a estas prácticas tan ajenas, en algún punto, a nuestra sociedad, como formas alternativas de conexión y transformación espiritual. Qué hay detrás de esto, ¿no? Y en esa búsqueda, me encontré con personas que deciden acercarse a las prácticas chamánicas como una altenativa a la medicina occidental y como una forma de vida más ligada a los ritmos de ser y no del hacer, en términos productivos. 

-¿Conocías la montaña?

Hice dos viajes previos al rodaje. Fui a la selva amazónica para investigar y participar de las ceremonias que lleva a cabo la protagonista. 

-En el silencio y la soledad de la montaña, ¿cómo fue el proceso para acceder allí con la cámara y el equipo de trabajo?

Fedra y Li Chi, sus compañeros, viajan hace muchos años a la selva y a la montaña para participar de estas ceremonias. Allí están sus maestros. Gracias a esa confianza, pudimos filmar. Fue un verdadero desafío porque procuramos no ser invasivos y sabemos que hay muchas de estas prácticas que, en general, no se suelen registrar. Así, además del rodaje, estábamos muy atentos a cuándo filmar y cuándo no. La realidad es que acompañar y registrar procesos internos, que llegan a ciertos grados de vulnerabilidad, es intenso. Creo que la llave fue la percepción para saber hasta dónde y qué filmar. 

-¿Cómo pudiste acceder a los rituales de los curanderos?

Tanto Freddy Cohaila como Mateo Arévalo son los maestros de Li Chi y Fedra de hace muchos años. También creo que quedó claro de antemano que las intenciones de la película estaban relacionadas con mostrar, con respeto y humildad, un proceso de sanación, desde la perspectiva de Fedra y también desde la mía. Sin caer en algunos lugares comunes más relacionados con ciertos estados alterados de conciencia o el uso de psicotrópicos. Siempre nos basamos en que es medicina y es un proceso de transformación espiritual.  

-¿Qué parte del recorrido conocías, y qué se reveló en ese lugar?

Conocía la selva, pero no había ido, hasta entonces, al ritual de la búsqueda de visión en Perú. Si bien conocía las prácticas en Argentina, fue una grata sorpresa encontrarme con esos paisajes, esa ceja de la selva, y sobre todo, la cantidad de personas que se acercan año a año para ayunar, purificarse y darse un espacio de silencio y conexión con la naturaleza y su propio ser. 

-¿Qué aspectos del guión fue forzosamente modificado por las contingencias del día a día?

Muchos. La selva y la naturaleza creo que fueron las grandes guías de la película. La selva es impredecible, intensa y sabia. Y así también nos fue poniendo los límites necesarios para ir modificando el relato en función de lo que iba sucediendo. Y también de mis propias necesidades. 

-Un elemento recurrente es la presencia de los cuatro elementos esenciales. ¿Cómo fue tu propio proceso de transformarte en una mujer “urbana” –si es que lo eras- para poder captar los ciclos de la naturaleza como una guía del lugar?

Vivo en la ciudad, sí, pero siempre me sentí muy conectada (o por lo menos con la necesidad de conectar) con la naturaleza y sus ciclos. Con el agua, la tierra, el aire y el fuego. Es energía vital. En la naturaleza me siento en casa, en armonía. Uno de los rituales que se desarrollan en la película es la búsqueda de visión, que podríamos definirla como ir a un encuentro espiritual. Son 4 días y 4 noches de ayuno completo (sin tomar ni comer nada), según la línea que sigue Fedra. Los buscadores están sentados solos en la montaña. Se realiza en cuatro años, honrando a los cuatro elementos. De ahí la idea de la presencia de la naturaleza como protagonista también del film.  

-Se advierte que el rodaje fue hecho en condiciones extremas, o al menos, nada confortables. ¿Qué fue lo más complicado que debiste sortear?

Creo que el gran desafío fue estar completamente sumergidos en esa experiencia, participando, por momentos desde afuera, en las ceremonias, pero estando completamente adentro. Más allá de lo poco confortable que puede ser trabajar viviendo en carpa (que a mí particularmente me encanta) o durmiendo todos juntos en las malocas de la selva donde se realizan las ceremonias, lo más complejo fue intentar  que nuestra presencia no altere el orden de las ceremonias ni que sea invasiva. Fue un trabajo de estar muy atenta, no solo al proceso estético y narrativo de la película, sino también a la vulnerabilidad que estos procesos proponen.

-¿En alguno de esos momentos peligró el proyecto?

Yo sentí que sí. Sobre todo en los dos primeros viajes de investigación que hice en solitario, antes del rodaje. Me sentía un poco aturdida ante tanta intensidad y por momentos pensé que no era ese el camino. Siento que estas medicinas y prácticas te ponen a prueba y en algún punto fortalecen o resignifican. Así fue con el proyecto.

-¿Volverías a la montaña?

Sí, claro. Es un lugar mágico, de sanación. 

-Viajar a la montaña, ¿modificó tu vida?

Creo que cada experiencia de sanación y de vida nos modifica; si no, no tiene sentido hacerlo. Y cada película que una va haciendo tiene que ver con un proceso de transformación; o por lo menos, una vuelta más en el espiral. Por ello creo también que el cine nos sana. 

Norberto Chab

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