Victoria Chaya Miranda está en la preproducción de la serie Previa, proyecto del que es directora y guionista, con producción de Inocencia Cero y que consiste en ocho episodios unitarios de media hora cada uno, en los que se mete en la intimidad de las parejas.
La propuesta tiene como escenario un hotel heredado por dos hermanos, testigos de cómo diversos personajes llegan a una habitación y experimentan los momentos previos a la intimidad. El elenco prevé nombres como Florencia Peña, Carlos Portaluppi, Carolina Ramírez, Francisco Bass, Mariana Genesio Peña, Pablo Rago, Laura Cymer, Inés Estévez, Salustiano Zavalía, Nicolás Goldschmidt, Mirta Wons, Esteban Prol, Esther Goris, Edda Bustamante, Diana Lamas y Alberto Ajaka.
-¿Cómo llegaste a este momento previo de Previa?
Siempre que trato un tema tengo un compromiso social con él. No me salen como si fuera “ay, bueno, ahora voy a elegir esto”, sino que me siento impulsada socialmente por ir a ese lugar. Por la curiosidad de saber qué nos pasa con la intimidad, especialmente después de la pandemia. De repente se nos hizo más difícil llegar a encontrarnos. Nuestras relaciones empezaron a ser más complejas: hay mucha gente quejándose, aparece un código nuevo que nos habla de una distancia muy grande entre los seres humanos. Hablar de la intimidad –ni siquiera de la sexualidad-, como el primer proceso de acercamiento era muy importante.
-Es inevitable asociar el concepto de Previa como la sexualidad. ¿También está expuesta?
¡Re! Mi punto de partida es la intimidad. A partir de allí, busco resignificar y revalorizar la sexualidad, porque es fundante. Y también es un estado de salud mental. No la actividad sexual en sí sino el desarrollo de la sexualidad como un proceso identitario, de descubrimiento.
-¿Cómo decidiste tirarte a la pileta y exponer la intimidad y la sexualidad frente a una cámara?
De repente el tema empezó a ser súper importante para mí. Y fue importante desarmar y -te diría una palabra más fuerte- asesinar lo que conozco, poner la cámara en la intimidad y en la sexualidad y empezar de nuevo. Me di cuenta de que la cabeza se me abrió 360 grados.
Siempre una asume riesgos. Y también existe la posibilidad de que algo pueda salir mal. Pero a la vez siempre creo que correr el riesgo ya es ganar, porque implica encontrarse con una mirada nueva de una misma. Y por lo tanto, proponer un viaje diferente.
-Antes de eso, ¿lo venías elaborando? ¿Trabajabas sobre estos tópicos?
Hago vivos de sexualidad hace por lo menos un año y medio. Surgió porque tengo una amiga sexóloga, Yasmin Ammann (además es doctora en ginecología y obstetricia), que está muy cerca de las mujeres. Un día, charlando, le comenté que la sexualidad en el audiovisual es un tema tremendamente mal contado. Para todos: varones, mujeres y diversidades.
Entonces empecé a investigar. Preparé un cuestionario de cinco preguntas y entrevisté a cientos de personas que me dieron mucha información. A partir de ahí generé esta serie, una comedia basada en hechos reales que no se burla de la sexualidad y a la vez no la solemniza. Fueron muy importantes esas encuestas. Las hice con mi amiga sexóloga, Yasmin y también con una amiga psicóloga, Cecilia Carné.
-¿Cómo tomó forma de serie?
Cuando empecé a investigar quería escribir sobre el tema. Un día, hace quince meses, apareció en mi cabeza el formato: una serie de ocho capítulos de media hora. Estamos en preproducción, a semanas de comenzar a filmar, con el riesgo de trabajar un tema que vengo investigando hace mucho tiempo y que no fue tratado visualmente como necesitamos.
–Previa también va a poner en práctica las nuevas normas sobre la intimidad en los sets.
Re. La sexóloga va a estar a disposición de todo el equipo. Hay una bajada de línea propuesta por el equipo de producción y por mí, sobre cómo vamos a estar en el rodaje, cuáles son las instancias en las que nos vamos a acomodar físicamente. El vestuario también está pensado para que la intérprete se sienta cómoda. Este rodaje es como un cristal: necesito a todas las personas en la posición correcta, porque al hablar de la intimidad nos encontramos en una especie de barro donde hay indiscriminación y falta de cuidado. En las escenas riesgosas, cuando se sacan la ropa hay un equipo reducido: nadie debe estar frente a otros monitores. Cuido mucho a los actores. Es un proceso quirúrgico, de extremar el cuidado.
-¿También puede ocurrir que en nombre de ese cuidado quede afuera la emoción?
Tenemos que seguir siendo cuidadosos, pero no pasar por encima del corazón. Porque en el medio esos cuerpos se están vinculando. Dos artistas tienen que tener una conexión mínimamente energética, estar en la misma frecuencia. No nos podemos desentender de eso en nombre de la preservación. Siempre me baso en ese lugar porque soy muy vehemente cuando sostengo algo, pero no anulo los otros puntos de vista. Sostengo desde mi experiencia que el actor y la actriz trabajan con un proceso emocional en el que ponen el cuerpo en escena y con él, su alma, su corazón, su cerebro. Si bien hay que cuidar ese lugar para que sea un comienzo y un fin profesional, las emociones tienen que viajar y los sentidos también.
Me pasa a mí dirigiendo una escena con la gente que está delante de cámara. Yo amo profundamente a un montón de actores y actrices que representaron algo para mí, a quienes vi tirarse a una pileta y jugarse la cabeza por mi trabajo, por mis escenas. Los voy a amar toda la vida y no puedo desentenderme de eso. Pero así como hay un lugar donde está la técnica para ayudarnos a entrar y salir, tenemos que conectarnos emocionalmente.
Julia Montesoro