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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Teresa Costantini presentó «Yo soy así, Tita de Buenos Aires»: «El libro cuenta la vida de una gran mujer y una gran artista»

Como parte de las actividades de Género DAC por el Mes de la Mujer, Teresa Costantini presentó en la sede de DAC su libro Yo soy así, Tita de Buenos Aires, lujoso álbum de recuerdos de la película que estrenó en 2017 y que vuelve a traer al presente la figura de Tita Merello.

El libro se vende a un precio simbólico, a beneficio de la campaña solidaria “Cuentos que alimentan” a través de la Fundación Arte Vivo (@fundacionartevivo en instagram).

-Casi todas tus películas anteriores tuvieron un libro para testimoniar y prolongar la experiencia de la película. ¿Por qué entendiste Yo soy así, Tita de Buenos Aires tenía que llegar, también, al libro?
No lo dudé nunca. Cuando la película arrancó y Claudio Larrea ofreció ser fotógrafo y sumarse a Santiago Mele, quien estaba dentro del proyecto, de entrada le dije que iba a haber un libro. Trabajamos durante el rodaje pensando que las fotos iban a ir a un libro. Es un libro porque te permite recordar con las imágenes algo que está en la película pero que tiene otra sensibilidad o que se recibe de otra manera. Amo los libros y me encanta que las películas queden en el registro de esta manera.

-¿Cómo fue el proceso creativo de este libro y cuándo, por fin, tuviste la idea de que había que terminarlo y soltarlo?

Esa fue la parte más difícil. En mi vida personal estaba sucediendo algo muy fuerte y profundo: mi compañero de ese momento, Pablo (NR: Pablo Silveyra), estaba enfermo y partiendo de este plano. Pero a la vez que eso sucedía yo estaba vitalmente conectada con la filmación y el set donde -como él había acompañado el proceso de la previa-, se juntaban un montón de situaciones que me recordaba lo que habíamos estado escribiendo.

-¿Cómo llegó Tita a tu vida?

Tal como lo cuento en el prólogo, no era fanática de Tita. En mi adolescencia, por más que en mi casa se cantara y bailara tango, para nosotros la música era otra. A la Tita del cine la conocí de más grande. Sí la recuerdo en su programa de televisión, aunque nunca hubiera pensado que algún día haría una película sobre ella. Pero apareció en mi vida a través de un espectáculo que hizo Virginia Innocenti y después Nacha Guevara. Y empecé a sentir que había algo muy emocional que empezaba a conectar conmigo. Fue un proceso larguísimo pero que me tomó por completo. En algún momento pensé qué hacía yo apropiándome de una vida ajena y trayéndola a la ficción, cuando no me habían dado permiso. Entonces hubo un acto de humildad, en ese sentido, de pedirle simbólicamente permiso a Tita y que si tenía que ser y la película era necesaria, se hiciera de la mejor manera.

-Antes de abordar a Tita, hubo un documental que se llamaba, justamente, Buscando a Tita.

Allí estaba el guion. Pero como no podíamos conseguir financiación, no se armaba el proyecto. Mientras tanto, se me ocurrió buscar a Tita a través de la gente que la conoció en las calles de Buenos Aires donde transitó. Y pedirle a distintos artistas que canten sus temas de una manera muy libre. Tampoco teníamos a la protagonista. Y quien iba a ser Tita era fundamental para el proyecto.

-Victoria Carreras, que acompañó a Tita en sus últimos años, dijo que Tita creía mucho en el esoterismo y que -esotéricamente hablando-, si vos no encontrabas a Tita, ella te venía a buscar. ¿De qué manera te encontró Tita finalmente?

Creo que fue en el proceso de revisión del guion, mientras hacíamos el documental. Cuando lo presentamos en Bellas Artes y obtuvo esa respuesta emotiva de la gente, tuve la sensación de que Tita me iba dictando, me iba dando permisos. Cuando había cosas que ella no quería que estuviesen en el guion se caían y no funcionaban. Y cuando había algo que estaba funcionando, me lo permitía. Nadie podía saber, por ejemplo, lo que pasaba entre ella y Luis Sandrini, pero en esa incursión sentí que ella quiso que se resolviera así.

-Tal vez lo más complejo fue la elección de la protagonista.

Cuando conocí a Mercedes Funes me cautivó totalmente: estaba segura de que tenía que ser ella. Dio un casting con un texto inventado de unas escenas de la película. Lo vi por video y me dije: “es ella”. Hasta allí no la conocía. Cuando nos empezamos a encontrar, un día cantó Pipistrela a capela. ¡Casi me desmayo!

-¿Cómo fue tu vínculo con Mercedes Funes, cómo ayudaste al lucimiento de su papel?

Cuando uno trabaja con la actriz que va a protagonizar se siente muy unida, se arma un circuito energético. Lo que más extraño en este tiempo es esa comunicación y comunión, porque uno va creciendo a medida que avanza en ese proceso creativo de los ensayos. Yo siempre ensayo improvisando porque no quiero que vayan textos sino que improvisen y me den cosas que están imaginando, que crezca con la imaginación de ellos hasta encontrar el personaje.

-¿Hay una resignificación de Tita a partir del libro?
El prólogo habla de mi proceso de búsqueda, de cómo llegué a esta artista, esta mujer que decide, contra todos los dolores y las penas. Con una vida muchísimo más dura que lo que yo pude haber tenido, porque tengo el privilegio de no haber atravesado lo que ella atravesó. Siento que el libro cuenta la vida de una gran mujer y una gran artista. Además, en el camino encontré muchas más cosas en común. Y en la escritura también aparecieron otros significados.

-Es la primera vez que vos llegás tan profundo y de manera tan personal e intimista en esa reflexión del proceso creativo y tu vinculación con el personaje, ¿no?

Totalmente. Era lo que más temor me daba de parirlo. Victoria Carreras lo definió como un parto, justamente, porque es algo muy personal, muy descarnado, muy íntimo. Estoy contenta de haberlo hecho: es algo más que me regaló Tita.

-En el proceso de la investigación, la película y ahora el libro, Tita también te transmitió su coraje. De alguna manera, es una pionera feminista. En ese sentido, ¿adquiere otra dimensión el libro y la película?

Tita vivió otra época y si bien fue una precursora, nunca se pronunció de esa manera. Era feminista sin decirlo. A su vez, ella tenía claro que era un mundo de hombres y tenía que seducirlos, tenía que ser amiga de ellos y se metía sin historia con todo su coraje a defender quién era. Imponía algo que muchas más mujeres de esa época también tuvieron, aunque están más ocultas. Algo pasó con esas mujeres del principio del siglo XX: había muchos prejuicios con el cigarrillo, el alcohol, la libertad de sentarse sola en un boliche. Pero ella arrasó con las convenciones y abrió caminos.

Julia Montesoro

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