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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Romina Paula codirige «Edición ilimitada», que se estrena en San Sebastián: «El éxito es poder seguir haciendo cosas»

En 2019, Romina Paula estrenó su ópera prima De nuevo otra vez en el Festival de San Sebastián. Como un estímulo inesperado, obtuvo el Premio Horizontes Latinos a la mejor película.

Este año, Paula regresa –aunque no físicamente- a San Sebastián con Edición ilimitada, codirigida junto con Edgardo Cozarinsky, Santiago Loza y Virginia Cosín. Cada uno de ellos aporta pistas sobre el proceso creativo de la escritura.

-¿Cuál fue el inicio de esta convocatoria colectiva de cuatro cineastas vinculados con las letras y con la actuación?

Más que nada, es una película de Diego Dubcovsky. Igual que mi película anterior, porque la produjo y de hecho, materialmente le pertenece. Pero en este caso, más todavía: la idea original, la convocatoria y la dramaturgia -es decir, el orden de los capítulos-, son de él. El orden es fundamental, porque colocando los mismos elementos en forma diferente hubiera sido otra película. Toda la curaduría es de él: trabajó con cada uno de nosotros, nuestras ideas y nuestras propuestas y decidió el orden final. Es una película “de productor”.

-¿Qué te convenció de la propuesta?

Que te convoquen a filmar algo hoy es un lujo, a menos que no tengas absolutamente nada para decir. Me pareció un poco descabellada la idea, en términos de a quién podía interesarle. De todas formas, todo lo que hago es independiente, así que no necesita demasiado público. Pero al ser una propuesta de otro –en este caso, de Diego- le decía: “¿quién va a ver esta película?”. Me parecía genial y al mismo tiempo muy poco promocionable, y me decía a mí misma “qué idea tan descabellada”. Cuando vi la película terminada advertí que hice bien en confiar en Diego.

-El hilo conductor que tiene son las diferentes miradas sobre la creación literaria.

Sí. Siento que es una apuesta –toda película lo es- en tanto tenés que ir acomodándote: entrás a un universo que se corta y empieza otro distinto. Es más difícil ver cuatro cortos que entrar en el mundo de una propuesta. Cada vez que comienza un nuevo corto, uno recuerda que está viendo aproximaciones sobre el oficio de escribir.

-¿Cómo recibiste la novedad de que Edición ilimitada participaría en San Sebastián, donde estrenaste tu primera película y ganaste un premio?

Fue muy desopilante. Además, considerando que allí se estrenó mi primera película como directora y autora. Viajar a festivales y ganar un premio era absolutamente improbable para mí. Pero también es un mérito de Diego. Aunque él apuntaba a Zabaltegi, que es otra sección un poco más experimental. Por eso también me sorprende el lugar que ocupa.

-¿Hubo interacción de los otros realizadores, Edgardo Cozarinsky, Santiago Loza y Virginia Cosín, en los distintos episodios? ¿O cada uno trabajó en forma autónoma?

No. Diego nos iba diciendo a cada une qué estaba haciendo el otro, pero no es que tuvimos que trabajar en relación al otre.

-Tu participación en Edición ilimitada observa el mundo de la creación literaria como un hecho colectivo. El episodio nos deja entrever que así funciona el mecanismo de la creación grupal previo a una obra teatral. ¿Lo que se ve es lo que ocurre?

Sí. La profesora del corto, Cynthia Edul, es mi compañera. Damos un taller hace más de diez años. Es un ámbito que conozco y me es muy preciado. Me gustó mucho cuando Diego propuso algo del oficio de escritura. Enseguida pensé en ese laboratorio que son los talleres. Cuando funcionan, aunque haya docente o alguien a cargo, la información fluye horizontalmente y suceden cosas de mucha potencialidad, en ese momento en el que se arman los materiales. Esos espacios son abiertos, y a veces el comentario más interesante viene de un compañero y no de la coordinadora. Para mí es un lugar muy vivo, y asistir a los procesos de los materiales me parece el mejor momento. Después el material terminado también es todo lo que quedó afuera, y es como ese duelo de todo lo que descartaste, aunque sea necesario hacerlo para llegar a algo. Eso me pareció muy poderoso para filmarlo.

-¿Cuánto de autorreferencial tiene, en tanto es una reflexión sobre la representación? ¿Qué elementos te atraían para poner en juego eso?

En el taller, cuando se lee el material de alguien -por ejemplo, una obra de teatro-, no se espera que lo actúen. Pero uno siempre se esfuerza por leerle bien el material al otro. Parece que no estamos prestándole atención a encarnar este texto; sin embargo encarna, porque hay una persona leyendo un texto, que oscila entre no actuar y actuar. Eso me fascina.

En el alegato final -la devolución que da Cynthia-, yo había escrito una parte de la devolución. Pero le pedí una mano a ella. Y le aportó la vuelta de Hamlet, con esa cosa teórica y lacaniana que tiene. Ella dice la frase que cierra la película, sobre si la ficción es un canal de acceso a la verdad o no. Es una pregunta interesante que también ayuda a pensar los otros cortos.

-Sin pecar de original en la pregunta, ¿te sentís más cerca del mundo del cine o de las letras? ¿Los podés separar? ¿O cuando filmás soñás con argumentos para libros y cuando actuás te imaginás filmando?

Aunque últimamente estuve más cerca del cine, el teatro es mi lugar de pertenencia. Y la palabra: también la escritura, ya sea de teatro, cine o narrativa. Y me pasa que cuando estoy haciendo una cosa, hago una sola, entonces me olvido de las demás. Supongo que operará a un nivel más inconsciente porque una es una unidad, pero me ocurre eso.

-¿Escribís pensando en imágenes? ¿Les ponés caras de actores a tus personajes literarios? ¿O escribís solo a partir de la importancia que le das al lenguaje?

Sí, siempre le escribo a alguien. De hecho ahora estamos presentando un proyecto nuevo mío de largometraje, y ya hay una especie de elenco ideal -que por supuesto ni siquiera saben-, pero son como las personas a las que les escribo. En mi cabeza son ellos, y si después no se puede, empiezo a pivotear. Pero la escritura tiene cara. Me ayuda a pensar el color de esa persona.

-Podría decirse que es la segunda película que estrenás este año, ya que en febrero se estrenó La muerte no existe y el amor tampoco, basada en tu novela Agosto. ¿Qué viste en la película que no habías advertido en la novela?

¡Tenés razón! ¡Fue este año! La vi una sola vez en el cine. Y tardé bastante en ir a verla, porque me resistía. No tenía tantas ganas de tener una opinión. Me gustó ver cómo alguien toma algo que existe, se lo devora y devuelve otra cosa. Pero me parece que eso es lo que debe suceder. Si no, qué sentido tiene trasladar de lenguaje. Yo nunca vi una película ahí. Por eso, cuando Fernando (Salem) me preguntó si quería trabajar con él en la adaptación, dije que no: yo no veía de ninguna manera cómo se podía filmar, ni tenía ningún deseo sobre eso. Sentí que era una mirada sobre la novela muy personal, con cosas que él agregó. Era otra cosa, y eso me pareció saludable.

-Cito una frase de tu primera novela, ¿Vos me querés a mí?: “Hay muchas formas de éxito y reconocimiento”. ¿Cuál es la forma en que encontraste el éxito y el reconocimiento?

En términos de lo que yo hago, el éxito es poder seguir haciendo cosas; sobre todo, en el universo en el que estamos quienes hacemos teatro y cine. Que un proyecto no te lleve a un callejón sin salida ya es de por sí exitoso. Que una cosa te conduzca a otra y poder seguir trabajando. Y pensar en la obra como si fuera algo que se despliega en el tiempo.

Julia Montesoro

La entrevista completa a Romina Paula podés escucharla en GPS Audiovisual Radio.

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