Hernán Moyano es el director general de Gritos en el Planetario, el único festival de cine del mundo que se lleva adelante en el impresionante marco del domo del Planetario de la Universidad Nacional de La Plata y que concluye el domingo 17, con entrada gratuita.
-¿En qué consiste esta edición del Festival?
Esto que es un festival y que tendrá una edición muy cargada, con muchas proyecciones, comenzó como un ciclo que surgió en 2014. Hicimos el recorrido al revés, porque la idea fue crear una comunidad fija y amante del cine de terror. Recién allí pasamos al formato festival. La Plata fue uno de los primeros lugares donde a finales de los 90 comenzó la producción de películas de terror. Es un lugar muy familiarizado con el género. Nos parecía que era lógico. Este año el festival creció, se hizo competitivo. Hicimos una convocatoria abierta y nos llegaron más de 1800 cortos y 600 películas. ¡Una locura! Tuvimos que hacer una selección bestial. Por suerte nos dio la posibilidad de tener selección muy buena, tanto de corto como de largo.
-Este año incorporan la sección competitiva y que se extienda un día más. ¿Se puede decir que son los dos grandes hitos de esta edición?
Sí, totalmente. Tener un jurado de largo y de corto, que pueda definir ganadores de esta edición, pone el festival en otro lugar. De por sí es un festival que tuvo mucha visibilidad, aunque recién es la segunda edición. Creo que por la particularidad de que se hace en un planetario. Hasta donde sabemos, el único en el mundo de este género que se hace en este tipo de lugar. Este año van a ser dos planetarios: tenemos dos domos. Va a haber proyecciones paralelas, fuera de competencia, a pasitos del domo principal. El público va a poder ver películas con un telescopio gigante con el Gran Ecuatorial Gautier, una pieza increíble que hay en el Planetario.
-El otro elemento, que también está muy unido a la particularidad de Gritos en el Planetario, y que incide fuertemente la repercusión del género es que el transcurre en un bosque. La escenografía ideal para este tipo de propuestas, ¿no?
Sí. Y nos pasan cosas surrealistas. En el ciclo del año proyectamos La niebla, de John Carpenter y ¡justo fue un día de muchísima niebla! No se veía la cola de gente. Cuando salía, la gente tenía ahí la misma situación que estaban viendo en la película. Tuvieron que recorrer casi tres cuadras hasta la avenida principal entre la bruma. ¡Como si lo hubiéramos preparado!
El Festival tiene una particularidad: la gente suele ir y hacer picnics. Además hay una especie de feria en la entrada donde los emprendedores ofrecen sus productos. Ahí se puede comprar algo para comer mientras se espera la próxima proyección.
Y la gran novedad de este año es que las entradas son gratuitas. Al ser un espacio que depende de la Universidad, entendimos que es lógico que esté abierto a toda la comunidad.
-Las proyecciones se realizan en el Planetario. Pero para quienes no sabemos en qué consiste la experiencia inmersiva, ¿qué es un domo?
Es una gran cúpula. En el caso de La Plata tiene 17 metros de diámetro. Uno se sienta en una butaca cómoda -como la de un cine- y la pantalla no solamente se extiende por delante de la gente, sino en el techo, las paredes y la parte de atrás del semicírculo. Todo es parte de la proyección. El sonido de ese lugar es mucho más envolvente que cualquier cine.
-¿Cómo surgió la idea de utilizar el Planetario?
Se puede hacer allí gracias a sus autoridades. Cuando llegué con la propuesta era un espacio exclusivo de educación científica, ligado a la ciencia. De golpe llegué para proponerles hacer cosas de terror allí adentro y corromper todo el espacio. En vez de echarme a patadas, me encontré con el coordinador del área audiovisual, Pablo Santamaría, fanático del terror. Me recibió con los brazos abiertos. ¡Entre los dos corrompimos el lugar!
-¿Qué encontraron las autoridades del Planetario para mantener la continuidad del ciclo y el festival?
En algún punto estamos haciendo divulgación y ampliando el conocimiento. Viene a las proyecciones gente muy joven, que tal vez cree que es un espacio muy acartonado, y al entrar al lugar se sorprende. Y después vuelve con amigos. Nuestras actividades no tienen que ver con la divulgación científica desde el lado pragmático, pero hacemos otro tipo de aportes a través de la difusión cultural.
-¿Lo pensabas así cuando empezaste los ciclos en 2014?
La propuesta fue creciendo. Allí empezamos a preparar mi primer experiencia como director, Belisario, que se estrenó en 2016 y tuvo una amplia repercusión internacional. Actulmente, casi vivo ahí más que en mi casa. ¡Y por lo menos no me cobran las expensas! (Risas).
Julia Montesoro