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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Manuel Vicente protagoniza «Hora-día-mes»: «Es un recorte de soledad en una ciudad llena de ruidos»

El jueves 14 se estrena Hora-día-mes, ópera prima de Diego Bliffeld sobre textos escritos y narrados por Marcelo Cohen, con un rol protagónico excluyente de Manuel Vicente. Completan el elenco Romina Pinto, Sergio Morosini e Iván Steinhardt.

https://vimeo.com/210962334

La película muestra una semana cualquiera en la vida de Bernardo Talavera (“Nardo”) en el garage La Alborada. Allí vive, come, duerme y organiza las tareas cotidianas. De día atiende clientes, acomoda los autos y mantiene la limpieza. De noche su vida es otra: revisa los coches y los interviene, inmiscuyéndose impunemente en la intimidad de sus clientes. Es al mismo tiempo, y sin decirlo, una reflexión sobre el paso del tiempo, a partir de las rutinas y los tiempos muertos, de la monotonía y la reiteración.

Manuel Vicente habló con GPS audiovisual para develar los misterios de su personaje.

-¿Qué te atrajo del guión?

Naturalmente, lo primero es la historia en sí misma. Pero sobre todo fue la singularidad, la originalidad de la historia, el foco que pone el guión en en el pensamiento de una persona. Y la exquisitez de la escritura de Marcelo Cohen. Todo eso constituía un combo que terminó en un guión muy atractivo.

-¿Cuál fue el motivo principal para aceptar el papel?

Para un actor es un placer poder tener un personaje de estas características, con tanto desarrollo personal. Esto, más allá del tema de que sea un personaje con tanto volumen de trabajo, porque está presente en el 100 por ciento de la película. Y eso en sí mismo ya es un desafío.

La riqueza que ofrecía esta interpretación es porque el nivel expresivo y conceptual está acotada por su soledad. Y es un punto exquisito precisamente por eso, por tocar otra cuerda. Así que con pasión me subí al barco.

-Al barco…o al auto. ¿Qué sabías de garajes, mecánica y autos?

Nada en particular. A pesar de provenir de un barrio donde los fierros eran una pasión popular. En mi infancia y juventud viví momentos de coches preparados y picadas clandestinas. Los grupos se dividían en futboleros, rockeros y fierreros. Pero no tuve ninguna historia en particular de los autos. Me gustan, pero como mero usuario.

En cuanto a lo que tiene que ver con los garajes…quizás alguna vez hice foco en la rutina del trabajo del sereno, en su soledad…Como mirar a un chofer de micro. En una película tuve la oportunidad de hacer de chofer de micro. Me adentré en esos mundos solitarios, en la ruta…En el caso de la playa de estacionamiento y la noche, la soledad es la misma.

-¿Conocías los textos de Marcelo Cohen? ¿Tuviste la oportunidad de supervisarlos o intervenirlos?

Los conocí a través del guión. Los tenía muy incorporados: en cada escena sabía claramente qué iba a escuchar el espectador. El invocó ciertas percepciones del personaje que yo traté de traducir en mi pensamiento, sin ser gestualmente un dibujo de lo que escribía -¡naturalmente que no!-, sino que identifiqué qué evocación personal tenía este tipo para cada situación. Me aboqué a ese mundo que Marcelo proponía y no a la palabra descripta, porque si no hubiera sido un títere meramente.

-¿En qué basaste el trabajo de composición de un personaje que crece casi exclusivamente a partir de lo gestual?

Muchas veces lo gestual es consecuencia de sucesos personales internos de cada uno. Desde el punto de vista de la interpretación no había una ocupación gestual sino un mundo interno. Y como el cine y la cámara se encargan de auscultar y de hacer tomografías computadas de la expresión de alguien, confiaba en eso, en ese mundo del pensamiento. Paradójicamente, es una dificultad y a la vez una riqueza, una singularidad del desafío.

-Es una película de pocas palabras entre los personajes: la mujer que aparece como una ensoñación sin pasión alguna, el compañero de tareas del garaje. ¿Se puede interpretar como una reflexión acerca de la incomunicación de los personajes urbanos? ¿De la alienación del hombre común?

No sé si es exclusivamente urbana. Al contrario: son recortes de soledad dentro de una ciudad llena de ruidos. Estar callado -como un cuidador de estancia de pocas palabras, que capaz dice cuatro en el día- es otra forma de comunicación. Genera que los personajes no tengan que caretear. Al estar todo el día juntos no hace falta que hablen. Como aquel amigo con quien uno puede estar en silencio, estar callado también es un tipo de comunicación profunda.

-Tu trabajo más reciente en teatro fue “El último espectador”, un unipersonal. ¿Hay algo de eso en este Nardo? ¿Las oportunidades perdidas? ¿El paso del tiempo que no se recupera?

Hice un monólogo en teatro de un personaje también solitario: un viejo actor que está en la barra de un bar. La diferencia con este playero está en que en el teatro hay texto. Pero también tiene que ver con la soledad, con las búsquedas personales. A veces la tarea del actor es singularizar, para que después el público complete. Para no hacer una actuación abstracta sino práctica: soy un playero, solitario, que tiene esta situación, este deseo con esta señora y me pasa esto con los autos. Ambos son personajes ricos y me convocan a la dificultad y hasta al privilegio de poder hacer la partitura completa. Aunque son dos lenguajes muy diferentes, claramente.

– ¿Un personaje de estas características, que suspende el paso del tiempo, que establece una rutina sin matices, confronta con su propio fracaso, su propia decadencia?

El fracaso y la decadencia son características humanas. Pero el fracaso es un valor relativo. Con respecto al teatro, este actor se queda solo pero no sé si es un fracasado a partir de cuánto hizo en la vida, de cuánto cuenta que hizo. Y con Nardo pasa algo parecido. Es un playero, un hombre solo. Pero lo viviría como una rutina con el pensamiento de un hombre común. Marcelo saca afuera estos pensamientos diarios, comunes en apariencia, y esto genera riqueza. Y habla del paso del tiempo, de la soledad y de lo fatal de la rutina.

No lo juego por el fracaso, no lo vi así. Lo vi como por la rutina y las posibilidades que alguien tiene. Y la película lo expone. Como también hay tantos exitosos expuestos que si uno da vuelta la moneda encuentra otras oscuridades.

-Finalmente, ¿cambiaste el auto gracias a esta película?

Nooo… (risas). No son épocas muy propicias…Entre lo poético y lo verdadero hay una distancia muy grande. Por ejemplo, para poder cambiar el auto.

Norberto Chab

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