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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Sergio Criscolo estrena «Volver a Boedo»: «El contexto es el fútbol, pero es una película sobre los movimientos sociales»

El jueves 13 se estrenó en el Cine Gaumont, Hoyts (Unicenter y Morón), Cinemark (Palermo y Santa Fe), Showcase (Haedo y Rosario), Atlas Flores, Cinemacenter (Bahía Blanca y Tucumán) y Village (Recoleta, Caballito, Mendoza, Rosario), el documental Volver a Boedo, ópera prima del periodista, productor y guionista Sergio Criscolo. Cuenta la épica de un grupo de simpatizantes de San Lorenzo, club de fútbol que lucha por la restitución de unos terrenos de los que fueron expulsados cuarenta años atrás.

En los últimos años, la reivindicación de ese espacio como propio –pese a que allí está instalado un hipermercado perteneciente a una multinacional-, las movilizaciones multitudinarias, la presión para que la restitución del predio se convierta en ley y la donación masiva de dinero para saldar el pago del mismo (que permitió recaudar siete millones de dólares) se convirtió en una gesta.

A partir del testimonio de un grupo de esos hinchas, que al mismo tiempo resignifican al barrio y a los movimientos populares, la película habla de esa lucha.

Sergio Criscolo dialogó con GPS audiovisual.

-¿Por qué alguien que no es hincha de San Lorenzo o que no le gusta el fútbol debería ver la película?

Porque cuenta una historia que tiene que ver con los movimientos sociales, con el barrio, con la pasión. Y con lo que significaba Boedo como barrio también: la locura de la vuelta no se entiende si no se conoce bien aquel Boedo de cuando estaba el Gasómetro. Era un polo cultural y social donde un montón de parejas se conocían en los bailes de Carnaval, por donde pasaron Serrat, Santana o grandes orquestas de tango. O donde llegaron a disputarse campeonatos mundiales de box. Ese movimiento trasciende al hincha de San Lorenzo.

-¿Qué te devolvió la gente que la vio?

Cuando se exhibió en el Festival FIDBA la vio gente que no sabe lo que es una pelota de fútbol, y salía emocionada de la función, agradeciéndome. Porque tiene que ver mucho con el vínculo entre padres e hijos: de qué manera la figura paterna le trasmite esa pasión al niño. El acto de compartir trasciende al hincha: cualquier espectador se puede identificar.

-Quien se quede en el enunciado puede pensar que es una película sobre fútbol. ¿Cómo la explicás vos?

No es sobre fútbol: es una película social. El contexto es el fútbol, de la misma manera que hay películas sobre un motín en una cárcel, y no están hechas para que las vean solamente los ex presos o los policías. De hecho, solo aparecen futbolistas porque tiene que ver con la historia y se reencuentran después de 40 años.

-¿En qué momento tomaste la decisión de hacer la película?

Hace cuatro años y medio, cuando se decidió realizar un contrato de fideicomiso para comprar el predio que ocupaba el estadio. Era una gesta para registrar. No es normal que gente tan diferente entre sí (geográfica, social, cultural e ideológicamente) pueda ponerse de acuerdo y conseguir una ley que se promulgó por unanimidad (50 a 0), apoyando la restitución del lugar. Un hecho histórico, teniendo en cuenta que había que expropiarle el predio a un supermercado multinacional. Y ni hablar de la gesta popular de la juntada de dinero: en un país acostumbrado a los grandes desfalcos, juntar siete millones de dólares a cambio de nada -solo un carné, un cacho de plástico que dice “socio refundador”- es digno de contarse.

-La película recupera todos los espacios simbólicos emotivos del porteño: el barrio, el tango, el culto a la amistad representado por el encuentro en el bar. Evita, Gardel y Maradona. ¿Estaba pensada así desde el comienzo?

Sí, la idea siempre fue la misma. Desde que le ofrecí el proyecto a la productora decía que era un documental sobre el regreso al barrio. Boedo es un polo cultural para la ciudad: el grupo de escritores, los periodistas, los letristas de tango, sus teatros. La presencia del barrio y las imágenes actuales transitan toda la película. Y los murales que pintó el Grupo Artístico Boedo son como la síntesis.

-Una característica de la compilación de testimonios es que (a excepción de los ex futbolistas o del presidente del club) son personajes anónimos. ¿Cómo fue la experiencia de filmar no actores, cuáles fueron las dificultades?

Está claro que un presidente de un club o los futbolistas tienen más relación con los medios, pero aun así mi idea era sacarles el casete. Tanto para ellos como para los personajes que no tienen exposición pública, los documentalistas trabajan sobre la inserción, una instancia previa que consiste en juntarse y charlar sobre temas que no necesariamente se van a tratar en la película. Así se va entablando una relación de confianza mutua. El objetivo es que la cámara se vuelva invisible. Cuando eso se logra, el personaje confía en el director sin nervios, sin frases hechas, con el corazón en la mano.

-El relato es una suerte de épica en la que los hinchas (que son miles) luchan contra las estructuras y los poderes establecidos. ¿Hubo en algún momento la intención de buscar la otra campana?

Nunca. Eso es del documental informativo, que en general sirve para la televisión. El de cine tiene un poco más de changüí, porque alguien pagó una entrada para que el director elija cómo quiere contar la historia. Se puede ir por las ramas y estar tres minutos enfocando el cielo. Si eso mismo ocurre en televisión, el espectador cambia de canal.

Yo elegí no ser objetivo. Por eso aparezco en el comienzo, y por eso la voz es la mía. Este es mi cuentito y mi visión del tema. Quise contar la épica de juntar la plata y la lucha para sacar la ley. Por eso no está el testimonio de los vecinos. Tampoco me interesaba contar la opinión de Carrefour: no sé si le parece bien, mal, se sintió agredido o respetado.

-¿Qué cambios debiste hacer desde la primera versión del guión hasta el resultado final?

Hubiera querido reunir a los once jugadores más el director técnico (Carlos Bilardo) que jugaron el último partido en el Gasómetro, contra Boca Jrs., en 1979. Fue imposible. Dos de ellos fallecieron. De algunos de ellos no hay ni rastros. Otros no están vinculados con las redes. Ante las dificultades, finalmente hubo tres testimonios.

Algo problemático y a la vez apasionante del documental es que una búsqueda te lleva a otra. Un personaje nombra a otro que enriquece la historia, y es como un tesoro a buscar. Así fue haciendo cambios no previstos.

-¿Qué testimonios o filmaciones quedaron fuera de la versión final?

Una entrevista con dos pibes divinos de una peña en Merlo, San Luis. Uno es porteño y me dijo que la única razón por la que volvería a vivir a Buenos Aires es para poder ir al nuevo estadio. También quedaron afuera del montaje final los arquitectos que construyeron la iglesia de Merlo con las maderas de la tribuna de la cancha.

La película se editó durante 16 semanas y durante mucho tiempo no bajaba de las tres horas. Por más que sacaba material, siempre duraba lo mismo. Finalmente, para llegar a 90 minutos, saqué escenas completas. Cuando baje de cartel, la voy a poner on line con esas escenas.

-¿Cuál fue tu primera sensación al ver la película terminada?

La peor: siempre está presente lo que no se pudo hacer. Después de un tiempo me reconcilié. Cuando se proyectó en el FIDBA percibí que la gente se reía en los momentos en que busqué el humor y lloraba donde yo busque emoción. Y recién ahí quedé satisfecho.

-¿Qué cosas viste en la película de vos mismo que no habías descubierto?

Aprendí muchas cosas de San Lorenzo que no sabía. Como el pedido de Perón de hacer el estadio de cemento, que no fue aceptado porque San Lorenzo tiene raíz radical. O que las primeras banderas de resistencia de la guerrilla -puestas a escondidas durante la dictadura- o las primeras reivindicaciones de Madres de Plaza de Mayo fueron en la cancha de San Lorenzo. También me permitió acercarme a personajes como Adolfo Res, un loco con carácter y con pasión, de los que se necesitan para hacer las causas como ésta que llegue a buen puerto. Finalmente, uno hace cosas vinculadas con lo artístico para poder hablar de la pasión.

 

Norberto Chab

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