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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Tomás Lipgot, director de «¡Viva el palíndromo!»: «La búsqueda de la simetría se puede convertir en obsesión»

¿Cómo hacer una película a partir de una afición tan poco difundida como el palindromismo, si además antes que eso hay que explicar de qué se trata? El realizador Tomás Lipgot –nacido en Neuquén, palabra que puede develar una de las claves de su atracción por la simetría-, él mismo palindromista desde hace más de una década, resolvió el enigma.

El resultado es el documental “¡Viva el palíndromo!”, que se estrena el jueves 8 en el Cine Gaumont y el Centro Cultural Recoleta. Exhibido por primera vez en el último BAFICI, se trata de un recorrido por cuatro países a la búsqueda de pares que albergan ese mismo entusiasmo ludo lingüístico. Y que permite reconocer a una cofradía de señoras y señores apasionados hasta niveles inconcebibles por encontrar la mejor frase reversible. Y con ella, la belleza que anida en la simetría de las palabras.

GPS audiovisual dialogó con Tomás Lipgot.

-¿Cómo surgió la idea de hacer un documental sobre el palíndromo?

En 2014 estaba de vacaciones en Barcelona, y quise saber quiénes integraban el Club Palindromista Internacional, que tiene su sede allí. Entonces conocí a Pere Ruiz, el coordinador general, y junto con nuestras mujeres, pasamos un momento muy plácido: fue un atardecer, tomando un café. Ahí mismo, por primera vez se me ocurrió hacer el documental.

-¿Y qué es un palíndromo, ya que estamos?

La verdad…no tengo idea. Por un lado no existe una “teoría palindrómica”. Por otro, es un movimiento bastante minoritario. Un movimiento que reúne a un grupo de entusiastas, donde hay una pasión, y en muchos casos -como el mío-, donde está el propósito de buscar belleza.

-El hecho de haber nacido en Neuquén, ¿condicionó tu afición por la palindromía?

Me gusta la idea romántica de pensarlo así, pero lamentablemente no es cierto. En ese caso tendría que haber unos 400 mil palindromistas.

-¿Los viajes a Europa definieron la realización de la película? ¿O se hubiera hecho igual?

Fueron fundamentales: sin esos viajes no hubiese existido la película. El proyecto tiene que ver sobre todo con Cataluña, donde además de la sede del club hay un gran movimiento. Es más: originalmente también estaba previsto ir a México, que tiene una gran movida palindromista. Pero por cuestiones financieras –y en verdad, no hubiese tenido lugar en la película-, no fuimos.

-¿Cómo se obtuvo el apoyo financiero?

Primero hubo una beca del Fondo Nacional de las Artes, bastante pequeña. Más tarde, llegó el apoyo del INCAA. Finalmente, se hizo una coproducción no oficial en España: AVED Producciones colaboró con el rodaje y los servicios de producción de lo que se hizo en Europa. Su apoyo fue fundamental.

-¿De qué manera se elaboró el guión?

El guión, como siempre –al menos como yo trabajo-, fue a partir de una idea: como una prefiguración, una hipótesis. Había un proyecto que respeté (los testimonios que quería tener, ciertas ideas dando vueltas). Después se fue transformando con el tiempo, y se cerró en la sala de montaje.

-De la versión original, ¿qué te modificaron los viajes?

En un viaje se me ocurrió que yo tenía que estar involucrado: debía hacer un personaje. El viaje era el hilo que llevaba adelante el relato. En el principio eso no estaba.

-¿En qué consistió el rodaje?

Fueron dos viajes a Europa, además de un viaje a París que hice aprovechando que estaba en Cannes. En el segundo, que fue para el Congreso de Palindromistas, ya teníamos montada una parte de la película. Sirvió porque supimos qué ir a buscar y cómo seguir el relato. Deben haber sido 20 jornadas.

-Las imágenes buscan recurrentemente la simetría. ¿Buscás la simetría en todos los actos de tu vida, como un refejo?

La simetría está en la estructura del palíndromo: tiene un eje de simetría y dos lados iguales. Tiene que ver con su esencia, con su génesis. Todos buscamos la simetría de alguna manera: tenemos una simetría axial que no es perfecta. Y esa búsqueda nos da equilibrio, tranquilidad. En cierto grado se trasforma en una obsesión. Yo la tuve.

-¿A qué público pensaste que se dirige la película?

El tema le puede interesar a cualquier persona. Lo fui comprobando en las proyecciones de los festivales, por el entusiasmo que despierta. Si pienso en  un nicho concreto, quizás sea para la gente de la literatura, o a la que le interesa un juego de palabras (que no son muchas). Pero es de interés general.

-De su estreno a esta parte, ¿se te acercó gente interesada por la palindromía?

Sí, pasaron cosas muy interesantes. Hubo gente que se acercó porque son palindromistas, o porque la película le sirvió para lanzarse un poco más. Y yo también estoy en una especie de evangelización, reclutando gente para el club de los palindromistas: de hecho, algunas personas que se acercaron a raíz de la película ya son socios del club. Me pone contento, porque me motiva es tratar de llevar el palíndromo a la mayor cantidad de gente posible a través de la película.

-¿Qué reconocés en esta película que no haya tenido el resto de tu obra?

Sentía que me venía repitiendo en la elección de temas, y en ciertas cuestiones de hábitos narrativos. Y me gustó, más allá del contenido, que formalmente es muy distinta a las anteriores. En principio, dejé de lado el prejuicio que tenía con la voz en off, que nunca había usado anteriormente. Y me decidí a jugar, como quien juega con el palíndromo. Jugué con el montaje, con el sonido, con el recurso de la voz en off o como la gráfica, que es más televisiva. El documental permite esa libertad. Por otro lado, es una película bastante luminosa en relación a las demás. Seguramente tiene que ver con la llegada de mi hija Sofía, que nació en el momento en que yo estaba en este proyecto.

 

Norberto Chab

 

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