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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Benjamín Naishtat: «Hacer la película tiene que ver con hablar de ciertos peligros que transita América Latina»

Benjamin Naishtat fue el gran ganador del 66 Festival de San Sebastián. Su película “Rojo” –que se estrena en la Argentina el 25 de septiembre- obtuvo tres premios: al mejor director (el propio Naishtat), al mejor actor (Darío Grandinetti) y a la mejor fotografía (Pedro Sotero). 

Protagonizada por Darío Grandinetti, Andrea Frigerio y el chileno Alfredo Castro, el film trata en clave de thriller sobre la violencia cotidiana en la Argentina de los años 70, fuera de los grandes espacios urbanos, pero poniendo el acento en la sociedad civil. Fuera de las recurrencias locales, el film tiene resonancia universal. “Hay elementos de la dramaturgia y del diseño de la película, y también cierto coqueteo con el género, como para que la gente pueda engancharse, aunque no sea argentina o no conozca la época. Y en estas proyecciones de los festivales, por suerte comprobé que la película puede resonar más allá de que transcurra en un momento determinado de la Argentina –expresó Naishtat, quien para lograr el clima de época se basó en la filmografía de realizadores como Sidney Lumet o Francis Ford Coppola-: me pareció interesante ocuparse de esa época, los años 74/75, donde ya estaban en marcha esos mecanismos de funcionamiento del aparato represor, y germinaron las condiciones para que luego viniera el genocidio de la dictadura. El argumento es indisociable de la época. No podría trascurrir en otro momento. Intenta ser una película sobre la complicidad civil en esa época”.

Nacido en Buenos Aires en 1986, Naishtat no fue testigo directo de la etapa política reflejada en “Rojo”. Sin embargo, lo liga una traumática historia familiar, que de alguna forma da origen a la película. “A comienzos de los años 70, mi familia se tuvo que exiliar por apoyar al sindicalismo clasista. Su casa fue quemada en la provincia de Córdoba por un comando paramilitar. Me resonaba esa historia familiar, y como no necesariamente para contarlo hay que haberlo vivido, quise hacer una película en torno de esa época. La relevancia de la pertinencia de hacerla tiene que ver con hablar de los peligros que transitan ciertos lugares de América Latina en general y de Argentina en particular”.

“Rojo” también representa, alegóricamente, el color que simboliza los años en los que se sitúa el thriller. “Que cada uno haga una relación de por qué se llama así. No tengo una respuesta nítida, absoluta. Hay un lado simbólico que es evidente que tiene que ver con los años 70. Sobrevuela la Guerra Fría, la concepción de una amenaza socialista. Y también hay unos momentos medio literales, epifánicos, de sangre y de eclipse. Fue una palabra que apareció en el desarrollo del proyecto que fue como el centro, el punto de encuentro de ideas para desarrollar la escritura. Aunque uno nunca sabe del todo de dónde viene”.

Representada por la compañía francesa de ventas internacionales Luxbos, el periplo internacional de “Rojo” sigue en el Festival de Hamburgo, que prosigue hasta el 6 de octubre; el de Copenhague, que se extiende hasta el 10 de octubre y en el Festival de Cine Independiente de Bordeaux, que se realizará del 9 al 15 de octubre, en el que erstará en la competencia internacional, junto con otra argentina: “Muere, monstruo, muere”, de Alejandro Fadel.

 

Julia Montesoro, desde San Sebastián

 

 

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