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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Daniel Burak, codirector de «Disculpas por la demora»: «Es una historia de redención y reconciliación»

“Disculpas por la demora”, el documental codirigido por Daniel Burak y Shlomo Slutzky que se estrena el jueves 13, tiene que ver esencialmente con la memoria.

La memoria familiar en primera instancia: en junio de 1977, la dictadura secuestró e hizo desaparecer a Samuel (Sami) Slutzky, primo del padre del director, ante los ojos de sus hijos, los niños Mariano y Alejandra. Carentes de contención familiar en Buenos Aires, pudieron arribar a Holanda como refugiados con ayuda de Amnistía Internacional.

Cuarenta años después, Shlomo Slutzky acompaña a Mariano en el juicio a los asesinos, la persecución de un sospechoso de complicidad con el asesinato –hoy paradójicamente refugiado en Israel- y la interpelación a una rama familiar, sobre quienes cabe preguntarse hasta dónde pudieron preservar la vida del pariente desaparecido y acompañar la suerte de los pequeños sobrevivientes. La cercanía entre ambos no es sencilla. Mariano Slutzky es un hombre insondable. El relato parece naufragar más de una vez. No es casual que el rodaje haya demandado unos cuatro años.

Pero la película también hurga en la memoria de la sociedad: aunque trata una búsqueda individual, recupera y reactualiza el debate no cerrado sobre el terror paralizante, la necesidad de olvido y la culpa del núcleo más íntimo de las víctimas, frente a la acción devastadora de las fuerzas de represión.

GPS audiovisual entrevistó a Daniel Burak, codirector de “Disculpas por la demora”.

– ¿Cuál es el sentido de hablar de la memoria, hoy?

  • Hace un tiempo un profesor israelí, a propósito de una tesis que está realizando, me preguntó si me había pasado algo judío que se relacionara con la militancia. En ese momento respondí que no: no tuve una formación típicamente judía. No fui a la escuela judía, no había aprendido hebreo, no estuve en algún movimiento juvenil. Después recordé que cuando era niño leí “Mis gloriosos hermanos” (novela de Howard Fast acerca de la rebelión de los macabeos). Fue muy emocionante y revelador. Entendí cuánto me marcó a mí la identificación. Somos sobrevivientes inclusive los que no padecimos personalmente el dolor. Mi mamá es argentina, pero mi papá se fue de Europa en 1941. Sus ocho tíos, sus abuelos y sus primos murieron en la guerra. ¿No somos, acaso, sobrevivientes? Para eso sirve la memoria.

– Un aspecto potente del documental es que parece guionado: Mariano, su protagonista, pasa de la indiferencia o el desapego a la identificación y el deseo de volver a la Argentina.

  • Guionado estuvo todo lo que no ocurrió, y lo que ocurrió a veces fue lo opuesto de lo que estaba previsto. Mariano reniega de la Argentina (le llama “país de mierda”), pero siempre tuvo la voluntad de volver. En cambio, es mucho más llamativo su regreso a Israel, del que renegaba absolutamente, así como de su familia.

– El rodaje demandó cuatro años. ¿Cómo lo vivieron?

  • Estuvimos en la cuerda floja y sin red en más de una ocasión. Salimos de un lugar con total falta de certezas, sin plan de viaje. En algún momento se fue a la mierda y lo vivimos como un fracaso. Más de una vez hubo que juntar fuerzas para llegar a la otra orilla sin saber si había otra orilla. Estuvimos mucho tiempo metidos en esto, y en el medio hicimos otras cosas. Humildemente, creo que valió la pena.

– Dependían de los tiempos de Mariano. Podía desconectarse durante meses. O perder la motivación para seguir.

  • Eso pasó. Por suerte la relación se recompuso. Hicimos la película con esa incertidumbre. Hay que tener en cuenta que trabajamos con gente sensible. Y se comprende por qué. No juzgo a nadie: ni a él en su hosquedad ni a su tío, de quien él dice que no lo cuidó, aunque el tío diga que no pudo hacer más que lo que hizo. Hay quienes me preguntan cómo se prestó el tío a la escena donde ambos están hablando en un bar. Se prestó porque pensó que con lo que estaba diciendo iba a ser comprendido.

– Es muy perturbador saber que en ese diálogo hay una tensión real entre ambos y que a la vez hay un ojo que los está mirando.

  • Es el misterio del mundo del cine. No tengo una explicación. Cada uno pensó que estaba dando honestamente lo mejor de sí. Es como el psicoanálisis. Cuando uno va empieza a hablar bien de uno mismo. Hasta que aparecen otras capas. En el cine documental –ocurre en el cine en general- me ha pasado ver en la edición el gesto de un actor y sentir que traspasa la piel. Descubrir que está diciendo algo pero que el gesto señala otra cosa.

– Es llamativo cómo ese hombre frío, implacable, se humaniza en la escena final, durante el juicio. Pasa del rechazo al contacto físico a los abrazos finales.

  • Ahora que me alejé de la película y la dejé reposar un tiempo descubrí que es una historia de redención y de reconciliación. Fallida, pero reconciliación al fin. Un poco como el mito de los hebreos en el desierto, después de la salida de Egipto. Los que nacieron esclavos no llegarán a la tierra prometida, pero para los que nacieron libres valdrá la pena hacer el camino, para las nuevas generaciones.

– ¿Le gustó la película a Mariano?

  • Creo que sí. La película algo atraviesa su humanidad. Es algo bueno en su vida que exista. Aunque más no sea por el rescate de la memoria del padre.

Por Norberto Chab

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